Injusticias cotidianas

En la frontera con Canadá del Norte de Nueva York trabajadores latinos en campos agrícolas sufren injusticias diariamente. Con sueldos que nunca alcanzan sus necesidades, conocen los lugares donde reparten comida gratis – comida que en muchos instantes sus manos cosechan. No salen de sus hogares temporeros, ni siquiera durante el fin de semana, porque temen el hostigamiento de la policía y la migra. No pueden detener la explotación de sus niños porque leyes estatales permiten exigir el trabajo de un niño de solo doce años, pagarle menos que el salario mínimo, y tratarlo como un adulto. Así que el repollo que comes en tu casa puede ser cosechado por un niño latino explotado por su mano de obra.

Hay apenas un baño portátil en el campo, cerca de donde empezaron a cosechar en la madrugada, pero que al mediodía queda a más de una milla de distancia. Al capitán no le importa y otorga solo cinco minutos de descanso para aliviarte. ¿Podrás correr una milla en cinco minutos – ida y vuelta? Si eres mujer tienes que vivir bajo la amenaza de acoso sexual. Vecinos blancos que simpatizan con los trabajadores hacen un circulo al final de la misa dominical para evitar que la migra acose a los latinos feligreses. Si te mandan a trabajar más de 40 horas semanales, no pagan extra por el sobre tiempo. No tienes derecho a un día de descanso durante la semana.

Jazmín Chávez quien trabaja en LatinoJustice y David Galarza, un líder sindicalista, viajaron más de cinco horas para ser testigos de estos acontecimientos en el Condado de Wayne, en la orilla del lago Ontario, en la frontera estadounidense y canadiense. Se unieron a una delegación de la ciudad de Nueva York organizada por el Ministerio Rural y Migratorio y pasaron tres días viviendo comunalmente en el campo compartiendo con trabajadores agrícolas, líderes comunitarios y hasta dueños de fincas para obtener un mejor conocimiento de la batalla que hizo famosa el líder César Chávez tantos años atrás.

“Viven en un estado de temor constante y no puedo creer que en estos tiempos modernos y en un estado tan liberal como Nueva York se promueve tanto sufrimiento,” dice Chávez. Galarza añade: “Cada persona en Nueva York, hasta en el país entero, tiene que estar consciente de las injusticias que se cometen al principio de esta cadena de sembrar, cosechar, transportar y vender nuestra comida.”

Ambos señalaron que el Departamento de Policía Estatal trabaja a brazo y brazo con la migra federal en actos de perfil racial que nunca toleraríamos en la ciudad de Nueva York. Bloquean vías de ingreso y salida de áreas residenciales, parando y revisando cada vehículo sin permiso de las cortes. Vigilan celebraciones de la misa católica. Estacionan sus patrullas en las escuelas a la hora de salida. Tan frecuentes son estas olas de represión escolar que vecinos simpatizantes se quedan con los alumnos latinos hasta que las patrullas huyen y los padres pueden salir de la sombra.

Hay una raya de esperanza aquí, sin embargo. Un proyecto de ley en Albany, el “Farmworkers Fair Labor Practices Act” establecería ciertas reformas laborales que eliminarían lo peor de ser un trabajador agrícola en Nueva York. Necesita apoyo para lograrlo, y no cambiaría el hostigamiento y perfil racial de la policía, pero es una reforma crítica en la vida de la gente que hacen posible es sostén de cada día.

Para las otras injusticias cotidianas necesitaremos prestar más atención, activismo, conocimiento e ira a las condiciones que sufren nuestros latinos en los campos agrícolas.

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