El chocolate hondureño de diseño llega a Brooklyn Navy Yard para crecer
Marie Belle se instala en el último edificio de este complejo industrial del condado
Maribel Lieberman llegó a Nueva York en los años ochenta desde su Honduras natal para estudiar diseño de moda. Pero en la vida, los planes y el camino que se recorre no siempre coinciden. Lieberman no se dedica a los tejidos pero sí al diseño, al de su propio chocolate, unas delicias en las que trabaja desde hace más de 15 años bajo la marca Marie Belle y que quiere ver crecer con franquicias.
Para ello esta empresaria del chocolate está preparando su llegada a Brooklyn Navy Yard (BNY). En primavera instalará en esta zona industrial del condado su maquinaria para hacer cacao y chocolate, algo que actualmente hace en Greenpoint, para crecer.
De este antiguo astillero, que estuvo operativo desde 1801, hace muchos años que no sale ningún buque. De hecho, se cerró en 1966 y la ciudad de Nueva York lo compró. Ahora, dirigida por una corporación sin ánimo de ganancias que desarrolla y gestiona los bienes raíces de este complejo de 300 acres, en lo que se trabaja es en el desembarco de empresas industriales.
David Ehrenberg, presidente de la Corporación de Desarrollo de BNY, explica a este periódico que lo que se ofrece a las empresas que se instalan en la zona son tres cosas, “alquileres asequibles que son difíciles de encontrar en Nueva York y estabilidad para que se esté por un largo tiempo. Para Maribel abrir una fábrica de chocolate aquí significa tener muchos costos iniciales por lo que se tiene que tener la confianza de que se tiene aquí un hogar durante un largo tiempo”.
“Eso es algo que podemos ofrecer a nuestros inquilinos y que es difícil en la ciudad en la que los dueños de los inmuebles quieren cambiar de vez en cuando el uso de sus locales”, explica Ehrenberg que señala como última razón la comunidad de inquilinos que existe en una zona en la que ya hay 400 empresas y una atmósfera que conduce a las relaciones, las sinergias y los negocios.
“Queremos que los empresarios se centren en su producción, en su negocio y no en las cuestiones inmobiliarias”.
Eso es algo que permitirá a Lieberman desarrollar la visión de una empresa que nació de la pasión en la que empezó a pensar cuando estudiaba diseño en Parsons. La puso en marcha con poco dinero y muchos objetos prestados en un inicio pero ahora ya tiene una franquicia con cinco tiendas en Japón.
Esta hondureña cuenta que no se dedicó a la moda tanto como pensaba sino a a aprender a cocinar porque cuando llegó a Nueva York, una de las cosas que le gustó de la ciudad era la gran cantidad de culturas culinarias y las influencias de unas en otras. “Compré libros de recetas y de una forma totalmente autodidacta empecé a experimentar tipos de comidas”.
“Empecé con mi comida y hacer fusión con otros ingredientes que no tenía idea de cómo sabían. Así empecé mis propias recetas”. Y con un movimiento que mostraba audacia e inocencia casi por partes iguales empezó a cocinar en la cocina de su casa. La sonrisa fácil que precede a la risa de Lieberman llega cuando cuenta que empezó llevando sus patés a Dean Deluca y mientras los daba a probar a los compradores alguien le preguntó que si hacía caterings para cenas privadas. “Dije que si”.
Ahí nació su empresa de catering para eventos. Era 1995 y Lieberman dice que tuvo mucho éxito pero reconoce que cuando empezó no se puso ni averiguar lo que necesitaba. “Cuando hice la primera propuesta de catering no tenía dinero ni para comprar los ingredientes y le pedi el 50% al cliente”, cuenta. Empezó en su casa y así fue creciendo hasta que tuvo que mudarse a una cocina industrial en Tribeca. “Ellos tenían todos los permisos”.
Lieberman no pensó nunca en abrir un restaurantes “por que a mí no me gusta estar cocinando todos los días lo mismo. El catering permite crear nuevas atmósferas para eventos, nueva comidas y yo soy creativa”.
Después de cinco años y aprender todo lo que se necesitaba para operar un negocio de comidas sobre la marcha decidió abrir una tienda para poner una imagen a su catering. “Lo que más me interesaba era contar las historias de los ingredientes, de dónde venían, eso es lo que me hizo amar la cocina y es lo que quería mostrar a la gente”.
Pero al hacer números para abrir la tienda se dio cuenta que le faltaba un cero crítico. Tenía ahorrados $50,000 y necesitaba medio millón para dar el primer paso.
El chocolate era uno de los ingredientes que iba a incluir en sus planes iniciales y la inversión para centrarse en este ingrediente no era tan grande como para la comida porque la cocina industrial no precisaba tanto. “Y ahí se quedó todo”.
Empezó en octubre de 2000 con una tienda en Nolita que compartía con una amiga diseñadora de gafas. Llamaron a la tienda Lunettes et Chocolat.
“Recibimos mucha y buena prensa porque hice una nota sobre la historia del chocolate que captó la atención”. En ese momento esa zona del bajo Manhattan estaba en su mejor momento de desarrollo y el negocio empezó a ir sobre ruedas hasta que llegó el frenazo del 11S.
Los cierres de las calles, la situación anímica y de turismo cambió y muchos negocios cerraron en la zona. SoHo, más al sur y más comercial se iba recuperando antes. No obstante, muchos negocio cerraron. Entre ellos una galería de arte en SoHo.
“Decidí tomar el espacio solo para las ventas de Navidad. Lo arreglé lo pinté de azul por que es mi color y pedí prestados unos muebles a una galería de la lado. Todo prestado. Yo vendía los chocolates”. Las cajas, diseñadas por ella, ya tenían el nombre de Marie Belle y le puso ese nombre a la tienda en la calle Broome.
La abrió un 15 de diciembre a las 2.00 pm y a las siete ya tenía $2,000 en la caja de zapatos que usaba para los ingresos. Hoy esa tienda sigue abierta.
” Me fue bien desde un principio”, asegura. Los chocolates de Marie Belle no son como el resto. Ella quiso poner su creatividad y el arte de su esposo, Jacques Lieberman, en ellos. El problema es que necesitaba muchos colores para plasmar la obra de su esposo en el chocolate y viajó a Suiza, Francia y Bélgica para estudiar cómo hacerlo. Todas las empresas que hacían esas impresiones hacían dos o tres colores como máximo pero una de ellas aceptó el reto planteado por esta hondureña y lo consiguieron.
Empezó a hacer los bombones en Francia pero cuando llegó el euro subieron los precios y se tuvo que traer la producción a Nueva York en 2004 que ahora tiene en Greenpoint, donde tiene su otra tienda, Cacao Market. Esa fábrica necesita un rediseño y la subida de la renta le hizo considerar alternativas para relocalizar sus operaciones. En abril o mayo abrirá en el antiguo astillero.
“Nos va muy bien”, explica Lieberman al hablar de una empresa en la que ya trabajan 45 personas y contrata a unas 15 más en la época de fin de año y febrero. En 2012 abrieron Marie Belle en Japón con una licencia. “Desde el primer día tuve muchos clientes japoneses, me presentaron una empresa que quería llevar el producto a Japón y con una licencia lo hemos hecho. Tenemos cuatro tienda y abriremos la quinta en abril en Osaka”.
Los primeros cinco años fueron difíciles en términos de ganancias y en 2008 le fue mal por el crash pero dice que desde 2011 ha vuelto a tener buenas cifras. Japón le aporta entre el 25% y el 30% de las ventas.
“Es un buen modelo porque ellos compran al mayoreo y me dan royalties y por eso creo que haciendo franchising y yo controlando toda la producción puedo tener un buen modelo”, explica antes de decir que está preparando el manual y la documentación para hacer franquicias en América y Asia.
Tratándose de alguien que empezó casualmente en una tienda ofreciendo patés para degustar, Lieberman dice que ha aprendido mucho por el camino, de los consultores con los que ha trabajado y reconoce que la inocencia abre puertas. “Me ayudó porque no tenia la noción de que me iban a decir que no. Creía mucho en mí, no tuve miedo”.
Cacao de Honduras
Maribel Lieberman compraba el chocolate, lo derretía y lo transformaba en deliciosos bombones y otros productos. “Ahora compro el cacao. Fui a Honduras y me encontré con pequeñas agricultoras. Empecé a comprar el cacao a 60 mujeres”. La Fundación Hondureña de Investigación Agrícola, FHIA, ayudan a los agricultores del país a preparar el producto. “Lo que ellos hacen por mi es es que juntan todas las bellotas del cacao me lo fermentan y me lo secan, ellos me chequean la condición y el sabor en su laboratorio y después yo lo compro”.
Lieberman explica que no hay mucho cacao en Honduras, unas 1,500 toneladas al año y quizá 300 toneladas son buenas. En el futuro quisiera comprar en El Salvador, Nicaragua…
Un centro industrial en el East River
Amazon es el protagonista de la historia empresarial de las últimas semanas en Nueva York. La instalación de su segunda y parcial sede en Long Island City va a cambiar la dinámica de Queens y la de esta zona del East River. Serán 25,000 nuevos empleos directos los que lleguen a esa parte de la ciudad.
Pero en la parte sur del East River Brooklyn está atrayendo un buen número de empleos. Según explica el presidente de la Corporación de Desarrollo de Brooklyn Navy Yard, David Ehrenberg, actualmente trabajan 9,000 personas en las 400 empresas localizadas en el antiguo astillero pero se espera que en cuatro años, cuando estén terminados otros dos edificios ahora en construcción se llegue a 20,000.
“De todos los trabajadores el 50% viven en los zip codes más cercanos a BNY, dos tercios viven en Brooklyn” dice Ehrenberg haciendo memoria. La organización tiene un centro de empleo que trabaja con la comunidad local y las viviendas de NYCHA. “Queremos asegurarnos de que cuando contratamos es empleo que se queda en la comunidad y nuevos residentes”.
El edificio 77 en el que se instala Marie Belle y en el que se han invertido $200 millones, ya solo hay un 10% del espacio disponible y se abrió a finales del año pasado. Frente a este se está trabajando en terminar otro edificio que es el resultado de una sociedad pública privada que abrirá sus puertas el año 2019.
Para esta expansión que va a llegar se va a ampliar el transporte público de acceso a BNY con más autobuses y un ferry.
En Navy Yard se trabaja con mucha de la tecnología que se está desarrollando en Brooklyn y Manhattan por las start ups y empresas establecidas en estas zonas pero la esencia del trabajo que se hace en esta zona es industrial. “Nueva York no es barato y la manufactura tiene que tener un valor añadido que muchas veces aporta la tecnología pero no estamos buscando inquilinos que sean creadores de software”, explica.
La Corporación que no tiene ánimo de lucro y tiene como misión crear trabajos en la industria de calidad para la clase media, es 100% operational autosuficiente, explica Ehrenberg. El centro de carreras ha conectado en 2018 a 459 personas con trabajos abiertos en el Navy Yard y se calcula que ganan un total de $12 millones anualmente. La mitad de ellos entraron a trabajar con un diploma de educación secundaria o GDE.
Adicionalmente hay 111 compañías minoritarias, MWBE de las cuales una es de una mujer hispana y 13 de hombres de esta misma comunidad.
Para los próximos cinco años se llegará a tener 20,000 empleos pero la siguienta fase del plan preve que haya 10,000 más en otros cuatro años. “El potencial aquí es casi ilimitado”, dice el presidente de la corporación.