Por qué le lloré a Gustavo Cerati

Victoria Infante es periodista t combina su pasión por escribir y por sus dos hijos pequeños en el blog sermamalatina.com.

La madre de Gustavo Cerati, Lilian Clark (2-i), acompañada de sus familiares, saluda a los admiradores de su hijo.

La madre de Gustavo Cerati, Lilian Clark (2-i), acompañada de sus familiares, saluda a los admiradores de su hijo. Crédito: EFE

Me enteré de la muerte de Gustavo Cerati luego de haber dejado a mis hijos en la guardería. Mientras mi esposo manejaba, yo tomé mi teléfono y comencé a revisar mi página de Facebook.

Me topé con el mensaje de una amiga argentina, en el que agradecía al músico haberla inspirado a dedicarse al periodismo.

“Algo pasó con Cerati”, pensé de inmediato. Seguí leyendo los posts y otro amigo confirmó mi sospecha. Escribió, “RIP Gustavo Adrián Cerati”.

“Max, murió Cerati”, le dije a mi esposo. “Siento ganas de llorar”, le dije, cuando en realidad ya tenía los ojos llenos de lágrimas.

Una etapa muy bella de mi vida pasó por mi mente. Fiestas, bebidas, novios, cachondeo, todo alrededor de Soda Stereo, la titánica banda argentina que lideró Cerati en los años 80.

Qué tristeza sentí. Fue una tristeza que he sentido por pocos artistas. Como si se tratara de un primo hermano. Como si se hubiera ido también un trocito de mi alma.

Cuando pasó el shock, pensé en que era lo mejor para el rockero. Ya tenía cuatro años en coma luego del fatídico 15 de mayo de 2010, cuando sufrió un accidente cerebrovascular luego de un concierto que ofreció en Venezuela.

Pensé que su madre, Lilia Clark, por fin estaría tranquila, sin más esperanzas vanas de que su hijo se recuperara. Entonces me di cuenta de que eso fue lo que me destrozó el corazón, ponerme en el lugar de Lilia, la mujer que se encargó en todos estos años de alimentar nuestra fe de que su hijo podría despertar algún día.

No sé los detalles de la muerte de Cerati, pero yo hubiera hecho lo mismo que Lilia por cualquiera de mis hijos: irme a vivir al hospital con él, besarlo todos los días, hablarle, acariciarlo, contarle las travesuras que hacía cuando era pequeño; lo orgullosa que me siento de ser su madre. No importa el estado. Sentir su sangre correr, a como dé lugar, es suficiente para decir que un ser está vivo.

Gustavo tenía 55 años. Mis hijos están pequeños, pero no hay diferencia. Supongo que la muerte de un hijo duele igual tenga la edad que tenga.

Por eso lloré por Cerati, pero sobre todo por Lilia, quien a fin de cuentas dejó ir a su hijo con una entereza de hierro.

El día de la muerte, no quise volver a abrir mi página de Facebook. Sabía que encontraría decenas de post sosos hablando de la partida del artista.

Preferí homenajearlo a mi manera, escuchando su música, acariciando su voz.

Victoria Infante comparte en su blog Ser Mamá Latina experiencias, noticias y datos sobre la familia y la crianza de sus propios hijos, que son útiles para cualquiera.

En esta nota

GustavoCerati
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain