Editorial: Desinformación y la libertad de expresión

No tomen decisiones basadas en contenidos de dudosa procedencia.

Hay que tener cuidado con los contenidos falsos que circulan en la red.

Hay que tener cuidado con los contenidos falsos que circulan en la red. Crédito: Shutterstock

En esta era digital y con una sociedad estadounidense cada vez más polarizada, donde ha quedado demostrado el daño que genera la difusión de contenidos informativos falsos, queremos una vez más encender las alertas e insistir en establecer bien los parámetros de lo que significa la desinformación y libertad de expresión. Son dos cosas que no debemos confundir.

Traemos esto a colación, en vista de la decisión del CEO de Meta, Mark Zuckerberg, de eliminar la verificación profesional de datos en sus plataformas (Facebook, Instagram y WhatsApp). Estamos frente a un retroceso. Una cosa es tener la libertad de expresar lo que uno piensa, y otra muy distinta es dejar la vía libre para colar información sin los respectivos filtros que garanticen de alguna manera la veracidad de lo que se está promoviendo.

Desde esta tribuna, defendemos el consumo informativo que brindan los medios tradicionales porque se basan en varias fuentes, en informes que nos permiten ver las diferentes caras de la moneda.

Nos sumamos a la postura de la Sociedad Interamericana de Prensa que describe el paso dado por Meta como un factor que debilita un elemento crucial en la lucha contra la desinformación, dejando un vacío que difícilmente podrá ser llenado por un modelo basado en usuarios anónimos.

Cuando hablamos de la amenaza de contenidos falsos, no solo nos referimos al sector noticioso. El impacto de lo que leemos en las redes sociales puede llegar a afectar la vida de las personas a todo nivel.

La SIP nos recuerda claramente uno de los principios de la Declaración de Salta II que indica: “La diseminación maliciosa o deliberada de desinformación por parte de actores estatales o privados afecta la confianza pública y menoscaba procesos democráticos. Además de las responsabilidades de quienes emitan, distribuyan, amplifiquen o moneticen estos mensajes, se requiere adoptar políticas de alfabetización noticiosa y digital sobre el impacto de las tecnologías”.

Vale recalcar, por ejemplo, que 2024 fue un año electoral donde las redes sociales sirvieron de campo fértil para la difusión de una narrativa política plagada de falsedades y replicadas por los políticos de turno en su afán de captar votos.

Ahora más que nunca, apelamos a la conciencia de nuestros lectores para que se nutran de contenidos serios. No crean todo lo que les salta en sus redes. Sean un poco más selectivos y cuidadosos con lo que consumen. Recuerden que son parte de algoritmos que les van a estar bombardeando con contenidos según las preferencias de lo que han estado buscando mientras navegan en la red.

No tomen decisiones basadas en contenidos de dudosa procedencia.

Ayude a combatir la desinformación. Haga su parte.

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