Un mensaje de texto o por WhatsApp podría salvar a inmigrantes de trata laboral
Las víctimas o sus familiares pueden pedir apoyo legal, psicológico y de reubicación
Desde ubicaciones secretas para la mayoría, activistas luchan contra la trata de personas, teniendo como arma principal líneas telefónicas que conectan denuncias desde México, Estados Unidos y Canadá, desde cualquier parte, incluso de otros países de América Latina, a través de las cuales las víctimas, familiares o amigos pueden enviar denuncias que, en segundos, son respondidas para su seguimiento y enlace entre estas naciones.
Cuando una víctima llama al 1-888-373-7888 o escribe la palabra “HELP” al número 233733, desde Estados Unidos, se inicia una cadena de ayuda entre distintas organizaciones civiles y autoridades que permitirán rescatar a esa persona, ofrecerle un lugar seguro y ayudarle a reintegrarse a la sociedad.
En tanto, debido a que miles de personas podrían solicitar auxilio solamente a través de algún familiar, el Consejo Ciudadano de Seguridad de la Ciudad de México se coordina con organizaciones trasnacionales como Polaris y autoridades en EEUU y Canadá para dar seguimiento a casos reportados a través de su número 01-800-533-000 o mensajes de WhatsApp al 55-5533-5533.
La cadena de mensajes de audio o texto es completamente segura y confidencial, atendida por expertos que evalúan los casos rápidamente para establecer una red de auxilio inmediata.
“Son dos líneas telefónicas, pero funcionan coordinadas? es como si fuera una sola”, acota Salvador Guerrero, director del Consejo.
En 2018, solamente las líneas de EEUU recibieron 28,335 llamadas y 5,197 mensajes, pero hubo otras formas de contacto, como 1,566 conversaciones por chat, y 1,956 correos electrónicos.
Desde oficinas en Washington, sobre la cual se prohibió revelar su ubicación, y centros de atención para víctimas en Nueva Jersey –de la cual tampoco es posible dar a conocer su localización–, los activistas hacen su labor a contracorriente, principalmente por los limitados recursos financieros, pero sobre todo por lo que implica ganarse la confianza de las víctimas. Estas personas primero deben reconocer que son explotadas laboralmente y denunciar, esto ayudará a a expertos a planear una estrategia que permita a esa víctima salir del círculo vicioso que le impide evolucionar personal y profesionalmente y la pone en peligro constante.
Guerrero y Andrea Rojas, directora de Iniciativas Estratégicas de Polaris, reconocen que hay grupos criminales que se dedican a este negocio criminal, principalmente por las millonarias ganancias, pero también hay cárteles de la droga que podrían estar involucrados, sobre todo cuando se trasladan personas de un estado a otro o de un país a otro, por ello la secrecía es fundamental para los grupos que trabajan con las víctimas.
Ambos destacan que los inmigrantes indocumentados padecen este problema, debido al miedo a ser deportados, pero les aseguran que –de pedir ayuda—contarán con una red de apoyo, ya que existen organizaciones en varias entidades, las cuales tienen coordinación con autoridades locales o federales, a fin de realizar operativos que ayuden a salvar a la persona. No importa dónde se encuentre.
“Es una labor complicada, porque la víctima debe estar segura de querer salirse de esa situación… es de mucho riesgo”, reconoce Guerrero. La situación se complica si esa persona tiene hijos. “A veces creen que es mejor vivir así”.
Sin embargo, hay éxitos que reportar: 23,078 sobrevivientes a las redes criminales; 10,949 casos de trata comprobados; 5,859 potenciales traficantes de personas ubicadas y/o detenidas, y 1,905 negocios sospechosos identificados.
Hay que insistir que el tráfico sexual y la trata laboral son distintas, aunque pueden tener puntos en común, incluso generando un tercer tipo. Las estadísticas revelan que se atendieron 1,535 casos de tráfico sexual en EEUU, de los cuales 635 fueron servicios de acompañamiento y 327 de pornografía.
En trata laboral hubo 214 casos de trabajo doméstico; 157 de empleados en granjas, como agricultores o ganaderos y 138 en servicios de viaje.
La tercera categoría con 1,011 casos es una mezcla de abuso laboral y sexual con negocios de masajes, salud y belleza con 1,011 casos; 214 casos en bares, clubs de strippers y cantinas con 214 y, por último, actividades ilícitas con 1149.
Las cifras aumentan cada año: en 2016 hubo 2,174 sobrevivientes que llamaron o escribieron directamente, además de 5,071 denuncias hechas por familiares; en 2017 fueron 2,374 y 5,523, respectivamente, mientras que en 2018 se registraron 3,218 y 7,838, respectivamente.
El reto de la recuperación
No hay una fórmula secreta. La clave está en que una persona reconozca que es víctima y dé el primer paso.
“Hay personas que son forzadas a trabajar en la construcción, la agricultura? pero también son víctimas como quienes son forzadas al trabajo sexual”, explica Kate Keisel, directora del Instituto Sanar, con sede en Nueva Jersey. La organización se encarga de ayudar a las personas a salir del abuso, a través de una red de ayuda que incluye: asesoría legal, psicológica, de alimentación, de vivienda y capacitación. El acceso es restringido, por lo que no fue posible acceder a las instalaciones, debido a los altos controles de seguridad.
“Les ayudamos con distintas terapias para superar el proceso que vivieron”, acota Keisel. “Trabajamos con dos generaciones de personas, ya que pueden ayudar a los padres y a los niños”.
Los traumas generados por la trata laboral son más difíciles de identificar y reconocer por las víctimas, pero es posible con el respaldo adecuado.
“Tenemos sobrevivientes de toda Latinoamérica, de Honduras, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Bolivia, Colombia, México”, señala Keisel. “Trabajamos con gente que llegó a los Estados Unidos por distintas razones y luego se vio víctima de estas redes, de tráfico laboral”.
Agrega que algunas personas, después de ser rescatadas, descubren su dependencia a sus explotadores. Cada caso es único.
“Algunas personas necesitan ayuda legal más que psicológica o viceversa”, precisa, al tiempo que reconoce que los casos son complicados, sobre todo para investigar a los culpables. “Los ayudamos a recordar detalles de lo que vivieron, porque eso puede ayudar a sus casos… Tenemos que navegar por el sistema de justicia, que es bastante complejo”.
Durante el proceso hay un riesgo de que las víctimas caigan nuevamente en las redes de trata.
“El mayor reto es curar el trauma, si no logramos eso, la víctima volverá a caer fácilmente en una red de trata”, acotó. A la pregunta expresa sobre si es posible una recuperación, la experta no dudo: “Sí, lo es, pero es un proceso largo”.
Un trabajo integral
Organizaciones como Sanar y sus aliados se enfocan en diversos aspectos para ayudar a las víctimas:
- Salud mental: trauma, ansiedad
- Ayuda legal
- Trámites migratorios
- Localización de familiares
- Acceso a vivienda y alimentación
- Atención a los hijos
- Integrar a la persona a una vida plena: emocional y laboral