Alex Cifuentes revela que “El Chapo” vivía huyendo en las montañas con sus guardias
Guzmán Loera tenía 50 hombres para cuidarlo, divididos en dos grandes grupos
Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera podía tener un imperio estimado en $14,000 millones de dólares, según autoridades estadounidenses, pero su vida cotidiana estaba lejos de los lujos que con tanto dinero pudo obtener, ya que gran parte de su fortuna la gastaba en movilizarse en las montañas, huyendo de autoridades mexicanas.
Alex Cifuentes, quien afirmó haber sido la “mano derecha y la mano izquierda” de Guzmán Loera, contó que su vida en las montañas de Sinaloa, México, fueron en viviendas modestas, pero donde tenía todas las comodidades: televisión de plasma, acceso a internet, agua caliente, cocina equipada, áreas de lavado y al menos dos mujeres todo el tiempo que hacían las labores domésticas.
Una de las principales características de las viviendas –al menos siete en diferentes puntos en el llamado Triángulo Dorado– del presunto líder del Cártel de Sinaloa era contar con ventanas polarizadas. Alrededor de esos espacios había algunos campamentos, pero “no eran lujosos”, afirmó. Las viviendas eran una especie de cabañas, hechas de pino por un hombre conocido como “Pantera, el carpintero personal de “El Chapo”.
“La Cancha”, “Las Trancas”, “Centenario” (con dos locaciones), “Casas Viejas”, “Don José” o “La Colorada” y “La Playa” eran los nombres de las locaciones a donde un grupo de 50 hombres seguían a Guzmán Loera cuando había que moverse. Les pagaba $20,000 pesos (unos $2,000 dólares) cada 20 días. Algunas de esas propiedades tenían pistas de aterrizaje, pequeños parajes donde, contó Alex, un “buen piloto” tenía que aterrizar bajo riesgo de estrellarse, debido al viento.
Los mejores días para “El Chapo” dependían de “si el Ejérctio no estaba cerca”, porque entonces debía, literalmente, correr a otra locación. Se movían cada 20 días para evitar ser localizados. Vestían con ropa militar, para camuflarse entre la maleza. Todos debían vestir así, incluo Alex Cifuentes, quien contó que en una ocasión quiso utilizar otro tipo de ropa y le pidieron cambiarse, porque llamaría la atención.
El círculo de vigilancia de Guzmán Loera estaba dividio en dos anillos, uno interno y uno externo, todos armados con armas largas, capaces de lanzar ráfagas de balas si era necesario, pero al “Señor” no le gustaba que atacaran a los militares, prefería escabullirse con su gente.
La fiscal Gina Parlovecchio preguntó a Alex sobre las mujeres que lo visitaban: las que iban todos los días eran las asistentes domésticas, como Doña Mari, Morena, Wera y otra que iba con sus hijas. También estaban quienes lo visitaban para otros fines, sus amantes, además de su esposa Emma Coronel, a la que el colombiano vio al menos un par de veces. Sabía que a “El Chapo” le gustaban mucho sus enchiladas suizas.
Huir no impedía a Guzmán Loera tener el control de sus “cientos de empleados”, contó el hermano de Jorge Cifuentes, en cuya nómina había agricultores, pilotos, mensajes, guardaespaldas, asesinos, vendedores de droga, proveedores, cruzadores…. y un largo etcétera.
La logística para movilizar al socio de Ismael “El Mayo” Zambada era compleja, ya que incluso no todos los guardias sabían dónde sería el siguiente punto al que llegarían, para evitar soplones.
Guzmán Loera llegaba a levantarse al mediodía, atendía sus pendientes con llamadas a socios y familiares, las cuales hacía durante caminatas… esos eran los días tranquilos, pero siempre andaba armado con su ya famosa pistola con sus iniciales y diamantes incrustados.