Editorial: Un populismo que huele a racismo
El mensaje de Trump reafirma el que la minorías son los culpables de los problemas de los blancos
La controversia del precandidato republicano Donald Trump con el respaldo a su ambición presidencial otorgado por el exlíder del Ku Klux Klan, David Duke, es un ejemplo del alcance del mensaje populista que resuena en los círculos más racistas de la nación.
Si Trump es un racista, está por determinarse. Lo que sí es, un hábil, manipulador y aprovechador de la frustración de un sector trabajador blanco que ha visto cómo se deteriora su nivel de vida, ya sea por los salarios bajos o por la falta de empleos. Es cierto que Wall Street y el establishment empresarial republicano son los blancos del populismo de Trump, pero el mensaje principal reafirma la creencia de la base de que ellos están mal por culpa del progreso de las minorías raciales y étnicas.
Este sentimiento está especialmente presente en los estados del sur, los cuales muchos de ellos tuvieron ayer su primaria. Trump quiere quedar bien con Dios y con el diablo al no rechazar de inmediato el respaldo de Duke. El millonario le hizo un guiño a los racistas que todavía se resisten a reconocer la derrota de los estados esclavistas en la Guerra Civil y que ahora protestan contra la creciente presencia latina, que ya es significativa en esos estados.
La permanente denuncia a los inmigrantes alimenta el resentimiento a los latinos, ya sea los gobernantes de México o los indocumentados. Para Trump ellos son criminales que cuando no matan, roban y cuando trabajan, derrumban los salarios y crean desempleo. Hasta en el caso judicial en su contra por presunta estafa con la Trump University, él dice verse perjudicado porque el juez federal de distrito, Gonzalo Curiel, es un latino hijo de inmigrantes.
No hay que olvidar que Trump encabezó una de las expresiones racistas más toleradas en los últimos tiempos que fue cuestionar la ciudadanía del presidente Obama -y su religión- porque es de raza negra y tiene un nombre poco común. Allí se ganó las primeras simpatías de la base descontenta republicana que hoy lo tiene en la cúspide partidaria.
El racismo es un cáncer en la sociedad que hoy no se presenta como la superioridad de una raza sino como una justificación para protegerse contra las amenazas de la diversidad, que para ellos representa los males frutos de la globalización, el impacto laboral de la tecnología y la siempre cambiante demografía.
El populismo nacionalista de Trump reafirma y amplía estas creencias.