Tres trabajadores esenciales hispanos de NYC que perdieron la batalla contra el coronavirus
Un médico pediatra dominicano, una trabajadora de mantenimiento de origen boricua y una querida docente quisqueyana salieron hasta último minuto a dar la cara por sus compromisos laborales
El anhelo del pediatra dominicano Manuel de Jesús Zambrano, de 55 años, desde que emigró a Nueva York luego de haber cursado la carrera de medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, era tener la oportunidad de trabajar profesionalmente en algún centro de salud de este país. Y luego de años de luchas, estudios y trabajo, este martes en la madrugada su vida se apagó a causa de una complicación relacionada con el coronavirus.
“Lograr una residencia en un hospital de Nueva York, luego de pasar los exámenes es algo muy difícil. Allí están compitiendo los mejores del mundo. Este médico, hace 22 años logró ingresar al Hospital Lincoln de El Bronx en donde hizo su nivel de pediatría. Murió cumpliendo con una misión que amaba, salvando vidas”, comentó el Dr Aritmedes Restituyo presidente de la Asociación de Trabajadores de la Salud Hispanos.
El doctor Zambrano, una de las 1,600 víctimas mortales del COVID-19 en Nueva York hasta el miércoles en la tarde, “tenía una vocación especial por ayudar a los demás, un entusiasmo por atender a cada paciente, nunca estaba quejándose por nada, respetaba lo que hacía”, comentan compañeros del fallecido profesional de la medicina, quien empezó a sentirse enfermo mientras trabajaba en el área de emergencia pediátrica del South Nassau Community Hospital.
Trabajó además en el centro de pediatría del Dr Luis Herrera, en Freeport, en Long Island. Apenas empezó a tener los primeros síntomas de la enfermedad se aisló, porque le preocupaba mucho pensar que podía transmitir el virus a otra persona. Le sobrevive su esposa y dos hijos.
“Era un profesional muy noble que estaba totalmente dedicado a su familia y a sus pacientes”, así lo definió su colega Ramón Ferrand quien compartió aulas en Santo Domingo, cuando ambos estudiaban medicina en la isla durante los años 90.
El profesional de la salud quisqueyano, duró solo tres días enfrentando el virus en una unidad de cuidados intensivos.
“Yo no puedo mantenerme en casa”
El pasado 23 de marzo la trabajadora de mantenimiento del Subway de origen boricua, Caridad Santiago, de 43 años, enmarcó su foto de perfil en Facebook a las 2:56 a.m. con un mensaje: “Yo no puedo mantenerme en casa, soy un trabajador esencial”. Casi una semana después, lastimosamente, engrosó la lista de víctimas hispanas mortales del COVID-19.
Amigos cercanos de la madre fallecida de El Bronx, que deja tres hijos que la acompañaron hasta su último suspiro, comentan que Caridad salía a trabajar con algo de temor, pero interpretaba que “tenía suerte que en un momento en el cual las personas estaban perdiendo sus empleos, ella podía seguir en sus labores”.
Días antes que empezara a tener los primeros síntomas, (fiebre, tos y dificultad para respirar), fue testigo por primera vez en los 13 años que tenía trabajando en el sistema de transporte, que los vagones estaban vacíos en horas pico. Dijo a un compañero del Subway: “Creo que esto se está poniendo mal con esta epidemia, esto está bien serio”.
“Cari” como era llamada por sus compañeros de trabajo, días previos a que la enfermedad empezara a debilitarla, desinfectó con mangueras a presión escaleras de la estación en donde trabajaba, recogió basura y desechos, desinfectó cabinas, limpió máquinas y áreas comunes.
“Yo estoy realmente afligida con todo esto. Ella era una persona maravillosa y servicial. Amaba a su hijos y a pesar de todas las adversidades que enfrentó nunca perdió el brillo y su actitud positiva”, comentó a El Diario su amiga Jessica Muñiz.
Miembros del Sindicato de Trabajadores de Tránsito (TWU), subrayan que siempre mostró “entusiasmo por la vida”.
Caridad vivía en Claremont Village, disfrutaba inmensamente celebrar con pasteles los años de vida a sus seres queridos, soñaba que sus hijos menores lograran estudiar en la universidad y sufrió mucho por la devastación del huracán María en Puerto Rico, en 2017. Sus familiares eran de Ponce.
El pasado domingo en la tarde, como reportan medios locales, cuando sus hijos, dos de ellos adolescentes, se dieron cuenta de su fallecimiento, luego de padecer por una semana todo el cuadro clínico asociado con el coronavirus, llamaron a los números de emergencia y pasó mucho tiempo, exactamente un día, para que los forenses acudieran a levantar el cadáver.
“Cari” es una de los cinco trabajadores del Subway que esta semana sucumbieron ante el virus que sigue causando dolor en la ciudad de Nueva York.
La maestra con una “sonrisa tatuada”
Quienes la conocieron en la Escuela Pública 9, en Prospect Heights, la recordarán siempre como una prfesional que siempre tenía una sonrisa dibujada en el rostro y un abrazo tatuado hacia los demás. Se trata de la dominicana Sandra Santos Vizcaino, de 54 años, quien fue maestra de educación bilingüe por un par de décadas en escuelas públicas de Nueva York y quien para infortunio de su familia, alumnos y compañeros, se convierte en otra educadora que no sobrevivió a la pandemia que castiga a la ciudad.
Sandra estaba muy entusiasmada con el proceso de clases a distancia, porque creía que de esa manera los alumnos no perderían tiempo. De acuerdo a sus colegas docentes era “una maestra las 24 horas, que se conectaba con los problemas de los alumnos, ella quería ayudar a todo el mundo”.
La quisqueyana fue miembro de la Asociación de Supervisores y Administradores de la República Dominicana en donde recibió el destacado premio de líder educativo y además quería fundar un centro educativo para niños con problemas de aprendizaje.
Soñaba con retirarse al lado de su esposo a su querida isla, en donde construyeron la casa que siempre anheló.
“Ayer fue un día desafiante para la comunidad, al enfrentar la devastadora realidad de perder un gran maestro, al enfrentar además los sonidos de nuestros pensamientos y miedos”, escribió Fatimah Ali, directora de la escuela, en una carta a la comunidad el pasado 31 de marzo cuando trascendió la noticia de su deceso.
La docente visitó por última vez la escuela el pasado 19 de marzo, en una capacitación de desarrollo profesional antes del cierre de los edificios escolares. Fue hospitalizada el 26 y falleció cinco días después.
“Nos aseguraremos de honrarla”, dijo Richard Carranza, Canciller de educación de la ciudad.
Le sobrevive su esposo y dos hijos.