Expertos confirman que todos somos unos mentirosos
Lance Armstrong, el jugador de Notre Dame, Manti Te'o y Max Barrios, no han realizado nada distinto a los demás seres humanos
En estos días, el ciclista Lance Armstrong ha sido llamado mentiroso y tramposo… pero expertos en la conducta humana sostienen que el excampeón no distinto al resto de los demás humanos.
Mentir, dicen los expertos, forma parte de la condición humana y es algo que la mayoría de las personas hace a diario. Como sostiene la historia, nadie está inmune: El expresidente de EE.UU. Richard Nixon negó el caso Watergate; el expresidente Bill Clinton también dijo que no tuvo relaciones sexuales con la becaria Monica Lewinsky; peloteros, artistas y hasta ejecutivos de Wall Street que han abusado de sustancias, todos han terminado aceptando que mintieron.
“En el mundo abundan los grandes mentirosos”, dijo Robert Feldman, profesor de Sicología en la Universidad de Massachusetts y que se especializa en mentiras y decepciones. “Nada del caso de Lance Armstrong es demoledor. Todos mentimos, todos los días. Vivimos en una cultura en la cual mentir es casi aceptable”.
El esposo que dice estar trabajando cuando realmente anda con su amante; la persona que llama enferma al trabajo para poder irse a jugar golf, al cine o a cualquier otra actividad; quien llega tarde a un lugar y lo adjudica a problemas con su auto cuando éstos no son reales… El estudiante al que un perro le devoró la tarea. No hay salvación, las evidencias apuntan a que todos mentimos.
La razón para hacerlo es protección, explicó Feldman. “Una vez se dice una mentira, se está en eso, se vive, y al final se justifica que otras personas salgan heridas con el asunto alegando que no se veía otra salida”, añadió.
Quienes han vivido enfermedades como Lance Armstrong cuentan con lo que Feldman llama “la ventaja del mentiroso” y que es pueden crear historias partiendo de lo que la gente desea escuchar y creer.
“Nosotros queríamos creer que Lance Armstrong era un superhéroe que venció el cáncer para luego conquistar una y otra vez el Tour de Francia”, dijo Feldman says. “A los seres humanos nos encantan esas historias”, afirmó.
Sin embargo, lo que lo afectó más que nada no fue que mintiera, sino que atacara a quienes -con la verdad en mano- lo señalaban y que desmintiera las acusaciones una y otra vez de forma enérgica.
“Mentir es extraordinariamente común y sin hacerlo no nos podríamos llevar bien”, afirmó el profesor en filosofía David Livingstone Smith, de la Universidad de New England, en Maine, y autor del libro “Why We Lie”.
“Mentir es lo que engrasa las ruedas de nuestra sociedad”, sostuvo.
Decir una mentira, según Smith, “es algo tan automático como sudar”. Recordó que los padres son los primeros que le dicen a sus hijos “está bien mentir, pero no a mí”. A los menores les piden que cuando alguien les regale algo pretendan que les gusta. Y lo peor es que crecen viendo a los padres mentir sobre el ratón o duende que se lleva los dientes, sobre el conejo de Pascua y en la navidad.
A través de la historia, los sabios han entendido que las mentiras y decepciones forman parte de la vida. “No existe un mandamiento que le lea ‘no mentirás’”, explicó.
Para Bella DePaulo, profesora visitante de la Universidad de California en Santa Bárbara, “los ciudadanos comunes y corrientes pueden ser grandes mentirosos”.
En la década de los 90, DePaulo y sus colegas monitorearon a más de 100 personas, entre los 18 y 71 años. A todos se les pidió llevar un diario de sus mentiras durante toda una semana. Algunas de las personas, mintieron una o dos veces por día. “Hubo de todo; desde elogios para evitar herir a otra persona hasta exageraciones para lograr un aumento de sueldo o un mejor acuerdo para comprar un auto”, contó.
Tras la experiencia, recordó a la personas que “las mentiras siempre van a tener más ramificaciones de las que se piensa… Y nadie quiere ser llamado mentiroso, engañador, basura, etc…”