Mexicanos marchan para salvar a Tamayo de la ejecución

Paisanos de Edgar Tamayo, condenado a muerte en Texas, marchan en Cuernavaca pidiendo clemencia al gobernador Rick Perry

Vecinos de Edgar Tamayo en Miacatlán, desfilan en Cuernavaca. México y piden que se suspenda la ejecucón de Edgar Tamayo en Texas.

Vecinos de Edgar Tamayo en Miacatlán, desfilan en Cuernavaca. México y piden que se suspenda la ejecucón de Edgar Tamayo en Texas. Crédito: Gardenia Mendoza / La Opinión

CUERNAVACA, México.- Letra a letra, Edgar Tamayo forjó durante 20 años la red de apoyo de sus paisanos que clamó el perdón de la pena capital al gobernador texano Rick Perry entre marchas y consignas desde las calles de esta capital del céntrico estado de Morelos, al sur de la Ciudad de México.

“Si Dios está contigo, quién contra ti”, gritaban a coro cientos de inconformes procedentes de Miacatlán, su pueblo, con quienes mantuvo una comunicación ininterrumpida a través de cartas.

Esas misivas no eran un asunto de cálculo del mexicano sentenciado a la pena de muerte para las 6:00 de la tarde de este miércoles, sino algo más de sangre o del corazón. Del terruño que llama.

Porque una vez que llegó a la cárcel en 1994, no hizo más que escribir y escribir a la gente del pueblo, recordaron en la manifestación.

“Edgar, amigo, Miacatlán está contigo”, dijo a garganta partida Magdalena Arriaga, una ex religiosa de la congregación de las Hijas de la Cruz en quien Tamayo se apoyó para soportar los años de prisión.

“Nunca dejamos de escribirnos desde que yo empecé para echarle porras como miacatlense”, detalló. “Él se aferró mucho a Dios, a leer los salmos, analizarlos y comentarlos conmigo y con el sacerdote Gulmaro que nació en Morelos, pero radica en Baja California”.

Los amigos presentes en las calles de Cuernavaca revelaron en voz alta la necesidad de Tamayo de ser parte de la vida cotidiana de Miacatlán, un pueblo campesino dedicado a la zafra, donde la vida transcurre lentamente como en cualquier sitio de menos de 6,000 habitantes.

Melissa Martínez cargó en su bolso un sobre donde Tamayo escribió con tinta positiva por ahí en 2006 sus esperanzas de volver: “ya verás que pronto voy a estar con toda la paisanada”… y “por cierto, cuéntame: ¿quién se casó con quién? ¿todavía hay muchas fiestas? ¿has visto a los amigos?”.

La mujer muestra con tristeza el papel apenas unos instantes antes de regresar con furia a las consignas: “Gobierno de Texas no violes los derechos de Edgar Tamayo”.

Los abogados del sentenciado y el gobierno mexicano reclaman la violación al derecho del inculpado de ser asistido por el consulado de su país tras su detención, después del incidente donde murió un oficial de policía tras detener al mexicano por acusaciones de robo en estado de ebriedad.

“Quiero regresar”, escribió a su amigo Cuauhtémoc Sotelo, quien lo visitó dos veces en la cárcel en 1998 y 2000, y ayer se enfilaba como uno más de los que pedían la condonación de la pena.

De esos encuentros, Tamayo le dedicó una foto donde ambos están en la prisión de Texas, separados por la infraestructura de las salas de visitantes, aunque muy unidos por la memoria del mismo pueblo que hoy lo acoje con cariño, independientemente de los hechos.

La semana pasada, cuando los padres y hermanos partieron rumbo a Estados Unidos para cumplir la voluntad del hijo mayor de estar a su lado el día de la aplicación de la inyección letal, los vecinos, parientes y amiegos llevaron las últimas cartas para Tamayo, quizá las últimas que lea en su vida.

Una de ellas reza así: “No tengo palabras que puedan mitigar el dolor de la fecha que se aproxima, sólo te digo que si finalmente otra puerta se abre será para estar en un lugar mucho mejor, donde espero alcanzarte algún día”.

En esta nota

EjecuciónTamayo Texas
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain