Excesivo uso de fuerza letal
Sin proporción la respuesta de la Patrulla Fronteriza a ataques menores
SEGUNDA de dos
partes
NOGALES, Arizona. En otros lugares del mundo, la fuerza letal suele considerarse un último recurso. Por ejemplo, la policía israelí suele emplear balas de goma, chorros de agua a presión y gases lacrimógenos para dispersar a las muchedumbres que les lanzan piedras.
Micky Rosenfeld, vocero de la policía israelí, dijo que los agentes abren fuego sólo como un último recurso y después de hacer disparos al aire, cuando enfrentan a una multitud.
Desde 2002, los agentes fronterizos estadounidenses han recibido armas capaces de disparar proyectiles que rocían gas pimienta, incluso a 75 metros (250 pies) de distancia. La agencia no dio estadísticas sobre cuántas veces se han usado esos proyectiles. Sin embargo, los funcionarios estadounidenses destacan que los agentes en la frontera con México operan en escenarios muy distintos a los que se aprecian en otros países.
Suelen patrullar zonas desérticas en solitario, algo que resulta distinto a las situaciones de protestas, donde las autoridades están agrupadas y protegidas con equipamiento antimotines.
Los expertos consideran que muy poco puede hacerse para detener esta violencia, ante la índole delicada de estos asuntos para la relación diplomática entre los dos países, y debido a que ninguna ley internacional contempla específicamente estos casos.
“A final de cuentas, la política en la relación entre Estados Unidos y México desempeñará un papel mucho más importante que la ley”, dijo Kal Raustiala, profesor de derecho y director del Centro Burkle de Relaciones Internacionales en la Universidad de California en Los Angeles. “Hay demasiados intereses de ambas partes para permitir que la indignación totalmente comprensible en México sea la que determine el resultado aquí”.
Las autoridades de la academia de adiestramiento de la Patrulla Fronteriza en Artesia, Nuevo México, fueron renuentes a comentar sobre los lanzamientos de piedras y el uso de la fuerza.
En el recinto, que incluye 89 hectáreas (220 acres) de desierto, los aspirantes a agentes pasan al menos 59 días en la academia, donde se les enseña desde ley de inmigración a conducir por trayectos sin carretera, tácticas de defensa y tiro.
“Vamos a enseñarles… la mecánica del arma que utilizarán, los sistemas de armas, a hacerlos buenos tiradores, ponerlos en escenarios en los que tienen que decidir si disparan o no”, dijo el jefe adjunto de la academia de adiestramiento, el agente de la Patrulla Fronteriza James Cox.
En el caso más reciente, los dos traficantes de narcóticos escalaban la valla para regresar a México y recibieron la orden de que se bajaran de parte de los agentes de la Patrulla Fronteriza y del Departamento de Policía de Nogales.
“¡No te preocupes, no nos pueden hacer nada aquí!”, gritó uno de los individuos al otro. Después comenzó la lluvia de piedras.
Los agentes buscaron donde cubrirse, pero un agente de la Patrulla Fronteriza abrió fuego hacia el otro lado de la frontera contra José Antonio Elena Rodríguez, quien recibió al menos siete disparos, según las autoridades mexicanas.
Un funcionario mexicano enterado directamente de la investigación dijo que el adolescente fue baleado por la espalda. El funcionario solicitó el anonimato porque no estaba autorizado a facilitar detalles del caso.
La Patrulla Fronteriza ha difundido poca información mientras prosiguen las investigaciones en ambos lados de la valla fronteriza que separa Nogales, Arizona, de Nogales, Sonora.
El FBI efectúa las pesquisas como es común en todos los casos de disparos que involucran a la Patrulla Fronteriza y no comentará sobre el particular “por respeto al trámite de las investigaciones”, dijo el portavoz de Aduanas y Protección Fronteriza, Michael Friel.
Marco González vive en Nogales, Arizona, al otro lado de la carretera próxima a la valla fronteriza. Fue quien avisó a la policía que había visto hombres sospechosos que usaban ropa oscura y corrían por su vecindario.
González no vio los disparos pero los escuchó, en tanto que sus hijos creyeron que se trataba de fuegos artificiales.
“Estas situaciones me afectan bastante”, dijo González en español. “Nada así había ocurrido desde que vivo aquí. Me da mucho miedo”, apuntó.
La madre del adolescente afirma que su hijo sólo caminaba por la zona distante a unas cuantas cuadras de su casa y quedó atrapado en el fuego cruzado. A ella no le interesa saber del adiestramiento, del proceder político ni de los delicados hilos diplomáticos. Sólo quiere a su hijo, solo quiere respuestas.
“Pónganse en mi lugar”, dijo Araceli Rodríguez a la publicación Nogales International. “Un hijo es lo más querido en la vida. Es por quien uno se levanta en la mañana, por quien uno trabaja. Me han arrancado un pedazo de mi corazón”, afirmó, y agregó que en este punto lo que busca es justicia.