Despedir a Comey desató comparaciones entre Trump y Nixon
La expulsión del jefe del FBI recuerda mucho a la decisión de Richard Nixon de despedir a dos fiscales para frenar la investigación del Watergate
Cuando todo el mundo creía que Donald Trump ya había demostrado hasta dónde podía llegar durante sus 100 primeros días en la Casa Blanca, el presidente volvió a sobrepasar sus propios límites al despedir el pasado martes, para sorpresa de todos, al director del FBI, James Comey, por “no saber dirigir la Agencia de un modo eficiente“.
Trump comunicó su decisión a través de una carta en la que, además, agradecía a su antiguo empleado que le hubiera informado hasta en tres ocasiones que no estaba siendo investigado por su vinculación con Rusia durante la campaña presidencial de 2016.
Pese a que el presidente ha asegurado que el despido de Comey no tiene nada que ver con ese asunto y que su decisión ha sido apoyada por el fiscal general de Estados Unidos, mucha gente no cree la versión de la Casa Blanca y duda de los verdaderos motivos de la expulsión del jefe del FBI.
“Todo este asunto ‘huele a Watergate‘ y nos hace sospechar que Trump, al igual que Richard Nixon en su momento, busca cerrar a toda costa la investigación o, al menos, retrasarla”, afirmó el historiador Robert Dallek.
“Si estuviera limpio y no tuviera nada que ocultar, el presidente dejaría que la investigación continuara e intentaría que un fiscal especial tomara el caso, pero lo cierto es que el modo en que Trump está actuando da a entender que oculta algo”, añadió Dallek.
El repentino despido de Comey recuerda mucho a la situación que se vivió en Washington en octubre de 1973 cuando Nixon cesó de su cargo a dos fiscales generales, Elliot Richardson y su número dos, William Ruckelshaus, por negarse a despedir al fiscal especial Archibald Cox, que estaba investigando el escándalo del Watergate.
Patrick J. Buchanan, el entonces asesor del presidente y encargado de escribir sus discursos, estaba en el Despacho Oval de la Casa Blanca cuando Nixon pidió a Richardson que aceptara las resúmenes de las llamadas telefónicas que le incriminaban en lugar de las grabaciones originales, lo que ponía en evidencia su culpabilidad.
El fiscal general aceptó las condiciones del acuerdo pero Cox se negó a firmar el trato, por lo que el jefe de la Casa Blanca tomó una decisión radical: como Richardson tampoco quería despedir a la persona que había plantado cara al presidente, Nixon cesó de su cargo al fiscal general y a su mano derecha, Ruckelshaus, dando lugar a lo que hoy se conoce como “la Masacre de la Noche del Sábado“.
The Daily Beast llamó el martes por teléfono a Buchanan, que se encontraba en Nueva York promocionando su nuevo libro sobre la administración Nixon, para pedirle su opinión sobre el despido de Comey y, lejos de negarse a hacer comentarios, su respuesta fue clara: “Déjà vu“.
Sin embargo, el antiguo asesor de la Casa Blanca también admitió que, aunque el escándalo actual es similar al que se vivió en Washington hace más de 40 años, las situaciones no son del todo idénticas porque, a día de hoy, todavía no hay pruebas de la relación de Trump con Rusia, mientras que la culpabilidad de Nixon pudo comprobarse con evidencias sólidas.