La noche en que Messi no tiró a la portería del Real Madrid

El astro argentino del Barcelona fue sólo un discreto acompañante en el Santiago Bernabéu

El delantero argentino del FC Barcelona Lionel Messi ante el Real Madrid.

El delantero argentino del FC Barcelona Lionel Messi ante el Real Madrid.  Crédito: Rodrigo Jiménez | EFE

MADRID, España – Con los brazos en jarra, alejado en el círculo central, escuchó el silbato final mientras contemplaba cómo desde hacía 10 minutos se iban despoblando las tribunas de un Bernabéu desolado por el cachetazo de un 0-3. Pero esta vez no fue la zurda de Lionel Messi, fueron las manos de Ter Stegen y un Luis Suárez que entró en combustión cuando Dembelé le echó el carbón de sus asistencias. Con una precisión quirúrgica en el segundo tiempo, el Barcelona goleó 3-0 a Real Madrid sin Messi en plan estelar, como si se reservara para mejores ocasiones o no hubiese estado en juego la clasificación a la final de la Copa del Rey que el Barcelona, actual tetracampeón, disputará con el vencedor de la serie Valencia-Betis.

De tan contemplativo que estuvo el rosarino, le regaló el penal al uruguayo para que concretara un hat-trick que no debería serlo porque en la embestida de su segundo tanto la pelota la termina tocando Varane hacia el arco. Facilitó que el charrúa tuviera una noche plenamente reivindicatoria luego de haber estado algo peleado con el arco durante este año.

Venía Messi de un hat-trick y una asistencia frente al Sevilla. En el campo del Madrid no se lo vio con ganas de sacarse la espina de no haberle convertido nunca por la Copa del Rey. Sus 26 festejos en 39 encuentros, cosecha que lo acredita como máximo goleador histórico del clásico, se siguen repartiendo entre la Liga, Champions League y las Supercopas.

Con Piqué, Messi se llevó los silbidos más sonoros y sostenidos desde que se anunciaron las formaciones por los altavoces del Bernabéu. Los motivos son muy distintos: a Messi se le teme por su condición de verdugo recurrente del Real Madrid, por ser el máximo goleador del clásico. Con el zaguero, el público tiene inquinas que van más allá del campo de juego. Desde las provocaciones que cada tanto lanza en los micrófonos hasta la grieta por el independentismo catalán que promueve Pique.

A Messi nada lo alteró, ni siquiera quienes lo insultaban a tres metros cuando fue a ejecutar dos córners. Ubicado desde el dentro a la derecha en el planteo 4-4-2 de Valverde, Messi quedaba dentro del triángulo que armaban Casemiro, el enérgico Reguilón y el duro Ramos. Como su equipo, el N° 10 estuvo tibio, inconstante, casi siempre perfilado para sacar la clásica asistencia hacia la izquierda para Dembelé o las proyecciones de Alba. Se asoció muy poco con su amigo Suárez, hubo un prolongado desentendimiento.

Ante el despliegue acotado de Messi, Real Madrid no necesitó de una marcación muy férrea ni al límite del reglamento en la primera etapa. Apenas un foul de Casemiro y una embestida de Kroos que lo dejó en el suelo con la respiración entrecortada. Todo ante la vista de un árbitro que para castigar otras faltas más duras del encuentro parecía haber olvidado la tarjeta amarilla, que empezó a sacar con más celeridad en el segundo período.

Un Messi sin remates al arco, ninguna asistencia y escaso gobierno del juego en los primeros 45 minutos da una pauta de una contribución muy secundaria. No solo la suya, también la del resto del equipo, que por primera vez en la temporada se fue al descanso con un único remate al arco. Messi mantuvo el mismo tono en el segundo tiempo, pero entre Dembelé y Suárez hubo una sintonía demoledora. El dato se extendió a la segunda etapa: Messi completó un partido ante Real Madrid sin patear al arco.

Si bien a Real Madrid le servía el gol del empate de visitante en la ida, asumió una postura más dominante. No especuló con el 0-0. Vinicius tiene excelentes comienzos de jugadas, a pura gambeta y quiebres de cintura le hizo pasar una mala noche a Semedo, pero al juvenil brasileño aún le falta criterio y serenidad para el último pase o la definición. El público igual lo ovacionó cuando fue reemplazado, y dejó los silbidos para la entrada de Gareth Bale.

Fue una victoria exagerada. Barcelona tuvo la pegada y el oportunismo que le faltaron al Madrid en las oportunidades que dispusieron Vinicius, Benzema y Reguilón. Messi no hizo tanto como para que a Santiago Solari se le vengan días más difíciles, fuera de la Copa del Rey, alejado en la Liga y solo prendido a lo que fue el gran salvavidas de Zidane: la Champions League.

Messi volverá el sábado al Bernabéu, por una Liga de España en la que Barcelona defiende el liderazgo. Con las energías intactas porque en la agradable noche madrileña transitó por la semifinal en modo pausa, al tranquito, testigo de una goleada en la que, extrañamente, ofició de discreto acompañante.

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