La cara de la nueva esperanza
La elección del Papa Francisco apunta a la vitalidad de la Iglesia en Latinoamérica y al creciente perfil latino de la Iglesia en Estados Unidos
Iglesia
Esta mañana, en Roma, el Papa Francisco celebra su Misa inaugural como líder espiritual de todos los católicos del mundo.
Esta ceremonia marca los últimos días de una Cuaresma histórica e inolvidable, empezando con la renuncia del Papa Benedicto XVI dos días antes del Miércoles de Ceniza, y terminando ahora, casi al inicio de la Semana Santa, con la bienvenida a nuestro nuevo Papa, el primero no-europeo en casi 1,300 años y el primero venido de las Américas.
La elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J., de Argentina, es una señal de los nuevos tiempos.
El centro de gravedad de la Iglesia católica ha estado cambiando por muchos años. Su crecimiento y energía ya no vienen de Europa, sino de África, Asia y especialmente, América Latina.
El Beato Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI se referían a América Latina — donde está el 40% de los católicos del mundo— como “Continente de la Esperanza”.
El Papa Francisco es el rostro de la nueva esperanza de la Iglesia. Su elección apunta a la vitalidad de la Iglesia en estos países y también al creciente perfil latino de la Iglesia en Estados Unidos.
Más de un tercio de los católicos en Estados Unidos son latinos — fruto del constante flujo de inmigrantes provenientes del “Continente de la Esperanza”.
La inmigración está cambiando el rostro de nuestra nación y de nuestra Iglesia. Los hispanos constituyen el 16% de la población del país —son más del 70% de los cinco millones de católicos en Los Ángeles— y este porcentaje seguirá creciendo. Un cuarto de los estadounidenses menores de 17 años son hispanos. Y en la Iglesia, los latinos representan más de la mitad de los católicos con menos de 25 años de edad.
Estos jóvenes latinos y sus familias tienen ahora un papa cuyo idioma nativo es el mismo que el suyo; un papa que entiende sus tradiciones y realidades culturales. Millones de inmigrantes pueden mirar a un papa cuya familia llegó a un nuevo país para empezar una vida nueva.
El Papa Francisco puede traer un importante mensaje para los debates sobre una reforma migratoria integral en los Estados Unidos.
¿Podría haber un signo más hermoso del sueño de todo inmigrante? El papa es el hijo de un inmigrante que ha llegado a convertirse en el líder del grupo religioso más grande del mundo.
El nombre que cada nuevo papa elige representa en cierto modo la dirección que busca para la Iglesia. Con su audaz elección de Francisco, el papa se ha identificado con el santo más conocido del cristianismo.
Para creyentes y no-creyentes, San Francisco de Asís representa el verdadero espíritu del Evangelio, con una vida de simplicidad material, servicio humilde a los pobres, amor por la creación, y una actitud de perdón y anti-violencia.
“Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres”, dijo el Papa Francisco en sus primeros días.
Como católicos, podemos esperar del papa un llamado renovado a responder a nuestro deber cristiano de servir a los más necesitados y a trabajar por la justicia y la dignidad de las personas.
La pobreza material sigue creciendo en nuestra sociedad. Todavía hay mucha diferencia entre los que no tienen lo suficiente para vivir y los que tienen mucho más de lo que necesitan. Pero también está creciendo la “pobreza espiritual”: de la indiferencia a la religión, de vivir como si Dios no existiera o como si la vida no tuviera un mayor significado.
Y para los estadounidenses, el nombre Francisco tiene una asociación más: sacerdotes misioneros y franciscanos inmigrantes fueron los que trajeron el cristianismo a México, América Latina, y luego a nuestro país, especialmente a California.
El Beato Junípero Serra, el gran apóstol de California, era franciscano. Y la ciudad de Los Ángeles fue originalmente llamada El Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles, por el nombre de la capillita donde San Francisco fundó su Orden.
Este papado debe despertar en nuestro país la memoria de sus profundas raíces cristianas y de sus conexiones con las misiones de la Iglesia en México y América Latina.
El Papa Francisco sabe que las Américas necesitan una nueva evangelización, un nuevo encuentro con Jesucristo y con su Evangelio de amor y salvación. Él ayudó a redactar el documento conclusivo de la reunión de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil, en el 2007, donde invitaban a una “misión continental”.
Como católicos, mirando más allá de los eventos históricos de esta Cuaresma, nos preparamos para celebrar la primera Pascua con nuestro nuevo papa y nos comprometemos a realizar esta misión continental, a ser discípulos y misioneros de la nueva evangelización. Este es un nuevo momento para nuestra Iglesia, un tiempo de renovación espiritual en nuestras vidas y en nuestra sociedad.
José H. Gomez es Arzobispo de Los Ángeles. http://www.facebook.com/ArchbishopGomez.