La increíble historia del hombre que estuvo una semana muerto dentro de un auto en East Village
Docenas de personas, incluyendo limpiadores de calle y oficiales de tránsito no notaron el cadáver frente al volante
Un vecino que paseaba su perro en el East Village de Manhattan vio a un hombre una noche, sentado inmóvil frente al volante de un automóvil estacionado.
Dos días después todavía estaba allí. Las ventanas cerradas, el motor apagado, en una ola de calor de agosto. Finalmente el vecino llamó a 911 y la policía llegó el pasado 31 de agosto a la calle 12. Al abrir el auto, el hedor cubrió toda la cuadra.
Más tarde, NYPD dijo que el cadáver era Geoffrey Corbis, residente de 61 años de Bridgeport, Connecticut, y que parecía haber muerto por causas naturales aproximadamente dos días antes de que lo encontraran allí.
Pero ninguna de esas hipótesis iniciales resultaría cierta. Ni la causa ni tiempo de la muerte, ni el apellido de la víctima. Ahora se cree que él estuvo allí una semana completa, mientras su familia pedía en vano a la policía que lo buscase.
La cadena de eventos sirve como un claro recordatorio de que incluso en 2018 en Nueva York, una ciudad que vive bajo la mirada continua de innumerables cámaras de vigilancia, todavía es posible que un hombre muerto en un automóvil estacionado en una cuadra concurrida pase desapercibido durante días.
Su nombre verdadero era Geoffrey Weglarz, nacido en 1957 en Florida. Ya adulto se mudó a NYC y trabajó en la compañía de computación Hyperion, diseñando herramientas de gestión del rendimiento. Dirigió un equipo que trabajó con universidades, firmando y tiendo a Yale, Harvard, Brown y docenas de otras escuelas como sus clientes. Viajó por el mundo.
“Adoraba a su hijo. Adoraba a su esposa. Lo tenía todo”, recordó su amigo Sal Biagini. Luego lo perdió todo. Oracle adquirió Hyperion en 2007 y, finalmente, a Weglarz se le ofreció un nuevo puesto en la empresa, uno que, en el mejor de los casos, consideraba un movimiento lateral. Se fue a Dell como director de desarrollo, y además se divorció, compartiendo la custodia de su hijo.
Ese empleo en Dell requería viajes semanales a la sede de la empresa en Texas, lo que resultó ser una carga, y dejó el trabajo en 2011.
Su búsqueda para el siguiente empleo fue agotadora e infructuosa. En 2013, cuando el programa de PBS NewsHour visitó Connecticut para hacer una historia sobre estadounidenses mayores y desempleados, el episodio se centró en una entrevista con Weglarz. “He solicitado 481 empleos”, dijo en el programa. “Ninguno de ellos ha salido bien. Piensan que cualquier persona mayor de cierta edad está agotada”.
Estaba llegando al fondo financieramente. “Mi última comprobación de desempleo es la próxima semana. Tengo alrededor de $2 mil dolares a mi nombre, y después de eso no sé”.
Ese mismo año, un incidente con una empleada embarazada en un restaurante McDonald’s llevó a que Weglarz fuese acusado de “conducta desordenada”, un cargo que comenzó a perseguirlo mientras buscaba trabajo. Por eso cambió su apellido a Corbis.
En ese momento retomó su pasión de la juventud, la actuación, principalmente en el teatro comunitario en Connecticut. Luego viajó a Florida a visitar a dos de sus seis hermanos.
A fines de la primavera pasada, llegaron buenas noticias: fue contactado por un grupo que intentaba iniciar un negocio de asesoría ejecutiva sin fines de lucro. Geoffrey sería nombrado su director de tecnología y su página de biografía en el portal de la compañía incluía su retrato, aunque todavía no tenía trabajo ni salario a tiempo completo.
También viajó a Washington DC para un pequeño proyecto de consultoría en mayo. Pero su estado de ánimo, en retrospectiva, se estaba oscureciendo. En julio o agosto, le dijo a su hermana Pamela Lindemann que había obtenido un frasco de veneno utilizado para la eutanasia. Lo había comprado en el mercado negro. “De esa manera, cuando esté listo, puedo irme sin dolor y rápido”, le dijo.
Por más chocante que parezca que alguien escuche algo así, ese tipo de conversación no fue fuera de lugar, pues según su hermana Geoffrey era propenso a hablar morbosamente. “Era muy racional. Muy resuelto”, recordó.
Recientemente le había dicho a su familia que estaba en bancarrota. El 24 de agosto, el que se cree fue el último día de la vida de Weglarz, los lectores de matrículas registraron su vehículo entrando a Manhattan a la 1:18 de la tarde. Parecía haber viajado directamente a B&H Photo Video, una tienda electrónica en el centro de la ciudad, donde vendió un trípode de cámara por $275 dólares. Eran las 2.04 p.m., según los registros de la tienda.
Luego fue a un sucursal de Wells Fargo, donde intentó cobrar el cheque. Pero siendo viernes, el banco no pudo confirmar el origen y Weglarz se marchó con las manos vacías. Y angustiado.
Por casualidad, Biagini lo saludó con un mensaje de texto, luego de varios meses sin contacto. Intercambiaron varios mensajes y el amigo se preocupó y llamó a 911.
A las 5.42 pm, Weglarz le envió a su hermana lo que sería su texto final, recordándole que había obtenido veneno semanas antes. “La cosa sabe tan mal como pensé que lo haría”, escribió.
La policía rastreó el teléfono de Weglarz hasta la dirección más cercana, 520 East 12th Street. Los oficiales llegaron al edificio y entraron. No vieron señal de él y se fueron. No se dieron cuenta de que estaba estacionado frente a un patio de recreo al lado de la dirección, a 15 autos de distancia de la entrada del edificio.
Los limpiadores de la calle y los oficiales de tráfico que escriben multas probablemente pasaron cerca de él al menos dos veces, los días que su automóvil estuvo estacionado ilegalmente. Los agentes habitualmente ignoran los vehículos cuando el conductor está sentado adentro.
El auto de Weglarz no recibió multas, lo que sugiere que lo vieron y asumieron que era sólo otro conductor ocioso.
El hecho ha dejado a su familia triste y furiosa con la policía. No creen que haya muchas posibilidades de que Weglarz haya podido ser rescatado después de ingerir el veneno, pero dijeron que no debería haber estado allí abandonado durante una semana.
J. Peter Donald, portavoz de NYPD, dijo a The New York Times que los oficiales hicieron lo que pudieron con la información que tenían, incluida la revisión de los hospitales de la ciudad. “Desafortunadamente, esos esfuerzos no localizaron al señor Corbis”, comentó.
Weglarz fue cremado en septiembre. Su hermana planea dispersar sus cenizas en Manhattan, el hogar de muchos éxitos en su carrera, mucho antes del viernes cuando estacionó su auto en la calle y nunca se fue.