El “Jibarito Pop” Bernardo Medina regresa con tercera entrega de “The Sofrito Manifiesto”
En el tercer “manifiesto” del artista lo ancestral se junta con lo moderno a través de los postres y dulces más característicos de la comida puertorriqueña

Portadas de la trílogía "The Sofrito Manifiesto" de Bernardo Medina. Crédito: Bernardo Medina y Kroma | Cortesía
Nueva York – Abrir el tercer “manifiesto” del sofrito puertorriqueño es hacer espacio a dulces recuerdos enraizados por generaciones en la “Isla del Encanto” o, como afirma su creador Bernardo Medina, “dulce es el recuerdo”.
Para el que no lo ha explorado, transitar las casi 240 páginas puede sonar a tarea ardua. Sin embargo, para, el que lo experimenta, es un proceso sencillo, llevadero, y sobre todo placentero; una especie de ritual en el que lo ancestral se junta con lo moderno a través de los postres y dulces más característicos de la comida puertorriqueña.
Entre las coloridas fotos del tembleque (postre hecho a base de leche de coco y maicena), dulce de papaya, la pasta de mango, el pan de maíz, las galletas cucas (hechas de gengibre), los polvorones de guayaba y las “Florecitas” (galletas con glaseado dulce de colores) el artista intercala la historia del flan de queso de tití María, “el mejor del barrio”; el tinte rubio de tití Dalila, y el ansiado viaje de su madre Elsie a México, como muestra de la intrínseca relación entre la gastronomía puertorriqueña y las historias de Hatillo o “Hatillo Tales” que trascienden fronteras.

Exponer la riqueza de los dulces y postres puertorriqueños usando como eje las recetas de sus abuelas y los intercambios dentro y fuera de la cocina son parte central y necesaria en la entrega de Medina o “BeMe”, como se apoda. Es en el proceso mismo de cocinar donde también se mezclan las emociones e historias que, a medida que pasa el tiempo, nos llevan a una nostalgia de lo compartido que nos sigue acompañando y sosteniendo.
“En sus cocinas, llenas de aromas y magia, aprendimos el valor de la paciencia, la importancia de los ingredientes frescos y el secreto para crear postres que no solo deleitan el paladar, sino que también llenan el corazón de nostalgia y alegría”, introduce el artista plástico su obra.
Cocinar como un “acto de amor”
Para Medina, natural del referido pueblo del norte de Puerto Rico, la comida es un “acto de amor” que une a la familia y preserva su historia.
“La cocina para los puertorriqueños es un acto de amor. Es más que un acto de comer y nutrirse. Es un acto de amor y de familia. En la cocina nos reunimos; no nos queremos ir de la cocina; nos vamos de la cocina; no nos vamos, aunque nos boten. Ese acto de cocinar, que es un acto de querer, de servir y de comer todos juntos es una cosa muy puertorriqueña, pero también muy latina”, argumentó el entrevistado en entrevista con El Diario.
“Los de la Generación Z muchas veces no saben el recetario tradicional boricua. Yo pienso que todos los puertorriqueños deberíamos aprender a hacer sofrito (mezcla de verduras, hierbas y especias) porque es el alma de nuestra cocina, la base. Es importante que se preserven esa información para otras generaciones para que sientan orgullo y lo disfruten”, añadió.

En “The Sofrito Manifiesto: 3” o la última parte de la trilogía del también llamado “Jibarito Pop” se celebra lo más dulce de la gastronomía puertorriqueña a través de recetas, imágenes e historias, enmarcadas en lo observado y vivido por BeMe durante su niñez y más allá.
El creador lo describió como la “nueva nostalgia”.
“Una de las cosas más fuertes que uno (como puertorriqueño) tiene cuando se exilia es olvidar tu gastronomía…Nosotros por ser tan pequeñitos (la isla), pero tan bocones, nosotros nos hemos arraigado al sofrito y nos hemos amarrado el pote de sofrito en el pecho, y se ha confundido el pote de sofrito con el corazón… Es muy importante celebrar tu comida”, afirmó el multidisciplinario quien considera a esa mezcla el “alma” de la comida boricua.
En ese sentido la entrega es capaz de apelar a puertorriqueños dentro y fuera de la isla, pero también a cualquiera que sea capaz de asumir la comida como un lenguaje universal.
“Te doy un ejemplo: la alcapurria. La alcapurria (fritura hecha de masa de plátano verde) es una cosa larga marrón que no es fácil ni bonita de retratar. En el libro 1, la alcapurria la está comiendo un hombre que está vestido de etiqueta y una mujer que tiene un traje de noche muy grande, y ellos están como en una gala como en la del MET (Museo Metropolitano de Nueva York), y están comiendo alcapurria. La extrapolación de traer la alcapurria a ese momento conecta con tú decir, ‘me la puedo comer cuando yo quiera’”.

La apuesta de Medina ha llevado, según contó, a que otras comunidades se interesen más por las delicias culinarias de la isla.
“Te voy a decir lo que ha pasado como fenómeno con este libro. Mucha gente que no pensaba que nuestra comida era ‘cool’, de pronto lo piensan porque está planteado de una manera más cool, menos tradicional, más moderna, más colorida. Entonces, ha atraído a una gente que no celebraba eso. Cuando la gente compra el libro, muy a menudo me dicen, ‘es un libro de cocina para la sala’. Es un libro de cocina que no va a estar en tu cocina nunca. Es un libro de cocina, de arte, de cuentos”, relató el también empresario y publicista.
Parte de la conexión emocional con el espectador, independientemente de su origen, es cómo la propia foto cuenta una historia llena de color que provoca los sentidos.
“Tal vez no conoces la receta de un piñón de amarillos (pastelón de amarillos relleno de carne molida a modo de lasaña), pero sí sabes que esa foto te tienta a comértelo, y sabes que la foto es colorida y que es deliciosa e interesante. La conexión del sabor y el color y la manera en la que está montada cada foto. La belleza pictórica de la foto te conecta con el país, con nuestra personalidad”, expuso el boricua que ha trabajado ampliamente el arte de medios mixtos.
Las primeras dos entregas del manifiesto se enfocaron en comida general y bebidas.

Las recetas se combinan, aparte de con las anécdotas de su crianza, con otras obras del artista para que el espectador tenga una visión más completa de su catálogo. Entre las páginas de la tercera entrega se puede ver, por ejemplo, la “Carrera de pica” una especie de escultura para la que se empleó resina y acrílico; una réplica de la pintura “Dominó en fuego”, hecha en acrílico; y la foto de un hombre representando a un vejigante (personaje de un carnaval) de “Hatillo”, aunque con el pecho parcialmente cubierto, y el mensaje “Vejigante a la boya, pan y cebolla” como complemento.
Un artista multifacético
La conjunción no es de extrañar. Medina es conocido por utilizar varios objetos en una obra y explorar con varias técnicas y estilos.
“Eso es una herramienta de mucha, mucha, mucha libertad. Tienes que tener la libertad como creativo para pintar con crayola y con acrílico y con lo que quieras. También tienes que tener la libertad de mezclar fotos con pintura…”, describió sobre el alcance de su trabajo.

Para BeMe, la identidad de un artista está en constante evolución y se nutre de la información que recibe a diario.
“Eso está en constante evolución. Hoy yo estoy en Nueva York y hay 40 cosas que me afectan, que me tientan, que me motivan, que me seducen, pues ya yo tengo esa información que me va a afectar de una manera. Es un proceso constante de aprendizaje, y yo, como artista, estoy abierto a eso”, argumentó.
En este contexto, Medina reconoció que su trabajo de publicista está interconectado con su gestión artística y lo ha ayudado a mercadear mejor sus obras.
“Soy las dos y están interconectadas. No puedo separarlas. ¿Qué eres tú, más hija de tu papá o de tu mamá? No hay cómo definir eso. Es imposible. Yo pienso que me ha ayudado mucho en las estrategias para mercadear mi trabajo, pero mi formación y mi ADN como publicista está presente en mis obras y nunca va a dejar de estarlo, porque ese es el punto de vista que yo traigo a la mesa. Y yo no creo que es malo ni bueno. Solo es”, consideró.
A pesar de los elementos autóctonos de la cultura puertorriqueña que integra a sus creaciones, Medina reconoció que, como suele pasar, fuera de la isla su trabajo es más apreciado y valorado.
“En términos de los puertorriqueños de Puerto Rico, el trabajo ha sido recibido grandemente con mucha euforia. Mucha gente que les faltaba un libro así de interesante…así de bonito, porque es un libro para ver. Pero nadie es profeta en su tierra. Yo como artista vendo más y soy más famoso en Madrid (España), Cuba, en Nueva York y en Miami que en Puerto Rico”, afirmó.
Las obras del artista también han sido expuestas en ciudades como Miami, Florida.
Al momento, el creativo trabaja en un libro de flores de Puerto Rico que espera culminar para octubre de 2026 y que, como todo lo que hace, no es el típico con enfoque botánico.
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