Regalar dinero… ¿por qué no?
¿Qué será de peor gusto: regalar dinero o tirar el regalo que no te gustó?
Dinero contante y sonante. La frase es la antítesis de las emociones cálidas y agradables asociadas a las fiestas. No es de extrañar que el dar dinero como regalo haya tenido una mala reputación. Pero en realidad no tiene nada de antipático. Resulta que no sólo es fácil para el que lo da, sino que también es valorado por el destinatario afortunado.
Además, el dinero en efectivo tiene una permanencia clásica y reconfortante, con más razón en esta era de bitcoin y PayPal, que hace que el dinero empiece a aparecer una abstracción lejana. Ciertas monedas han tenido un atractivo adicional, por sus diseños icónicos. Piensa en los billetes de $2, los dólares de plata de Kennedy o incluso las monedas frecuentemente difamadas de Susan B. Anthony. Y nada indica que esto va a cambiar, especialmente con el nuevo billete de $10 –en el que habrá una mujer– en el horizonte.
Hasta entonces, la moneda más nueva disponible es el dinero “artesanal” de papel creado por y para personas que viven en ciertas regiones. Diseñadas para alentar a los ciudadanos a apoyar las pequeñas empresas en vez de las grandes cadenas de tiendas, las monedas locales en Estados Unidos incluyen notas BerkShares, adornadas con obras artísticas, entre ellas, la pintura de nabos mostrada aquí, que pueden gastarse sólo en negocios participantes del oeste de Massachusetts.
Otros ejemplos son las fichas de arcilla selladas conocidas como Santa Barbara Missions y Ithaca Hours, billetes de papel aceptados por más de 300 establecimientos alrededor de Ithaca, NY. También existen monedas similares de producción en pequeña escala en algunas partes del Reino Unido y Alemania. Fuera de la zona pertinente, no valen absolutamente nada.
Pero, aunque al destinatario reciba con agrado el dinero en efectivo, ¿es de mal gusto regalar dinero, en cualquiera de sus formas? No según Jacqueline Whitmore, una experta en modales de Palm Beach, Fla., quien dice: “Rara vez se devuelve y es útil para todos”. Es cierto que la imagen de una pirámide de regalos adornada con listones y papel vistoso para envolver regalos acelera el corazón. Pero el hecho es que nadie despreciará un abanico de billetes nuevos con el rostro de Jackson o un billete de $100 recién sacado del banco.
Los chinos lo saben hace siglos y por eso tienen la tradición de repartir sobres rojos llamados “lai si” en Año Nuevo y en otras ocasiones alegres. ¿Y quién no recordaría el placer de meter la mano en el bolsillo de una nueva bata de baño y encontrar -¡sorpresa!– un billete nuevo de $50?
Algunos también argumentan que un regalo es sólo moneda devaluada. Como indica el economista Joel Waldfogel en su libro “Scroogenomics: Why You Shouldn’t Buy Presents for the Holidays” (Por qué no deberías comprar regalos para las fiestas, de Princeton University Press, 2009), frecuentemente existe una disparidad entre lo que los destinatarios piensan que cuestan sus regalos y lo que habrían estado dispuestos a pagar si los hubieran comprado ellos mismos.
Una encuesta de 1993 entre 86 estudiantes universitarios demostró que los estudiantes estimaron que sus regalos habían costado $438.20, pero con ánimo ahorrativo, dijeron que personalmente no habrían gastado más de $313.40 en ellos. Una segunda encuesta realizada dos meses después encontró un grupo adicional de estudiantes que calcularon que sus regalos para las fiestas habían costado $508.90 en promedio, aunque confesaron que para ellos no valían más de $462.10.
Waldfogel calcula que aproximadamente el 20% del valor de los regalos para las fiestas se destruye al dar regalos, y como la población de Estados Unidos gasta aproximadamente $616 mil millones anualmente para las celebraciones decembrinas, eso equivale a $123 mil millones por año arrojados a la basura, junto con el papel de regalo arrugado. “Más allá de la felicidad que sienten los que dan regalos al elegirlos y la alegría que sienten los destinatarios al recibirlos, como método de asignación de recursos, es bastante malo”, dice Waldfogel.
Además, los destinatarios se están volviendo más exigentes, según Evan Polman, profesor adjunto de marketing en la Universidad de Wisconsin-Madison. Considera las largas filas de gente que devuelve regalos el 26 de diciembre. Se puede atribuir el fenómeno bumerán a un exceso de opciones: “Cuantas más opciones tiene una persona, más espera encontrar algo que corresponda exactamente a sus preferencias”, dice Polman.
Y aunque las tarjetas de regalo pueden expirar, el dinero es eterno. El dinero puede ser duro y frío, pero como un lecho de roca, perdura. Salvo que se implementen cambios normativos que lo eliminen, Ron Shevlin, director de investigaciones de Cornerstone Advisors, calcula que los estadounidenses aún utilizarán papel moneda dentro de 200 años.
Así que, en nuestra opinión, es perfectamente aceptable regalar dinero. Sólo asegúrate de que tenga una linda envoltura.