Deportados coordinan transporte de carga en Estados Unidos… ¡desde México!

Siguen conectados con el país que fue su hogar durante años

MEXICO – Hace tiempo que muchos deportados se olvidaron de esperar ayuda que no llega. Ni de familiares ni del gobierno de su país. Saben que, al menos hasta ahora, sólo cuentan con ellos mismos instalados en una oficina que rentan para tener su propia fuerza de trabajo desde México para Estados Unidos, la patria que los repatrió, pero que nunca los deja ir del todo.

WorkForceMX tiene ahora 12 empleados y su objetivo es vender. O mejor dicho convencer a traileros mexicanos para que transporten mercancía en toda la Unión Americana, donde existe un déficit de 51,000 trabajadores en el sector, según cálculos de 2017 de las Asociaciones de Camiones Estadounidenses.

De acuerdo con algunos estudios de la organización, aunque el salario de los camioneros es un poco más arriba del promedio de los pagos para oficios sin estudios de alto nivel (alrededor de 73,000 dólares anuales en promedio), las nuevas generaciones no están interesados porque implica muchos sacrificios: de la familia al sueño, entre muchos factores.

Entre los que están dispuestos a estos sacrificios son latinos, sin embargo, en los últimos tiempos se ponen “sus moños”, sólo toman viajes cuando quieren y si se les convence. Y es justo ahí donde entra el trabajo de convencimiento de los deportados.

“Nosotros tenemos una oportunidad porque los conocemos, vivimos con ellos y sabemos cómo hablarles, ser sus intermediarios”, dice Israel Concha, fundador de la asociación que trabaja desde hace unos años con mexicanos deportados.

Es el medio día de principios de febrero y la habitación de trabajo ubicado en la colonia Tabacalera, en la zona centro de la ciudad de México, es un festín del idioma inglés al teléfono entre conversaciones, instrucciones, cuchicheos y agitaciones que implica la venta de un servicio.

José Hernández lo sabe. Lleva dos días de trabajo y aún no ha cerrado ningún acuerdo entre los choferes y los clientes que requieren el servicio, pero sabe que en algún momento lo logrará. “Sólo es cuestión de que conozca bien el producto, cómo llegarles, qué decir y todo será más fácil”, dice en un momento de descanso.

Anteriormente trabajo en un call center para proveedores estadounidenses que contratan a deportados, se enteró de este trabajo apenas llegó a México desde Utah, donde una multa de tránsito se complicó hasta su repatriación tras 20 años en EEUU. “Al principio pensé que lo mío no eran las ventas. Trabajé en una rosticería y como ayudante de albañil, pero pagan poco, el trabajo no es constante y no les importa que hable o no inglés”.

Por eso se capacitó para vender en el call center y de ahí se movió a WorkForceMX donde la comisión es más alta (30%) en lugar del salario mínimo.

“Sólo necesitan un monitor, dominar los dos idiomas y ganas de salir adelante”, ataja Concha, quien durante el sexenio pasado observó a través de la asociación New Comienzos que la ayuda prometida para proyectos productivos nunca llegó.

“Vimos que había una oportunidad con esta situación del transporte en Estados Unidos y decidimos aprovecharla: nuestra regla es ver el vaso medio lleno y aprovechar la tecnología a nuestro favor”.

Carlos Ramirez, de 36 años, acaba de convencer a algunos traileros para que lleven una mercancía de a Los Angeles con Phoenix. Este logro lo anima bastante igual que a todo el equipo. “Si nos va bien ya no lo pensaría tanto para traer a mi esposa y mis hijos (de 11, ocho y seis años) que están en Estados Unidos y les gustaría venir a vivir conmigo. Hasta ahora el problema aquí es lograr pagar la renta, la comida y tener a los niños en la escuela”.

Traer a los suyos lo decidirá en abril. Mientras tanto, toma el teléfono y llama en inglés, en español, ¿qué más da? Las fronteras suelen ser, principalmente, físicas. Bien lo sabe.

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