Bergoglio vuelve a América Latina ahora como Papa (fotos)
Francisco llega el lunes a Río de Janeiro donde buscará afianzar su mensaje revolucionario frente a millones de peregrinos en la Jornada de la Juventud
Llamará a “ir contra la corriente”, a no tener miedo, a buscar “cosas grandes” y a “no dejarse robar la esperanza” que da Jesús. Convocará al mundo a ir al encuentro de los más débiles, de los más pobres, de los relegados y a reemplazar la lógica del poder y del dinero por la de la globalización de la solidaridad.
En el primer viaje internacional de su pontificado, que comienza este lunes y durará hasta el domingo, Francisco no sólo les hablará a los millones de peregrinos llegados desde todos los rincones a Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
El Papa se dirigirá a América latina y a todo el mundo con su estilo austero y humilde, y con un mensaje que muy pocos pontífices desplegaron con tanta fuerza e insistencia en los últimos siglos: el de la necesidad de una “Iglesia pobre para los pobres”. En su primera prueba internacional, Francisco, que con sus gestos de simplicidad cautiva, por igual, a creyentes y no creyentes, se enfrenta a varios desafíos.
El principal es revitalizar a la Iglesia Católica en el continente con más católicos en el mundo. En Brasil y en muchos otros países de la región, el avance de las sectas y de las iglesias evangélicas derivó en una verdadera sangría de fieles.
Por otra parte, si bien millones de brasileños, latinoamericanos y jóvenes del resto del planeta que asistirán a la JMJ se declaran católicos, en un mundo cada vez más secularizado, muchos de ellos no son practicantes.
Los reiterados llamados a una Iglesia simple, cercana a los pobres, coherente, fiel al Evangelio son las armas que desplegará Francisco en su primer viaje internacional, que estará bajo la lupa de los peregrinos, los dirigentes de otros países y los más de 5,000 periodistas que participarán de un evento descripto en Brasil como el “Woodstock” de los católicos.
Precisamente allí, ese modo de ser espontáneo y ajeno a la pompa -en las antípodas de la figura inaccesible del Pontífice-monarca- le asegura una sintonía plena con los jóvenes que asistirán a la JMJ. “Queridos jóvenes, sé que muchos de ustedes están aún en camino a Río. Que el Señor los acompañe durante el viaje”, les escribió el sábado por Twitter.
Desde que el 13 de marzo pasado se convirtió en el primer Papa latinoamericano y jesuita, Francisco demostró una inmensa “onda” con los jóvenes. Su experiencia como exarzobispo de Buenos Aires que caminaba sus calles para conocer los problemas de su grey fue la clave del éxito.
Con ese estilo de quiebre, en estos primeros meses evitó tocar delicados temas de moral sexual, despertando críticas en los sectores más tradicionalistas. Si bien se pronunció abiertamente en favor de la vida desde su concepción, jamás mencionó la palabra “aborto”, ni condenó el matrimonio gay, legalizado en muchos países católicos, como la Argentina.
Francisco, de 76 años, prefiere transmitir el mensaje en clave positiva. “No debemos ver los Diez Mandamientos como limitaciones a la libertad, no, esto no es así. Los debemos ver como signos de libertad”, dijo.
Los Diez Mandamientos -según Jorge Bergoglio– enseñan a vivir el respeto de las personas, venciendo la codicia de poder, de posesión, de dinero, a ser honestos y sinceros en nuestras relaciones, a cuidar toda la creación, a fomentar ideales altos, nobles, espirituales. Básicamente, los Diez Mandamientos son “una ley de amor”, sentenció el Papa.
En poco más de cuatro meses de pontificado, Francisco dio muestras concretas de un estilo de gobierno descentralizado y más colegial, en línea con el Concilio Vaticano II.
Creó una comisión de cardenales de todos los continentes que debe asesorarlo para reformar la curia y ayudarlo en el gobierno universal de la Iglesia; otra para investigar el IOR, el banco del Vaticano bajo sospecha de operaciones turbias, y, anteayer, una comisión de técnicos laicos que deberá revisar y hacer más trasparente el resto de las operaciones financieras del Vaticano.
En Brasil, Francisco, jesuita hasta los tuétanos y buen diplomático, evitará empantanarse en discusiones puntuales de política interna o de otros países de la región. Fiel a su estilo sin vueltas, sin embargo, no dejará de hablar en términos generales de una situación de América Latina, su continente, y del mundo, en muchos casos dramática.
Si bien como en muchos otros países del planeta, en Brasil hubo fuertes avances en la lucha contra la pobreza, también siguen existiendo graves injusticias sociales, y una impresionante brecha entre ricos y pobres.
En ese sentido, la visita a una de las 763 favelas de Río representa otro mensaje claro y directo del Papa de los pobres, que también irá a un hospital donde atienden a marginados y drogadictos, y se reunirá con menores presos.
En esas oportunidades, así como en su encuentro con miembros de la clase dirigente brasileña, Francisco aludirá a esta realidad.
Probablemente volverá a decir que le parece un escándalo que el mundo se conmueva más con la caída de los mercados financieros que con el drama de que haya millones de chicos que se mueren de hambre.
Dirá que la política y la economía deben estar al servicio del hombre y que la crisis económica es, ante todo, una crisis ética, una crisis del hombre que se ha olvidado de la trascendencia, de los valores cristianos. Además, condenará la corrupción, para él, uno de los peores pecados, así como la dominante cultura de lo provisorio, de lo descartable y la “globalización de la indiferencia”.
El viaje será la primera vez que el exarzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, cruce el Atlántico como Pontífice. La última vez que lo hizo era un cardenal que, a fines de febrero, viajaba a Roma para participar del cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI, primer papa que renuncia en la historia moderna de la Iglesia Católica.
Si entonces cundía el desconcierto entre los fieles, ahora reina el entusiasmo por un Santo Padre que quiere tocar, abrazar y bendecir a su gente y que, justamente, por eso rechazó moverse en un Papamóvil blindado, para horror de quienes se ocupan de su seguridad.
El sábado Francisco fue a la Basílica de Santa María la Mayor para pedirle a la Virgen Salus Populi Romani -de la que es devoto y ante quien estuvo rezando en silencio media hora- su protección para la JMJ.
El exarzobispo de Buenos Aires casi desconocido en su momento regresa a su América Latina natal como uno de los máximos líderes morales del planeta. Es un viaje “heredado” por su predecesor, Benedicto XVI, que se convertirá en el escenario ideal para que “el Papa Bergoglio“, como lo llaman en Italia, despliegue todas sus armas para terminar de cautivar al mundo.