Editorial: La trampa que tiende Trump
Su táctica es redoblar sus acusaciones y repetir mentiras sabiendo que sus fanáticos le creerán
Esta película ya la vimos. Se repite una y otra vez.
El presidente Donald Trump comete una impropiedad. Cuando es descubierto, señala a un adversario por una acción censurable, real o ficticia, para tratar de distraer la atención. Entonces, su mensaje es repetido por sus acólitos como loros para formar un escudo protector.
Durante la campaña presidencial, el candidato Trump presumió de que puede disparar contra alguien en la Quinta Avenida e incluso así no perder votantes.
Esta es la impunidad con que el Presidente gobierna. Para que tenga éxito necesita una narrativa que culpe a la víctima o justifique su acción con alguien que, en comparación, solo se agarró a puñetazos. Todo es relativo e igual para la Casa Blanca.
Cuando durante la campaña presidencial surgió el video de Trump jactándose de hostigar sexualmente a las mujeres, dirigió la atención a las infidelidades del cónyuge de su rival político, Bill Clinton. Cuando se lo acusó de lucrar con la presidencia, y orientar dinero federal a sus empresas, acusó al expresidente Obama de corrupción porque sus libros son exitosos.
Su táctica es redoblar sus acusaciones y repetir mentiras sabiendo que sus fanáticos le creerán. Y acusar a sus rivales de lo mismos crímenes que él comete. El Presidente denunció la investigación de la interferencia rusa en la elección de 2016 como una campaña demócrata en su contra.
Ahora intenta justificar su reclutamiento del gobierno de Ucrania para buscar trapos sucios de su rival el exvicepresidente Joe Biden. Repite – y sus fanáticos repiten su repetición – la supuesta corrupción del demócrata y su hijo. El Presidente pide que se investigue “los $1,500 millones de dólares” que presuntamente le dio China a Hunter Biden, una falsedad, y los cientos de miles que recibió de la empresa Burisma en Ucrania.
Está mal que los familiares de los políticos reciban ofertas inusuales solo por su relación. Ocurre a todo nivel, incluyendo con los presidentes. Pasó con los hermanos de Jimmy Carter y George W. Bush. Lo hace Trump con los negocios de su hija Ivanka en China. Los de los $1,500 millones de dólares fue desmentido desde que se publicó por primera vez en un libro conservador.
Si es o no mentira, ello es irrelevante para Trump. Su meta es gritarlo a los cuatro vientos. Lo hace con una destreza inaudita. La distracción necesita de un coro de legisladores y funcionarios federales que no teman hacer el ridículo, repitiendo lo que dice el mandatario. Normalizan así un razonamiento retorcido y falaz.
Culpando a otros se tapa la impunidad. No hay que caer en la trampa.