Doctor ‘Q’ aboga por más latinos en ciencias
Neurocirujano mexicano dirige un laboratorio donde se busca la cura contra el cáncer
maría.peña@ImpreMedia.com
Washington, D.C.
El neurocirujano mexicano Alfredo Quiñones empezó su vida en EEUU como un campesino en el Valle de San Joaquín, California. Ahora sueña con encontrar una cura para el cáncer, pero también con ver a más latinos en carreras de ciencias.
Médico, autor e investigador, Quiñones dirige en la Universidad Johns Hopkins el Programa de Cirugía de Tumores Cerebrales y desde 2005 también está al frente del laboratorio que hace investigaciones con células madre para combatir tumores.
Desde su laboratorio con 25 científicos en Baltimore, se dedica a su “semillero” para formar a científicos e investigadores de toda América Latina, con la esperanza de desentrañar los misterios del cáncer.
“Los hispanos nos ponemos muchos obstáculos, pero no debe ser así. He abierto cerebros de judíos, musulmanes, cristianos, gentes de muchas nacionalidades, y todos somos iguales… solo hay que echarle ganas”, subraya Quiñones, quien ha hecho más de 2 mil operaciones del cerebro en su carrera.
Quiñones entiende el temor de los jóvenes latinos a ser estereotipados o subestimados, pero les da el mismo consejo que a sus hijos, de 15, 13 y 9 años, respectivamente: “todo lo bueno cuesta y hay que tocar muchas puertas”.
“Los jóvenes latinos deben explorar el mundo” hasta encontrar sus verdaderas pasiones, pero es necesario ampliar ampliar su representación en las áreas de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM), explica Quiñones, quien vivió su juventud con pinta de hippie, con el cabello largo.
Diestro en la compleja jerga de la neurocirugía, Quiñones prefiere describirse como un “artista” que, con buen pulso y mucha calma, extirpa tumores, usando las mismas manos que en la década de 1980 le ayudaron a ganarse la vida como campesino en Fresno.
A Quiñones le preocupa la actual ola antiinmigrante y apoya una reforma migratoria porque, pese a que entiende la preocupación por la seguridad nacional, considera que la gente seguirá emigrando para mejorar su calidad de vida. “Hay una verdad inescapable y es que los inmigrantes somos emprendedores y hemos contribuido enormemente a este país. La gente solo quiere una oportunidad”, dice.
Su oficina es un escaparate de sus logros. Adornada con fotografías familiares, figuras de barro de México, y un enorme cuadro con su rostro en óleo que un paciente pintó en agradecimiento por salvarle la vida.
En las paredes ya no hay espacio para más diplomas y reconocimientos, y algunos yacen apilados sobre una mesa. El mes pasado, obtuvo el “Premio Humanitario Gary Lichtenstein”