Alaska y el Popocatepetl no cuadran
El vuelo 256 de Alaska Airlines partió rumbo a la Ciudad de México desde el aeropuerto LAX de Los Ángeles el viernes de la madruga para aterrizar alrededor de las siete de la mañana, hora de México. Sus pasajeros –algunos de ellos fueron mis lectores— nunca llegaron a su destino.
El capitán del avión percibió o se enteró de las incandescencias que lanzaba el Popocatépetetl y decidió dar marcha atrás el vuelo.
Inicialmente el avión de Alaska Airlines aterrizó en Guadalajara, en la espera de nuevas órdenes de sus superiores. Finalmente, después de enterarse de que el Popocatepetl mantendría su manía de fumar, el capitán del vuelo tomó las riendas del avión y se desplazó nuevamente al aeropuerto de Los Ángeles.
A pesar del pánico que cundió la fumarola del Popocatepetl, Aeroméxico y otras aerolíneas nacionales e internacionales hicieron utilidad normal del aeropuerto de México. El personal de Tráfico Aéreo del Aeropuerto de México aparentemente dispuso luz verde para aterrizajes y despegue de aviones. Asimismo, los medios de comunicación en México informaron que no hubo rasgos de cenizas sobre las pistas del aeropuerto de México.
“Si otros aviones aterrizaron, por qué el nuestro no aterrizo”, decía una de las personas en su mensaje. No quiso que publicara su nombre por miedo a represalias de la aerolínea de Alaska.
“Tuvimos que comprar pasajes de Aeroméxico por la urgencia de nuestro viaje. El costo fue tres veces más de los que gastamos en Alaska Airlines”, dijo.
De acuerdo a mi lectora, el personal de Alaska Airlines a su vuelta a Los Ángeles no fue cordial ni mucho menos razonable. “Fueron prepotentes, no entendieron la situación por la que pasamos. Lo peor de todo es que no nos van a reconocer los gastos extras que incurrimos en la compra de otros pasajes. Tampoco reconocerán los costos de hotel por la noche que tuvimos que pasar en Los Ángeles”, comentó con tono de enojo.
Existen muchas cuestiones a considerar en este incidente de Alaska Airlines. Inicialmente, no podemos cuestionar una decisión de prevención por parte de sus operadores. Decisiones erradas de pilotos, como sucedió recientemente con la aerolínea de Asiana en San Francisco, pueden causar problemas mayores que repercuten a nivel nacional e internacional.
Sin embargo, Alaska tiene responsabilidades con sus pasajeros y deben responderlas. La decisión de no aterrizar en México fue una decisión de esta empresa. El personal de Tráfico Aéreo de México aparentemente autorizó la utilización de sus instalaciones para aterrizaje y despegue.
Por consiguiente, Alaska Aerolines debe reconocer los extra gastos ocasionados a mis lectores y a todos los pasajeros que tuvieron que invertir en la compra de sus pasajes en otras aerolíneas.
Vivimos en un mercado libre, en donde el usuario o el cliente tiene la capacidad de elegir sus productos y servicios de acuerdo a la calidad que le ofrecen los comerciantes o negociantes.
Alaska Airlines tiene la obligación de reconocer los gastos extras que incurrieron sus pasajeros en una decisión que fue enteramente de esta organización.
(Humberto Caspa, Ph.D. es profesor e investigador de Economics On The Move)