La última maestra de la fina, rara y valiosa seda de mar
No la hacen gusanos, sino un molusco, y parece haber sólo una persona que sabe cómo hacer que brille como en los tiempos bíblicos: Chiara Vigo, quien no la vende pues "sería como comercializar el vuelo de un águila".
Unos aldeanos se me quedan viendo cuando toco la puerta del estudio de Chiara Vigo, también conocido como el Museo del Biso, en la isla italiana de Sant’Antioco en Cerdeña.
Un aviso en la puerta dice: “La prisa no vive aquí”. Otro añade: “Nada se vende en esta habitación”.
Vigo está sentada en una esquina lejana del cuarto, rodeada de hilos y telas, tomándole las manos a una joven que tiene los ojos llenos de lágrimas.
Mientras le teje una pulsera, le hace cariños y la mira intensamente. Luego tararea una canción con sus ojos cerrados y le coloca el brazalete en la muñeca.
A continuación, abre las persianas de la habitación para dejar entrar la luz e instantáneamente la pulsera marrón comienza a brillar.
La muchacha se muestra asombrada, pero esto no es un truco de magia.
El brazalete está hecho de un hilo antiguo mencionado en la Piedra Rosetta y supuestamente encontrado en las tumbas de los faraones.
Algunos creen que fue la tela que Dios le dijo a Moisés que colocara en el primer altar.
Se trata del tejido más fino conocido en el antiguo Egipto, Grecia y Roma, y una de sus propiedades notables es la forma como brilla cuando se le expone al sol, tras ser tratada con jugo de limón y especias.
Y también es extremadamente liviana. Vigo me pidió que cerrara los ojos y extendiera mi mano. Sabía lo que estaba por hacer pero aún así, no me doy cuenta cuando un trocito cuadrado de tela me toca la piel.
La materia prima viene de las relucientes aguas azules que rodean la isla.
Cada primavera Vigo se sumerge en el mar para recortar la saliva solidificada de un molusco grande, conocido en latín como Pinna Nobilis.
Lo hace temprano en la mañana para evitar atraer demasiada atención y la acompañan miembros de la guardia costera pues se trata de una especie protegida.
Son necesarias 300 o 400 inmersiones para recoger 200 gramos del material.
Luego comienza a tejerlo, pero como dice el aviso en su puerta no está a la venta.
“Sería como comercializar el vuelo de un águila”, dice Vigo.
“El biso es el alma del mar. Es sagrado”.
Vigo le da la tela a la gente que viene a pedirle ayuda. Puede tratarse de una pareja que tomó la decisión de casarse o que ya lo hicieron, una mujer que quiere tener un hijo u otra que salió embarazada recientemente.
Y es que se cree que el biso trae fortuna y fertilidad.
“Antes eran los emperadores quienes usaban biso, ahora son las jóvenes y la parejas de recién casados”, dice Vigo.
“Mis tejidos son para los excluidos, los pobres, las personas necesitadas”.
Un flujo constante de personas, en su mayoría italianas, llegan en el transcurso del día. Si traen el vestido de bautizo de un niño, ella lo borda.
El padre de Vigo murió cuando tenía ocho años y su madre era una obstetra que trabajaba casi todo el tiempo fuera de casa, así que pasó la mayor parte de su niñez bajo los cuidados de su abuela.
Y fue ella quien le enseño el arte de bordar con biso, algo que había aprendido de su propia madre y que se había transmitido de generación en generación.
“Tejer la seda de mar es lo que ha hecho mi familia durante siglos”, dice Vigo. “Es el más importante hilo conductor para mi familia, fue el hilo conductor de su historia, su tradición”.
Vigo apunta que su familia nunca hizo un centavo de eso. Ella se casó con un minero de carbón y ahora vive de su pensión y alguna donación ocasional.
Según Vigo, fue un oficio traído a Sant’Antioco por la princesa Berenice, bisnieta del Herodes bíblico, Herodes el Grande, durante la segunda mitad del Siglo I.
Su familia sigue siendo judía, a diferencia de muchas otras en el sur de Italia y Cerdeña que se convirtieron al Cristianismo hace mucho, y hasta bien entrado el siglo XX continuaron poniendo la mesa para el Shabbat (el día sagrado) los viernes en la noche sin saber por qué.
Según Gabriel Hagai, professor de Codicología Hebrea de la Ecole Pratique des Haute Etudes en París, Vigo es “el último vestigio” de una combinación de prácticas religiosas judías y fenicias que antes estaban mucho más extendidas en el Mediterráneo.
“Conocí a Chiara por medio de un colega profesor en París y, en un principio fui escéptico”, señala. “Este oficio combina folclore y religión, pero ella nos ha permitido reconstruir una parte olvidada que faltaba de nuestra historia”.
Hasta la llegada de la era de Mussolini aún había mujeres en Italia que trabajaban con el biso, dice Evangelina Campi, una profesora de historia de Italia y autora de la Seta del Mare (La Seda del Mar).
Algunas incluso intentaron montar un negocio.
“La fábrica quebró en tres meses”, dice Campi. “No es algo con lo que se puede tener ganancias. Curiosamente, algo malo le ha pasado a la gente que ha querido fabricar biso a gran escala. Es como si fuese un mensaje de Dios”.
Campi dice que aun hoy en día algunas ancianas en Apulia (el llamado Tacón de Italia) tejen el biso, pero ninguna lo puede hacer brillar o lo tiñe con colores tradicionales como lo hace Vigo.
Y Vigo es la única persona que sigue recolectándolo.
En las tardes pasa un par de horas enseñandole a la gente como tejer con biso.
Después de una sesión la acompaño al atardecer a una ensenada desierta donde reza dos veces al día.
“Tienes que mostrar respeto por el lugar donde vives. Uno solo está de paso, estos lugares están aquí para quedarse. Y el mar tiene su propia alma y tienes que pedir permiso para quedarte con una parte”, señala.
Su canto, que mezcla un dialecto antiguo de Cerdeña y hebreo, hace eco al rebotar en las rocas.
“Rezo por lo que sucedió y lo que pasará”, dice.
Y algo que sucederá es que la hija de Vigo, que actualmente estudia en el norte del país, seguirá un día los pasos de su madre.
“Aunque le dejaré muy poco, mi hija tendrá que continuar esta tradición”, dice, “para que la humanidad pueda beneficiarse de eso”.