Las escuelas Charter no son el problema

Héctor Figueroa, presidente del sindicato 32BJ/SEIU, identificó una necesidad urgente de mejorar las instalaciones de las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York. En el artículo de opinión del viernes pasado, su propuesta de solución – es castigar a los estudiantes que asisten a las escuelas chárter cobrando un alquiler a dichas escuelas.

Eso no es la respuesta y muestra una falta de comprensión de lo que son las escuelas chárter, de cómo se financian y, quizá lo más importante, de a quién prestamos servicio.

Las escuelas chárter son escuelas públicas, gratuitas, que están abiertas a todos los niños de la ciudad de Nueva York. Donde diferimos respecto a nuestros homólogos del distrito es en nuestra independencia respecto al Departamento de Educación. Esto nos permite desarrollar nuestro propio programa académico, seleccionar al personal, establecer objetivos educativos, ofrecer una jornada escolar y un año escolar más prolongados, y establecer estándares en cuanto a la conducta de los estudiantes.

A cambio de esa libertad, las escuelas chárter son responsables ante el estado de Nueva York y pueden ser cerradas, si no cumplimos con nuestros objetivos educativos. Este modelo ha llevado a elevados logros por parte de los estudiantes y a una enorme demanda por parte de los padres; este año recibimos 69.000 solicitudes para tan solo 18.600 plazas.

Las 60,000 familias a las que brindan servicio las escuelas chárter tienen los mismos derechos que cualquier otro neoyorquino a recibir una educación de calidad y, puesto que las escuelas chárter son escuelas públicas y no reciben ninguna financiación para instalaciones, muchas de ellas se ubican junto con escuelas del distrito ya existentes. La mayoría de las escuelas públicas en la ciudad de Nueva York, tanto las del distrito como las chárter, están ubicadas juntas. De hecho, las escuelas chárter tan solo se hallan en un 8% de esas ubicaciones conjuntas.

Aquellos que se oponen a las escuelas chárter, a menudo se fían de verdades a medias y de rotundas falsedades. Es cierto que algunas escuelas chárter recaudan donaciones benéficas para ayudar a la escuela, al igual que sus homólogos del distrito. Por ejemplo, en la Escuela Pública 321, una escuela del distrito situada en Brooklyn, la asociación de padres de alumnos y profesores recaudó cerca de USD 1 millón en donaciones públicas el año pasado, para complementar su financiación por alumno.

En lugar de sacar fondos del sistema, los distritos escolares en realidad se benefician de las ubicaciones conjuntas, puesto que cualquier cantidad de fondos que una escuela chárter gasta en su espacio compartido es equiparada dólar por dólar por el Departamento de Educación, para cualquier otra escuela en ese mismo edificio.

Mi escuela, Inwood Academy for Leadership Charter School, es una escuela pública. Está dividida en dos espacios e incluye un tráiler elevado con delgadas paredes. Un 97% de mis estudiantes son negros o latinos, un 87% recibe almuerzo gratuito o a un precio reducido, un 18% está aprendiendo el idioma inglés, un 20% son estudiantes de educación especial. El pago de un alquiler probablemente constituiría el final de mi escuela. ¿Es éste el objetivo?

El ataque a un grupo debido a que es pequeño es indigno de cualquier líder, particularmente a uno que representa a una población vulnerable. El Sr. Figueroa puede contribuir a la conversación ayudando a simplificar los complejos procesos de compras de la ciudad, que sufren los directores del distrito, y apoyando la financiación de las instalaciones para las escuelas chárter. No quitándoles el dinero precisamente a los niños – algunos de los cuales son hijos de los miembros de su propio sindicato – a los que él asegura que desea ayudar.

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