En busca de prosperidad, adolescente quiché realiza cruce a EEUU

Rubén Mach, de 17 años, huyó de la pobreza de su natal Guatemala

Miedo, hambre, asaltos y cautiverio forman parte de la odisea que vivió el adolescente indígena quiché Rubén Mach en su travesía desde el pueblo de La Ceiba en Guatemala hasta Brooklyn.

Huérfano de padre y hastiado de la pobreza, la madrugada del 23 de marzo se despidió de su madre y de sus dos hermanas con promesas de bonanza.

Mach, de 17 años, se encomendó a Dios y se guardó en el corazón la bendición de su madre para aventurarse en una arriesgada cruzada que empezó penetrando la frontera mexicana.

“Fueron ocho difíciles días hasta Reynosa”, susurra con timidez el adolescente, quien aparenta unos 12 años por su baja estatura y su cuerpo delgado. Articula algunas frases en español, pero necesita de traductor para expresarse.

Su tío paterno, Manuel Mach, vecino de Bay Ridge desde hace unos cinco años, financió el viaje, el cual inició en la compañía de otro tío.

Rubén cuenta en quiché su travesía en La Bestia, conocido como el tren de la muerte que cruza México de sur a norte con inmigrantes aferrados al techo de los vagones.

“El coyote me decía no te duermas aunque estés muy cansado”, murmura, llevándose las manos a los ojos. Los temidos relatos de abuso que había oído de otros niños migrantes de su caserío (comunidad rural) se hicieron reales en Arriaga, Chiapas, cuando su grupo fue asaltado.

“Pararon el tren y hombres armados subieron. Nos quitaron todo“.

En Reynosa, la situación no fue más segura. El adolescente se ocultó 24 días en casas de seguridad controladas por los coyotes antes de cruzar el río Bravo en lancha. Apenas comía.

Yo era el único menor. Venía con mi tío, pero nos separamos en el río”, apuntó. “Éramos 24 los que subimos a la lancha. Al otro lado nos esperaban dos camionetas”.

En McAllen, Texas, la patrulla fronteriza interceptó los vehículos. Sus ocupantes huyeron y se dispersaron en el inhóspito paraje intentando evadir a los agentes.

Caminé 4 millas y me escondí en un sembradío hasta que me encontraron”, contó.

Pasó tres días en una cárcel de inmigración. Luego fue transferido a un centro de menores en donde permaneció más de un mes.

Rubén describió su estancia como rigurosa, pero digna. Comía tres veces al día, aprendió arte y acudió a la escuela. Recuerda una disciplina infranqueable.

“Estudié hasta sexto de primaria. Fue bonito regresar a la escuela“, comentó con una sonrisa. “Papá murió cuando yo era bebé. No teníamos dinero”.

Sin familiares que lo reclamaran, Rubén encaraba una deportación segura. Su tío Manuel no habla inglés ni español, un obstáculo para solicitar la tutela del menor; sin embargo, su lengua quiché le abrió la puerta con los suyos en el programa bilingüe Voces sin Fronteras, transmitido en la radio comunitaria Nojibal Stereo. El programa en internet enlaza a los quichés de Nueva York con sus familiares en Guatemala.

Leobardo Ambrocio, jornalero y creador del programa, fue contactado por la madre de Rubén.

“Todos nos conocemos, somos parte de la misma aldea y hablamos la misma lengua”, dijo Ambrocio. “Me sentí comprometido en ayudar. También vine solo a la gran ciudad”.

El visible líder quiché solicitó la tutela de Rubén con la autorización de la madre. Luego de trámites y notarización de documentos, y con la asesoría legal de la organización The American Friends Service Committee, el chico fue liberado y traído a Nueva York por un oficial.

La semana pasada, unos dos meses después de iniciada la odisea, pudo reunirse por fin con su tío Manuel. Aunque no tiene todavía residencia legal, está autorizado a permanecer en el país.

“Estoy luchando por una beca. Rubén tiene el sueño de la educación”, dijo Ambrocio. “Empieza una nueva vida, pero no solo. Yo estoy aquí y también nuestra comunidad”

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