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Los enfermos mentales del corredor de la muerte en EEUU

El próximo en la lista es Scott Panetti que se tiene previsto sea ejecutado este 3 de diciembre en Texas

Scott Panetti llegó al tribunal vestido de vaquero, con un traje púrpura. Y, entre otros 200 nombres, citó como testigos a Jesucristo y al expresidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.

No fue una actuación, sino su propia defensa en un juicio por doble asesinato, el 22 de septiembre de 1995, en Texas.

Se trató del alegato de un enfermo mental, diagnosticado con esquizofrenia por primera vez en 1978, cuando tenía 20 años, y hospitalizado 11 veces, la primera en 1981 y la última en 1992, por delirios y episodios psicóticos.

Precisamente alegaba demencia y solicitaba ser declarado inocente.

Panetti había rehusado a que un abogado lo representara y un juez lo había aceptado.

Se le juzgaba por lo ocurrido el 8 de septiembre de 1992, apenas dos meses después de haber salido del hospital, cuando tras afeitarse la cabeza y vestido de camuflaje, cogió su rifle de caza y se dirigió a la casa de sus suegros.

Allí vivía su aún esposa, Sonja Alvarado, desde que se separaran un mes antes. Ella también había solicitado una orden de alejamiento.

Al llegar a lugar le preguntó a su mujer y a los padres de ésta, Amanda y Joseph Alvarado: “¿Quién quiere morir primero?”.

Sin esperar mucho, disparó contra sus suegros, quienes murieron en el acto.

Después cambió el camuflaje por un traje más formal y se entregó a la policía.

Por el hecho Panetti fue condenado a la pena capital en 1995.

El juicio fue calificado de circo, farsa, inmoralidad y parodia por las personas que asistieron a él”, dice la organización Amnistía Internacional en el detallado informe que dedicó al caso en 2004, titulado ¿Dónde está la compasión?

Y añade: “Algunos miembros del jurado dijeron que habían votado a favor de la ejecución por miedo”.

Varias apelaciones han frenado la aplicación de la pena de muerte desde entonces, su caso se ha vuelto a analizar en varios juzgados, pero el 25 de noviembre pasado la Corte Penal de Texas determinó la fecha definitiva.

Según lo previsto, lo ejecutarán este miércoles 3 de diciembre, con inyección letal, a pesar de que activistas, prominentes figuras de la política y la justicia estadounidense y grupos religiosos hayan pedido al estado de Texas la revocación de la pena.

Estos argumentan que Panetti no tiene “un entendimiento racional” de por qué va a ser ajusticiado, una razón por la que un reo no debería ser ejecutado, según la más reciente jurisprudencia del Tribunal Supremo.

Y es que el veterano de la Marina de 56 años está convencido de que las autoridades del estado forman parte de “un complot satánico” y que planean matarlo para que deje de predicar el evangelio.

El historial de enfermedad mental de Panetti está bien documentado.

Antes del asesinato de sus suegros, la autodefensa en el juicio y sus explicaciones sobre la supuesta confabulación diabólica en su contra, ya había mostrado episodios de locura.

“Recuerdo unas primeras señales”, contó su madre, Yvonne Panetti, a Amnistía Internacional, recordando su adolescencia pero sin especificar los hechos concretos.

Vinculé su comportamiento con las típicas rarezas adolescentes. Después de todo, era principios de 1970 y la enfermedad mental no se hacía pública ni se admitía“, añadió.

“Me dije a mí misma que Scott era una persona única”.

O aquél episodio de 1986, cuando dijo a su primera esposa, Jane Perry, que el demonio había poseído su casa.

Así que para exorcizar el hogar enterró varios muebles en el jardín.

A finales de 1992, cuando estaba en custodia esperando el juicio, lo volvieron a evaluar, concluyendo de nuevo que padecía esquizofrenia.

Su hermana, Victoria Panetti, lo visitó en prisión a mediados de 1993.

Estaba totalmente paranoico e histérico”, declaró más tarde en el juicio. “Hacía muchas declaraciones irracionales y extrañas“.

En aquel tiempo le habían prescrito medicación contra la psicosis, que tomó hasta marzo de 1995, junto a antidepresivos.

Se dejó de medicar en abril de ese año, alegando haber vivido una experiencia religiosa y que no necesitaba los fármacos. Y así enfrentaría después su juicio.

La primera audiencia para determinar si el estado mental de Panetti lo hacía apto para un juicio se llevó a cabo en julio de 1994.

Fue declarada nula, ya que el jurado no fue capaz de llegar a un veredicto.

En septiembre de 1994 se celebró la segunda vista.

Uno de los abogados que lo defendía, Scott Monroe, testificó que no había podido comunicarse con su cliente, debido a su “pensamiento delirante“.

“En un periodo de dos años y medio nunca vi un cambio en el comportamiento y la conversación de Scott. Siempre hablaba de cosas extrañas. Nunca fue capaz de mantener una conversación racional y con sentido con sus abogados”, detalló.

En esa línea, el psiquiatra presentado por la defensa concluyó que el recluso no era apto para enfrentar un juicio.

Por su parte, la fiscalía se mostró de acuerdo con el diagnóstico de su esquizofrenia y con que su pensamiento delirante podía interferir en su comunicación con los abogados.

Sin embargo, llegó a la conclusión de que era apto para enfrentar un juicio.

Y el jurado estuvo de acuerdo con él.

Ya de cara al juicio, Panetti renunció a su derecho a ser defendido por un abogado.

“Estaba convencido de que sólo una persona demente puede probar la demencia”, explica su hermana en el informe ¿Dónde está la compasión?, de Amnistía Internacional.

“Sus miedos para con los abogados eran totalmente irracionales”, añade.

No obstante, un juez concluyó que Panetti rehusó la representación “voluntariamente y a sabiendas” y permitió que actuara como su propio abogado.

¿Apto para autodefenderse?

“Dios mío, ¿cómo puede nuestro sistema legal permitir que un hombre demente se defienda a sí mismo?”, se preguntaba años después del veredicto Wolfgang Selck, el médico que le diagnosticó esquizofrenia por segunda vez en 1986.

“No es sólo que Scott no era apto para ser enjuiciado, sino que no era moral hacerlo”, se puede leer en su declaración jurada del 9 de junio de 1997.

Scott Monroe, uno de los abogados que le ayudó a preparar su defensa, aseguró que Panetti no hizo uso de la documentación que le había preparado para el juicio.

“No utilizó la información en la que había trabajado. Intentamos preparar una línea de defensa, pero él sólo estaba interesado en su espectáculo”, explicó en una declaración jurada tras el veredicto, el 17 de junio de 1997.

“Le había aconsejado sobre varios temas importantes, pero parecieron no tener sentido para él”.

Incluso Sonja Alvarado, su exmujer e hija de los asesinados, aseguró en una declaración de 1999 que el juicio fue “una gran broma” y un “circo”.

En todas estas opiniones y los sucesos ocurridos antes y durante el juicio se han apoyado las apelaciones que han frenado durante años la ejecución.

Todas ellas han esgrimido su incapacidad mental y han tenido el caso saltando de juzgado a juzgado.

En febrero de 2004, la víspera de ser ejecutado, un tribunal aceptó una de las apelaciones y solicitó un aplazamiento.

Tres años después, en 2007, la Corte Suprema revisó el caso y resolvió que, ante la apelación de su incompetencia mental, Panetti merecía una nueva audiencia, ya que la anterior se había basado en una “definición excesivamente restrictiva de lo que constituye la locura”.

Y es que desde 1986 y con base a la resolución Ford vs Wainwright, la ejecución de alguien “demente” viola la Constitución de EE.UU, aunque queda en manos de cada estado determinar la cordura.

Por lo tanto, el tribunal de más alto rango remitió el caso de nuevo a las instancias estatales.

En un nuevo juicio, el 25 de noviembre pasado, la Corte Penal de Texas se reafirmó en el veredicto de 1995 y estableció la fecha definitiva de la ejecución: el 3 de diciembre.

Lo hizo desoyendo la petición de Amnistía Internacional, que presentó el informe titulado ¿Dónde está la compasión?, la solicitud firmada por 30 fiscales que enviaron al gobernador Rick Perry y a la Junta de Perdones y de Libertad Condicional, así como la apelación de última hora de los abogados que asisten a Panetti.

Estos siguen manteniendo que su inminente ejecución viola la octava enmienda y la decimocuarta, además varias resoluciones internacionales.

Entre otras, las Salvaguardias de Naciones Unidas que Garantizan la Protección de los Derechos de aquellos que Enfrentan la Pena de Muerte (1984) y el Reporte Especial de Naciones Unidas sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias (1997), según explicó a BBC Mundo el Centro de Información sobre la Pena de Muerte.

El señor Panetti cree de forma kafkiana que el estado de Texas, en alianza con fuerzas demoníacas, quiere ejecutarlo para evitar que predique la palabra de Dios. Su creencia es genuina, pero no está basada en la realidad“, explicó a los medios uno de los abogados voluntarios que lo asiste.

“Su convencimiento es resultado de los delirios que le produce una enfermedad mental grave. Aunque parece tener conciencia de las razones por las que el estado le va a ejecutar, la naturaleza de su enfermedad mental le lleva a percibir de forma errónea la conexión entre el asesinato de sus suegros y su condena a muerte. No entiende de forma racional las razones de su ejecución”.

Sin embargo, el tribunal basó su decisión en las conclusiones del psiquiatra que evaluó al acusado, Alan Waldman, en agosto de 2013.

En su informe, el experto escribió que Panetti tenía “pensamientos organizados” y que era “coherente la mayor parte del tiempo”, sobre todo cuando le preguntó sobre la Biblia.

Insistió en que había tratado de “sabotear” su evaluación.

Y concluyó que el acusado tenía “un entendimiento racional de la conexión entre el crimen y la ejecución”, lo que excluyó el argumento establecido por la Corte Suprema para librar a un preso considerado “demente” de la pena capital.

Ya el fiscal general del Estado de Texas había mostrado esa misma posición en un expediente sobre el caso Panetti enviado a la Corte Suprema.

“A pesar de que fue a veces difícil, el tribunal fue siempre capaz de redirigir la atención de Panetti cuando éste divagaba demasiado. Cuando Panetti creía que era importante centrarse en un tema, era capaz de hacerlo”, asegura el texto.

“Por lo tanto, la aparente incapacidad de Panetti de consultar con su abogado asistente fue el resultado de su opción consciente de no cooperar, más que producto de su enfermedad mental”.

Panetti no es la única persona diagnosticada con enfermedad mental por varias psiquiatras y que se enfrenta a una condena de muerte en Estados Unidos.

Otros fueron ejecutados antes.

Como Johnny Garrett, que apuñaló y mató a una monja en 1981.

Había sido diagnosticado con esquizofrenia paranoica y estaba convencido de que la inyección letal no acabaría con él, porque su tía muerta hace años intervendría.

Incluso el papa Juan Pablo II pidió clemencia para él, pero un jurado decidió que era perfectamente consciente de sus actos y de las consecuencias de estos.

Así que le fue aplicada la pena capital en Texas en 1992.

Tampoco se libró de la ejecución a Larry Keith Robison. Había matado a cinco personas en 1982 y fue ultimado en el año 2000, también en Texas.

Y la lista continúa con Monty Allen Delk, James Blake Colburn, Kelsey Patterson, todos ellos ejecutados a pesar de sus documentadas enfermedades mentales.

En todos los casos el jurado no encontró que el entendimiento del crimen y su correspondiente castigo estuviera “distorsionado”.

Es más, una investigación publicada en la revista especializada Hastings Law Journal en junio concluye que de los 100 presos ejecutados recientemente 18 habían sido diagnosticados con esquizofrenia o trastorno bipolar y que otros 36 tenían “serios problemas de salud mental” o se habían vuelto psicóticos debido a la adicción a las drogas.

Y la Asociación Nacional de Salud Mental de EE.UU. calcula que entre el 5% y el 10% de aquellos que esperan en el corredor de la muerte tiene “serias enfermedades mentales“.

Sin embargo, también hay presos que se libraron de la pena de muerte porque los correspondientes jurados los exculparon por su enfermedad mental, señala a BBC Mundo Richard C. Dieter, director ejecutivo del Centro de Información sobre la Pena de Muerte.

“Al menos siete”, informa.

Entre estos está Guy Tobias LeGrande, declarado no apto para la ejecución por su estado mental en 2008 en Carolina del Norte.

A esa misma conclusión llegó un tribunal de Pensilvania sobre el caso de George Emil Banks, quien había matado a 13 personas en un tiroteo en 1982 y que sufría un transtorno psicótico.

Y casos similares son los de Alexander Williams y Arthur Paul Baird, cuyas penas fueron conmutadas en 2002 y 2005. El el caso de este último fue el gobernador del estado de Indiana el que intervino.

Fiscales, activistas, abogados y los familiares de Panetti insisten en que su caso no dista mucho de los recién mencionados.

Pero el recorrido de todas las acusaciones terminará este miércoles con su ejecución.

A no ser que un último recurso presentado por sus abogados ante la Corte Suprema la detenga.

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