Cómo sanar la huella del abandono

Cuando una persona amada se marcha, pasamos por una etapa de duelo que debemos vivir con honestidad para superarla

hijo abandonado

El abandono en la familia o la pareja es una oportunidad para aprender de nosotros mismos. Crédito: Shutterstock

El abandono es dejar sin atención o cuidado a una persona, retirarse de un lugar, renunciar a hacer algo que se inició y, en el caso de los padres, tiene distintas caras: cuando uno de ellos termina la relación de pareja y sigue viendo a sus hijos, cuando la pareja tiene muchos conflictos de los cuales los hijos son testigos y se sienten divididos -con el dilema de ¿a cuál de los padres se debe ser leal?- o cuando simplemente uno de los padres un día, sin decir nada, se va y no vuelven a saber de él.

Si se ha vivido esta experiencia lo mejor es buscar un terapeuta que pueda apoyar y brindar soporte para atravesar por esa situación. No obstante esta recomendación, se debe identificar el tipo de abandono, qué se siente y reconocer a las emociones como naturales e inherentes al ser humano, así como detectar sus distintas manifestaciones: ira, tristeza, amor, alegría y miedo, básicamente.

Para superarlo, es necesario vivir un duelo, el proceso emocional que sigue tras  una pérdida. En esta etapa se siente primero la negación y la esperanza de “esto no está pasando”, “todo se va a solucionar”, “va a regresar”, etc. Lo que sigue es ira y tristeza; en el plano físico la ira se siente en la nuca, se tensa el cuello, la espalda alta, la mandíbula y se manifiesta como rechinido de dientes o contractura de la mandíbula. Generalmente, el comportamiento es de irritación, mal humor y/o dolor de cabeza.

La tristeza se puede manifestar como una opresión en el pecho y puede ser evidente ver el pecho hundido y los hombros rotados hacia el frente, la sensación es de desgano, sueño y deseos de llorar sin una razón aparente.

¿Cómo aligerar la carga?

pareja rompimiento

Un factor de ayuda para atravesar esta situación es contar con una persona que tenga una imagen de autoridad, respeto y confianza que nos escuche y con quien se tenga la oportunidad de expresar los sentimientos de ira y tristeza, sin que necesariamente nos aconseje, sino que solamente nos permita expresar libre y abiertamente lo que sentimos y experimentamos a partir de lo sucedido.

Esta persona puede ser un familiar, un amigo o un maestro, lo ideal es que sea una figura de confianza que nos entienda sin juzgarnos y que sepa guardar nuestros secretos, sin calificar si es bueno o malo lo que sentimos… así lo vivimos y ya.

Para liberar la ira, algunos ejercicios que pueden ayudar son golpear una almohada o el colchón y gritar fuerte. Nunca superficies duras, no debemos lastimarnos físicamente, el objetivo es expresar lo que se siente, incluidas maldiciones y malas palabras. Lo que seguirá de la ira es el llanto, ambas emociones van juntas y una le da salida a la otra, por lo que si se llora mucho, lo que sigue es la expresión de la ira y así sucesivamente.

Nadie nos hace felices si no aprendemos a serlo con lo que somos y tenemos, nadie es responsable de nuestra vida y nuestras decisiones, sólo nosotros mismos. Podemos perdonar y seguir nuestra vida o estancarnos sin soltar el dolor, en cuyo caso el sufrimiento durará hasta que se pueda liberar. Podríamos perder mucho tiempo dando vueltas sin llegar a nada. Aprendamos a soltar, llorar, gritar, liberar y ser libres, para aprender también de nosotros mismos.

– Doctor Jorge Luis Estévez Chavarría, psicoterapeuta Gestalt

Colaboración Fundación Teletón México
“Sé responsable de tu destino”
celeste@teleton.org.mx

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