Entre la espada y la pared

El recetario de excusas republicanas para la inacción en materia migratoria se queda sin ideas. La más reciente, dada en el contexto del Obamacare, es que el presidente Barack Obama no es de fiar porque es “incapaz” de aplicar las leyes debidamente y que por eso no vale la pena aprobar una nueva ley de inmigración.

Claro está, si de aplicar las leyes migratorias se trata, esta administración ha aplicado la ley celosamente y de manera cuestionable pasando por alto la presunta discreción procesal, que se supone haga que se concentren en verdaderos criminales y no en quienes podrían legalizarse con base en la reforma migratoria que irónicamente la propia administración apoya.

Así, una vez más, la comunidad inmigrante y los familiares y amigos, ciudadanos y residentes que la apoyan, aguardan entre la espada y la pared: entre un Partido Republicano negado a ofrecer una solución legislativa argumentando falacias y ridiculeces; y una administración demócrata deportando inmigrantes en cifras récord.

En el caso de los republicanos, con su más reciente excusa sobre la desconfianza de que Obama implemente las leyes debidamente, el presidente de la Cámara Baja, John Boehner, plasma las profundas divisiones del caucus republicano sobre cómo y cuándo manejar el tema migratorio, que hasta ahora parece ser de ninguna manera y nunca; demuestra que el ala antiinmigrante sigue rigiendo el discurso migratorio de ese partido y tiene más peso que una mayoría bipartidista integrada mayormente por demócratas y algunos republicanos que sí desean que este tema salga de la mesa, particularmente antes de las elecciones del 2016. Refleja que obviamente no existen los votos de una mayoría de la mayoría republicana.

Asimismo, las amenazas de que los puestos de liderazgo republicano estarían en juego si insisten en impulsar una reforma migratoria, así sea por partes, parecen estar jugando un papel en el “reversazo” del liderazgo que hace dos semanas presentó sus principios de reforma migratoria. Los republicanos no ven más allá del 2016, cuando enfrenten otra elección presidencial sin haber superado su fama de antiinmigrantes y sin haberse redimido ante los votantes latinos que necesitan para ganar la Casa Blanca.

Sin una reforma migratoria este año por la vía legislativa, lo natural es que la presión de los grupos pro inmigrantes gire hacia la administración Obama pidiéndole que use su poder ejecutivo para amparar de la deportación a un grupo más nutrido de indocumentados, como hizo con los Dreamers en 2012, año de elecciones generales.

El mismo poder ejecutivo del cual, según los republicanos, Obama abusa y que le ha costado la confianza del público estadounidense.

Los republicanos se niegan a ofrecer la solución migratoria legislativa permanente que se necesita y, al mismo tiempo, atacarían cualquier viso de acción ejecutiva para amparar a ciertos grupos de la deportación, como ejemplo de que el presidente va por encima del Congreso y no es de fiar.

Los inmigrantes no son los únicos entre la espada y la pared. Los republicanos están entre su intransigencia y la irrelevancia política; Obama está entre las deportaciones, su promesa incumplida y su legado en juego.

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