Polonia ya reza a su nuevo santo: Juan Pablo II

Desde ahora el santoral polaco ya cuenta con el patrón de los polacos libres, el mismo que en 1979, iluminó a sus compatriotas con una homilía desafiante en pleno auge del comunismo

Juan Pablo II y Juan XXIII

Juan Pablo II y Juan XXIII Crédito: EFE

Varsovia.- Polonia fue este domingo el escenario de la otra canonización de Juan Pablo II, aunque para la mayoría de polacos el que fuera papa hasta 2005 ya era un auténtico santo, que apoyó al país en los años más duros del comunismo y guió al sindicato Solidaridad hasta la conquista de la democracia.

Desde ahora el santoral polaco ya cuenta con el patrón de los polacos libres, el mismo que en 1979, en Varsovia, iluminó a sus compatriotas con una homilía desafiante en pleno auge del comunismo.

“Sin el Papa Wojtyla no habría existido (el sindicato) Solidaridad, aquella experiencia única que nos unió en una lucha pacífica por la libertad”, dijo el histórico Lech Walesa, líder de aquella Solidaridad, premio Nobel de Paz y primer presidente de la Polonia democrática.

Hoy miles de polacos recuerdan a su papa, desde Varsovia hasta Cracovia, donde Karol Wojtyla fue obispo antes de convertirse en pontífice, pasando por su localidad natal, Wadowice, donde pantallas gigantes retransmitieron la canonización, mientras las calles están engalanadas con banderas nacionales y del Vaticano.

En Polonia el júbilo es prácticamente unánime y las voces críticas con la figura de Juan Pablo II casi inexistentes, ya que la figura del papa polaco no sólo es la de un líder religioso sino también la del artífice de la libertad.

“Su recuerdo nos da esperanza y fuerza, ojalá su espíritu esté presente en mi país y nos traiga la libertad en paz”, manifestó a Efe Olga Shechuk, una peregrina llegada desde el oeste de Ucrania para pasar estos días en la tierra de Karol Wojtyla, algo que también han hecho otros fieles de todo el mundo.

“Nos parecía bonito pasar estos días aquí, en el país del papa”, explicaba a Efe Carmen Álvarez, una turista española que compartió la canonización con otros cientos de polacos desde la plaza Pilsudskiego de Varsovia, el escenario donde en 1979 Karol Wojtyla pronunciaba la homilía que para muchos supuso el principio del fin del Telón de Acero.

“Nos dio esperanza, nos mostró la luz, tenemos que agradecerle lo que somos hoy, es un santo hasta para los que no creen en Dios”, dijo a Efe Marlena Wultanska, unas palabras que sintetizan la unanimidad que existe en Polonia a la hora de valorar el legado político de su papa, por encima de ideologías.

En el país no existen dudas sobre si Juan Pablo II ha sido canonizado demasiado rápido o si se enfrentó con decisión contra la pederastia en el seno de la Iglesia, tampoco sobre su relación con su amiga Wanda Póltawska o su visión moral para algunos críticos demasiado conservadora.

“Él siempre hizo lo que consideró correcto, era un santo pero también humano”, afirma tajante Marlena para poner fin a la conversación.

Como Marlena, miles de fieles se congregaban desde primerísima hora de esta mañana en los tres puntos principales donde se vivió hoy la canonización en Polonia: Varsovia, Cracovia y Wadowice, donde la basílica estaba repleta mientras su hijo predilecto subía a los altares tan sólo nueve años después de su muerte.

Junto con las misas y la retransmisión en vivo de la canonización, en otras ciudades como Poznan (oeste de Polonia) el tenor Plácido Domingo ofrece un concierto en honor a Juan Pablo II, incluyendo algunas obras especialmente compuestas a partir de poemas del propio papa.

En Breslavia (suroeste) tranvías y algunos edificios públicos muestran citas del pontífice, mientras en Cracovia se desplegó un espectáculo multimedia en los muros del palacio episcopal.

El papa Francisco proclamó la santidad de Juan Pablo II y Juan XXIII ante medio millón de peregrinos llegados de todo el mundo a la Plaza de San Pedro y sus aledaños, según datos del Vaticano, que estimó en cerca de 800.000 los que se congregaron en Roma para la ocasión.

Uno de los momentos más emotivos del acto fue cuando la costarricense Floribeth Mora, segundo milagro de Juan Pablo II, subió al altar del pontífice polaco para llevar una de sus reliquias y la plaza al completo estalló en vítores y aplausos.

Hombres y mujeres polacos, algunos incluso vestido con trajes típicos del país, levantaron sus banderas en homenaje al nuevo santo de su país.

Banderas de España, Colombia, México, Brasil, Costa Rica, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y de otras partes del mundo pintaron de color la capital del catolicismo, donde sin duda alguna los tonos predominantes fueron el rojo y el blanco de la insignia de Polonia.

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