Editorial: Credibilidad electoral

Los republicanos llevan un tiempo denunciando fraude electoral sin pruebas

Nunca un gobernador demócrata había logrado la reelección en Nueva Jersey en los últimos 44 años.

Gobernador demócrata de Nueva Jersey, Phil Murphy, logró el triunfo. Crédito: Spencer Platt | Getty Images

Si las elecciones del martes pasado fueron malas noticias para el futuro de los demócratas, la actitud asumida por el candidato republicano a gobernador de Nueva Jersey de no reconocer su derrota, es un presagio peor para la democracia estadounidense.

Dos gobernaciones, la de Nueva Jersey y Virginia, estuvieron en juego el martes pasado. En la primera, el gobernador demócrata Phil Murphy obtuvo 50.9% de los votos frente a 48.3% del retador Jack Ciattarelli. En el segundo el republicano Glenn Youngkin obtuvo el 50.7%  ante el 48.6% del ex gobernador Terry McAuliffe. 

Los dos resultados son similares. La diferencia está en la actitud de los derrotados. El demócrata la reconoció rápidamente, en cambio el republicano todavía se resiste hasta que, según dice, todos los votos están contados. En New Jersey no hay conteo automático, sino que  se demanda judicialmente en cada sitio.

Ciatarelli explica su negativa a conceder la derrota para que sus seguidores “no caigan víctimas de teorías conspirativas”. En realidad, precisamente con ese proceder da rienda libre a las especulaciones.

El ex presidente Donald Trump celebró la victoria del republicano en Virginia y cuestionó su derrota en New Jersey. Como las encuestas tenían abajo a Ciatarelli, ya se predecía maniobras turbias, que se confirmaron con la derrota. O sea, si los republicanos ganan la elección es justa, si pierden hubo trampas. 

Esta elección mostró que la actitud aberrante de mal perdedor de Trump se normaliza dentro del Partido Republicano. Ya es parte de una estrategia electoral cuestionar la integridad electoral si se pierde.

Los republicanos llevan un tiempo denunciando fraude electoral sin pruebas, que si votan los muertos o los indocumentados. Pero recién ahora se impugna directamente el resultado.

Las legislaturas republicanas siguen aprobando leyes electorales que desalientan la participación y desempoderan al votante en caso de un resultado adverso. 

Como si fuera poco ahora en las elecciones de secretario de Estado en Arizona, Georgia, Nevada y Michigan -entre otros- hay candidatos  respaldados por Trump que apoyan la teoría de la “Gran Mentira” del robo electoral. Si ellos ganan, esos estados perderán la independencia electoral. 

Los comicios estatales para elegir las autoridades electorales no solían ser importantes. Bastaba con aplicar la ley. Hoy varios de estos funcionarios necesitan protección ante las amenazas contra su vida por parte de  simpatizantes de Trump por no dar la victoria al republicano el año pasado.

Según las encuestas, dos tercios de los republicanos creen que Biden perdió la elección presidencial. La Gran Mentira es una amenaza viva contra el pilar de la democracia como es la credibilidad electoral. 

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