Familia dominicana en Brooklyn renació de las cenizas
Ni el cáncer, ni un incendio detuvo su sueño de exportar dominicanidad en Nueva York
Un domingo, en 2011, Cristina Abreu se despertó con los gritos desesperados de su hermana. A su lado y aturdido por la conmoción, su esposo, Eduardo Abreu también saltó de inmediato de la cama. Apurados, sin bañarse y desconsolados corrieron una cuadra, que se hizo eterna, hasta las afueras de su restaurante que ardía en llamas.
Diez años antes la vida de esta familia ya había sobrevivido a un incendio aún mayor y atemorizante. Esa vez no hubo daños físicos en su restaurante, pero sí en la roca que mantiene a la familia a flote: Eduardo. Un grupo de médicos les confirmó que el cáncer estaba invadiendo al padre de familia, quien comenzó un tratamiento intensivo.
Pero ahora, en medio de una mañana de invierno en pleno marco de la celebración de la independencia de la República Dominicana, una festividad que se conmemora con emoción y pasión en la Gran Manzana, hogar de casi 1 millón de ‘domínico-americanos’, tanto el matrimonio, como su hija Maritza Abreu, celebran que Eduardo está libre de cáncer y contemplan con alegría en lo que se ha convertido esta esquina dominicana en la zona de Prospect Heights, Brooklyn llamada Puerto Viejo.
Y es que, pese a que el camino no ha sido fácil, la familia Abreu recuerda con claridad la primera vez que se abrió el restaurante en 1987. De ahí, ni el fuego, ni el cáncer han detenido el crecimiento del sitio, que más que un resturante, se ha convertido en un centro de exportación de la cultura dominicana en Nueva York.
“Recuerdo que cuando abrimos en 1987 yo estaba embarazada de mi hijo Franklin que ahora es uno de los managers”, apuntó Cristina Abreu, de 63 años, quien a los 19 años abandonó su ciudad natal Jarabacoa para construir su propio Sueño Americano en Nueva York.
De ese rincón caribeño, el segundo municipio más grande en la provincia de La Vega, República Dominicana, se alimentó el ideal de que su propio negocio de comida llevara un nombre y un estilo que pudiera conectar a la cultura dominicana con el mundo.
“El nombre nace del hecho de que la República Dominicana fue el primer asentamiento europeo en el Nuevo Mundo”, indicó Maritza Abreu, una de las tres hijas del matrimonio y quien hoy es parte fundamental de la sazón del restaurante de sus padres.
“Cuando mi mamá comenzó a buscar para hacer un picante natural que acompañara la comida, nos percatamos de que algunos de los ingredientes venían de su pueblo y ella no sabía”, recordó la dominicana, quien desde hace dos años usó esta receta para emprender un proyecto empresarial llamado Pisqueya Dominican Hot Sauce, un producto que se ha convertido en el favorito de los clientes, “pese a que nuestra cultura no es tan amante del picante pero siempre se necesita uno casero para ponerle al sancocho o un asopao”.
La dominicanidad
Si algo quieren mostrar los Abreu es que, pese a llevar más de 40 años viviendo en Nueva York, la dominicanidad corre por su venas a velocidades estrepitantes. Con una colección de discos de música dominicana, redes de pescar en las paredes y todo un repertorio de platos típicos del país caribeño, Puerto Viejo ha llamado la atención de visitantes ilustres que buscan “el sazón de Cristina”.
“Aquí vienen personajes que son famosos y nosotros no sabemos y luego el camarero nos dice en secreto y yo siempre les digo: wow me hubieras dicho para ir a presentarme con ellos”, bromeó Maritza, de 39 años. “Viene mucho el congresista Hakeem Jefries, desde antes de la remodelación [incendio] buscando su bacalao”.
Para la familia Abreu, es la dominicanidad lo que los ha llevado al éxito. Tras 30 años de arduo trabajo, Eduardo, de 70 años, está listo para retirarse, pero no sin antes enviar un mensaje a los dominicanos en Nueva York.
“En mi país yo trabajaba en educación. Llegué a este país a lavar platos y ollas y fue el desengaño más grande”, indicó Abreu. “y en ese momento no hablaba inglés pero tenía una convicción fuerte de que quería tener mi propio negocio y así lo hice, comencé con el poco dinerito que tenía, busqué un socio y desde ahí aquí hemos estado trabajando duro”.