Invasor inyectó un falso “virus mortal” a 2 personas y exigió millones para suministrar el antídoto

Tres hombre ingresaron a una casa en Connecticut, ataron y vendaron los ojos a los residentes y luego inyectaron una sustancia, amenazando que era letal, y pideron sin éxito que pagaran $8,5 millones de dólares para salvarlos

Barabas, originario de Rumania, se declaró culpable esta semana en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Connecticut.

Barabas, originario de Rumania, se declaró culpable esta semana en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Connecticut. Crédito: FBI | Cortesía

Un hombre de 38 años en Connecticut, Stefan Alexandru Barabas, ha admitido su implicación en un allanamiento de morada durante el cual él y sus cómplices inyectaron a dos personas una sustancia que afirmaron ser un virus mortal y luego les exigieron millones de dólares por el antídoto.

Barabas, originario de Rumania, se declaró culpable esta semana en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Connecticut por su papel en el crimen.

El Departamento de Justicia informó en un comunicado que el incidente tuvo lugar poco antes de la medianoche del 15 de abril de 2007, cuando Barabas y sus cómplices, Emanuel Nicolescu y Alexandru Lucian Nicolescu, irrumpieron en una casa en South Kent, Connecticut, armados con cuchillos y pistolas Airsoft que parecían reales.

Los hombres llevaban máscaras y ataron y vendaron los ojos a dos adultos residentes de la casa.

Según el comunicado, los intrusos inyectaron a las víctimas una sustancia, amenazando que era un virus mortal. Exigieron un pago de $8,5 millones de dólares bajo la amenaza de dejarlos morir sin el antídoto. Incapaces de cumplir con las demandas, las víctimas fueron sedadas y los asaltantes huyeron en el Jeep Cherokee del propietario.

El vehículo fue encontrado abandonado a la mañana siguiente en New Rochelle, Nueva York.

Una semana después, se encontró un estuche de acordeón en la costa de Jamaica Bay, Long Island, que contenía varios implementos utilizados en el crimen, incluyendo una pistola paralizante, un cuchillo, una pistola Airsoft, jeringas y pastillas para dormir.

La tarjeta telefónica laminada con la dirección de las víctimas proporcionó un vínculo crucial para los investigadores.

Cómo llegaron a los delincuentes

La investigación avanzó cuando un detective conectó una placa parcial de Pensilvania con un automóvil registrado a nombre de Michael N. Kennedy, otro cómplice.

Kennedy, quien había proporcionado transporte a los perpetradores, vivía anteriormente con Emanuel Nicolescu, exempleado de una de las víctimas. Los datos del teléfono móvil y el ADN encontrado en el Jeep robado ayudaron a vincular a los sospechosos con el crimen.

Los vínculos familiares y objetos personales también jugaron un papel en la investigación. El padre de Kennedy era acordeonista profesional, lo que ayudó a relacionar el estuche de acordeón con el caso. Un testigo identificó el cuchillo en el estuche como un regalo de un suegro a Emanuel Nicolescu.

Emanuel Nicolescu fue condenado previamente por intento de extorsión, conspiración para cometer extorsión y posesión de un vehículo robado, recibiendo una sentencia de 240 meses. Alexandru Nicolescu fue sentenciado a 121 meses por cargos similares. Kennedy, quien se declaró culpable de intento de extorsión y conspiración para cometer extorsión, fue sentenciado a 48 meses.

Barabas se declaró culpable de conspiración para interferir con el comercio mediante extorsión, enfrentando una pena máxima de 20 años en prisión federal. Según un acuerdo de culpabilidad, aceptó una sentencia de entre 72 y 84 meses, pendiente de la aprobación del tribunal.

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