Auxilio, mi pareja es un hijo de mami
Las desventajas de tener como pareja a un hombre que se mantiene prendido a las naguas de su progenitora

Por lo regular, los matrimonios de los hombres que son hijos de mami terminan en divorcio. Crédito: /Shutterstock
Se enamoró y casó con él por ser cariñoso, detallista y, sobre todo, un muy buen hijo. Pero lo que nunca se imaginó María Rosas es que el amor que tanto siente su compañero por su progenitora iba a ser su dolor de cabeza.
“Me encantó ver la relación que él tenía con su mamá, pero después que nos casamos y empezamos a funcionar como pareja y familia me di cuenta que él era un ‘hijo de mami’. Empezó a criticarme porque no cocinaba ni hacía las cosas igual que ella, siempre la llamaba [y sigue llamando] para pedirle su opinión cada vez que iba a tomar cualquier decisión”, comparte esta mexicana, residente de Los Ángeles y madre de dos hijos.
Rosas tiene ya más de 20 años de casada y asegura que su relación no ha sido fácil porque “siempre ha estado mi suegra en medio”.
Esta misma historia la escucha con frecuencia en su consultorio la psicóloga Anabel Castrezana, vinculada a Kaiser Permanente, de la boca de mujeres de diferentes razas y nacionalidades porque los hombres con “mamitis aguda” se ven en todos los países.
“La relación con un ‘hijo de mami’ es difícil porque, usualmente, las mamás de estos hombres son celosas, posesivas, manipuladoras y siempre están metiendo su cuchara negativa en todo lo que pasa en la casa de su hijo, y nada lo que hace su nuera les va bien”, expresa la psicoterapeuta. “Y por estas acciones de la suegra se generan muchos conflictos entre la pareja”.
Y esto sucede, dice Castrezana, porque la mujer no sabe cómo ponerle límites al esposo ni a la suegra desde el inicio de la relación y al ‘hijo de mami’ le cuesta ponerle un freno a su progenitora a la hora que necesita darle lugar a su esposa.
El problema
“Los hombres con ‘mamitis aguda’ nunca van a salir de las faldas de la mamá, no van a cambiar”, dice Castrezana.
Explica que esto se da por dos razones: porque son hombres con una personalidad pasiva y una madre fuerte, controladora o porque son hombres cuyas mamás no les ponen mucha atención y, entonces, ellos hacen lo imposible para buscar su aprobación, poniéndolas por encima de todo y complaciendo sus caprichos, aún sabiendo que los están manipulando.
Y, lamentablemente, en muchos casos, los matrimonios de estos hombres terminan en divorcio.
La solución
Cuando la relación madre e hijo es enfermiza e interfiere en la relación, aún cuando se haya acudido a una terapia de pareja y familiar, la psicóloga dice que la mujer tiene dos caminos: uno es decidir si quiere llevar este tipo de vida y, de quererlo, entonces tendrá que armarse de paciencia para evitar los conflictos, cerrando ojos y oídos a las acciones y palabras de la suegra y el otro es el de ponerle límites —sin reclamos ni peleas— al esposo y a la suegra al momento que no se le está respetando ni dando su lugar.
“Es realmente difícil llevar una relación con un hombre que cree que la primera y última palabra siempre la tiene la mamá… Es difícil cuando tu hombre, por la dependencia y manipulación de la madre, no sabe cómo imponer a su mamá los límites del respeto hacia su esposa. Creo que nuestro matrimonio ha durado por el amor que nos tenemos ambos y porque mi suegra vive gran parte del año en México”, resume su situación María entre risas.
Señales de alerta
La psicóloga Anabel Castrezana enumera algunas de las señales que desde el noviazgo dicen que el hombre que se ama es un “hijo de mami”. Toma nota.
- Si a pocas semanas y meses del noviazgo empieza a decir:“Porque no invitamos a mi mamá a la cena” o “Me tengo que ir porque mi mamá me llamó para que la lleve a hacer las compras”.
- Cuando esté contigo y va a comprar algo para él llama a la mamá para pedirle su opinión.
- Cuando estás en una reunión con tu futura suegra y ella te descalifica a ti por todo.
- Cuando tu futura suegra te dice: “A mi hijo le tienes que preparar todas las mañanas el café, así, como lo hago yo”.
- Tiene más de 30 años y todavía sigue viviendo con los padres sin necesidad de hacerlo.