Ferguson repite dolorosos errores
Comparan los disturbios civiles en esta urbe con la crisis actual que se vive en Fallujah

Las protestas contra la policía de Ferguson no dan tregua mientras la respuesta de las agencias del orden van en escalada. Crédito: EFE
WASHINGTON, D.C.— La ciudad de Ferguson, infestada por una alta tasa de criminalidad, ha sido comparada con la convulsionada urbe iraquí de Fallujah, mientras aumentan las presiones para que adopte mejores prácticas policiales.
Ni el reciente toque de queda de tres días ni el despliegue de la Guardia Nacional han logrado calmar los ánimos en ese suburbio de St. Louis (Missouri) tras la muerte del joven afroamericano, Michael Brown, quien murió desarmado a manos de un agente de policía.
“Ferguson se parece más a Fallujah que a la Ferguson de las décadas de 1960 y 1970… tenemos a una comunidad que ha quedado básicamente al margen del progreso racial” y eso ha frustrado a la población negra, dijo el legislador demócrata de Missouri, Emanuel Cleaver, a la cadena televisiva MSNBC.
Ante imágenes de policías armados para una guerra, el presidente Barack Obama apoya revisar el uso de un programa del Pentágono que permite militarizar a la policía porque, su juicio, es una raya que no se debe cruzar.
Expertos consultados por La Opinión, coincidieron en que, para restablecer el orden y la paz, la policía de Ferguson debe tomar lecciones de departamentos policiales en otras ciudades que han logrado mejorar las relaciones con la comunidad que protegen.
“Tiene que haber un entendimiento de que los gobiernos tienen la responsabilidad de respetar el derecho a manifestaciones pacíficas. La policía debe dar prioridad a la resolución pacífica de disputas, para evitar una escalada de confictos o el uso excesivo de la fuerza”, explicó Steven Hawkins, director ejecutivo de Amnistía Internacional USA.
Su grupo señala en un informe ejemplos de cómo otros países en Europa y algunas ciudades en EEUU han manejado manifestaciones y situaciones volátiles.
Tras los disturbios del barrio Mt. Pleasant, en Washington, D.C., en 1991, la policía creó una “unidad de enlace latino” que ha estrechado las relaciones con la comunidad inmigrante y ha mejorado la seguridad ciudadana, según Kristian Ramos, portavoz de la alcaldía capitalina.
En Los Ángeles (California), los disturbios tras la golpiza que recibió por parte de agentes de policía el afroamericano Rodney King en 1992, dieron pie a la contratación de más agentes minoritarios y la revisión de las prácticas del uso de la fuerza, y mejoró la vigilancia policial. Las tensiones raciales mejoraron significativamente entre 1992 y 2010.
Ryan Campbell, de la “Dream Action Coalition” señaló el caso de la masacre de cuatro estudiantes en mayo de 1970 en la Universidad de Kent State por parte de la Guardia Nacional de Ohio, que produjo protestas en todo EEUU. El caso ayudó a crear programas para la resolución de conflictos, y la Guardia Nacional adoptó medidas para mejorar el control de multitudes.
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La Conferencia de Alcaldes de EEUU ha destacado las buenas prácticas policiales en muncipalidades como Lincoln (Nebraska), Anaheim (California), y el condado Miami-Dade (Florida), que incluye mejor vigilancia en zonas de riesgo.
Para Bill Bratton, jefe de policía de Nueva York por segunda vez, el fracaso institucional en Ferguson se debe a demasiado énfasis en la respuesta al crimen y no en programas de prevención.
Bratton, quien dirigió la policía en Los Ángeles durante siete años, dijo al diario The Wall Street Journal, que la prueba de fuego de la eficacia de la policía “es la ausencia del crimen y el desorden, no la evidencia de la acción policial para contenerlos”. Bratton aconseja aplicar la teoría de las “ventanas rotas”: controlar los delitos menores para que no se vuelvan problemas mayores.
Aunque asuntos como la pobreza, el racismo y falta de oportunidades son caldo de cultivo para la violencia endémica, el problema inmediato es el caos derivado de la falta de buenas prácticas de vigilancia policial.