¡De Morelos para el Mundo!: Estilos Rodsan, una mujer valiente que no le tiene miedo a soñar en grande
A sus 40 años, la mexicana Consuelo Rodríguez es una de las miles de emprendedoras latinas que se han arriesgado en Nueva York a tener sus propios negocios, no solo para lograr estabilidad económica sino para disfrutar de una mejor calidad de vida y compartir mayor tiempo al lado de sus hijos
Cuando Consuelo Rodríguez era apenas una adolescente y vivía en su humilde casita en la ciudad de Cuautla, en el estado mexicano de Morelos, siempre miraba pasar a las estilistas de su vecindario, muy bien arregladas y con looks que obligaban a todos a verlas, dos y hasta tres veces. La bella mexicana se quedaba embelesada, soñando con llegar un día a ser una famosa modelo o una reconocida estilista. Desde muy niña, a pesar de la pobreza en la que creció, “Chelo” asegura que tenía muy claro que en la vida “se vale soñar, pero también hay que trabajar duro para hacer los sueños realidad”.
Pasaron los años y al ver que sus ilusiones de prosperar parecían irse quedando poco a poco escondidas en su viejo armario, la joven no se resignó a su destino, se llenó de valentía y se fue en busca del sueño americano.
Tras una larga odisea, donde confiesa que estuvo a punto de perder la vida, la mexicana finalmente llegó en el 2004 a Nueva York, repleta de ilusiones, y a los pocos días, su sueño comenzó metida en un mundo lleno de colores, texturas, olores y sobretodo de mucho jabón. “Suavisantes, detergentes, jabón, más jabón, más jabón, más jabón, mugre, espuma y mucha explotación”, fue lo primero que la inmigrante conoció en su trabajo en una lavandería en El Bronx.
“Yo trabajaba de noche todos los días, desde las 11:00, hasta las 7:00 de la mañana. A diario había maltratos, sufría por el idioma, y la clientela me gritaba muy feo. Pero lo peor era ver que los jefes abusaban de mujeres como yo, porque ni siquiera tenía un salario fijo, sino que me pagaban solo $25 centavos por cada libra de ropa que lavara y doblara. Tenía que lavar mucha ropa para poder sacar un sueldo decente. Era humillante”, confiesa la mexicana, quien luego se convirtió en madre de dos varoncitos y una niña, y fue víctima de violencia doméstica.
Al ver que su vida no se parecía en nada a lo que anhelaba, Consuelo puso bajo llave el sueño americano, empacó maletas y se regresó a México, esta vez a Cuernavaca, también en el estado de Morelos. Allí empezó un emprendimiento de venta de gelatinas de colores, que le dio para sobrevivir, pero cansada de verse “ahorcada” ante la falta de dinero, de nuevo se arriesgó, y comenzó a estudiar belleza y estilismo, pero “las cosas se pusieron feas” en su ciudad y en 2019 decidió regresarse con sus niños a Nueva York, esta vez con el firme propósito de triunfar.
“Me vine con la idea de empezar otra vez, y aunque tenía mucho temor de no desarrollar lo que estudié, me lancé a buscar opciones en el mundo de la belleza, porque me negaba a sentirme frustrada. Primero me arreglé muy bien, antes de empezar a repartir tarjetas, porque en este negocio cuando dices: ‘soy estilista’, te voltean a ver tu apariencia y cómo te arreglas, cómo te peinas, cómo te maquilas, pues esa es la seguridad que uno vende”, comenta la mexicana. “Al principio fue complicado, porque primero tuve que volver a ser empleada, lavando cabezas en un salón en El Bronx, pero allí la dueña, dominicana, me dio la oportunidad de que empezaran a ver mi trabajo y me tomó como 8 meses. Empecé a hacer colores básicos y al mismo tiempo me pagué un curso con ‘Mechas y Mechas’ para aprender sobre tonos platinados y encendidos que estaban en tendencia y tonos fantasía y tonos extremos. Me entró el deseo de querer saber más y hacer tonos más perfectos”.
Luego la madre soltera, ya más capacitada, se fue a trabajar a un salón en Manhattan, también como empleada, hasta que un día decidió seguir su alma emprendedora y tras haber hecho una “cartera de clientes” amplia, renunció y comenzó su negocio Estilos Rodsan en East Harlem, que debido a la pandemia del COVID, debió mover a su casa, donde sus clientes iban a arreglarse.
El resto es historia y hoy, con casi tres años como su propia jefa, y gracias a su visión empresarial, Consuelo asegura que aprendió una lección que le cambió la vida: “nosotras tenemos que ser determinadas y actuar en el momento, porque la vida se va, y si no te lanzas, puedes quedarte en la sala de espera en el intento”.
La estilista profesional reconoce que al principio manejar un negocio propio es muy duro, pero advierte que “lo importante es realizar el sueño y enfocarse, pues cuando se salta la vacío, con trabajo y seguridad, todo se va acomodando”.
Tras tener su emprendimiento en un salón, en diciembre pasado la experta en belleza decidió dar un paso más, para balancear su vida empresarial con su vida familiar.
“Me di cuenta que si movía el negocio a mi casa me podía ahorrar lo de la renta del local, invertir más en material y ser más independiente, y aunque me dio un poco de miedo de perder a mis clientas, ahora sé que tomé la decisión correcta, porque también le puedo dedicar más tiempo a mis hijos, porque estaba perdiendo ese acercamiento con ellos”, asegura la emprendedora, quien pronto comenzará a trabajar con una estilista colombiana, ampliando su negocio.
“La idea es hacer una cartera de clientes más grande y dar un gran salto, primeramente Dios y después rentar un salón propio, pero que esté cerca de mis hijos, pues desde que moví mi negocio a la casa, ellos han mejorado mucho en sus notas y se les ve más felices sus caritas por convivir más conmigo”, comenta la orgullosa madre, quien agrega que desde que no es empleada, sus ingresos se triplicaron.
“Tener tu propio negocio no solo te da mayor estabilidad económica sino que controlas tu vida, tus horarios, tu trabajo. Uno empieza a administrar mejor sus tiempos, pones el ritmo y lo puedes combinar con lo que son mis labores del hogar. Ahora me siento mucho más en paz, ya no estoy con la presión del trabajo, me siento más tranquila y hay más felicidad en mi casa porque trabajo más a gusto”, comenta la estilista con una enorme sonrisa que hace juego con sus preciosos ojos.
Y como viajando hacia el futuro en su mente, la credora de Estilos Rodsan, quien también promociona su negocio en redes sociales, que se las ayuda a manejar su hija de solo 10 años, Consuelo asegura que es de las que cree que “dejar de soñar es morir en vida”, y siente que un día su marca brillará por todo lo alto con pleno reconocimiento.
“Así mucha gente no crea en nosotras, tenemos que seguir arriesgándonos, porque la esperanza muere al último y por eso quiero seguir invirtiendo para tener pronto un salón que sea como Naciones Unidas, donde podamos atender a personas de diferentes razas y culturas, todos unidos en torno a la belleza para poder cambiar conceptos”, comenta la empresaria, advirtiendo que urge que la Ciudad ayude más a emprendedoras como ella, con préstamos, publicidad e inversión, para que su talento pase a otro nivel.
La promotora de Estilos Rodsan afirma que también quisiera poder dar cursos a mujeres que deseen trabajar de manera independiente para servir de ejemplo y crear su propia línea de productos de belleza.
“Quiero llegar muy lejos, y que el nombre Estilos Rodsan sea para toda la vida y que esté en todas partes. Mi hija siempre me dice cuando edita mis videos en redes sociales: ‘mamá te voy a llevar a la fama’, y sé que así va a ser, porque ya tengo claro que si quiero puedo, y que mi vida ahora se parece más a lo que soñé. Soy una mujer empoderada“, concluyó la estilista de El Bronx.
Estilos Rodsan
Para seguir a Consuelo Rodríguez en redes sociales o probar sus estilos, puedes visitar su cuenta de Instagram en https://www.instagram.com/estilos_rodsan/
También puedes visitar su página de Facebook en https://www.instagram.com/estilos_rodsan/