Cuánto ganan al año los propietarios de franquicias Chick-Fil-A
Ganar cientos de miles de dólares al año es posible en Chick-fil-A, pero con una de las tasas de aceptación más bajas y estrictas reglas de operación

Los dueños de franquicias también asumen la responsabilidad por demandas relacionadas con el restaurante y deben completar unas 150 horas de capacitación antes de iniciar operaciones. Crédito: Sundry Photography | Shutterstock
Abrir una franquicia de Chick-fil-A puede parecer una oportunidad dorada, pero llegar a ser uno de sus escasos operadores es un reto monumental. Con un costo inicial de $10,000 dólares, el potencial de ganancias supera ampliamente la inversión, aunque con estrictas reglas y condiciones.
El documento de divulgación de franquicias de marzo de 2025 revela que un restaurante independiente, con al menos un año en operación, genera en promedio $9.22 millones de dólares en ventas anuales.
De esa cifra, el operador debe entregar a la empresa el 15% de las ventas y el 50% de las ganancias antes de impuestos.
Esto deja al franquiciado con aproximadamente entre el 5% y el 7% de los ingresos totales como ganancia neta.
Por ejemplo, un local con ventas anuales de $4 millones paga $600,000 dólares (15%) a la compañía, quedando $3.4 millones.
Si el margen de ganancia es del 12%, eso equivale a $408,000 dólares, de los cuales Chick-fil-A se queda con la mitad, dejando al operador con $204,000 dólares.
En el caso de un restaurante con ventas promedio de $9.22 millones, el ingreso final para el franquiciado podría rondar los $470,220 dólares.
En los locales ubicados en centros comerciales, las cifras son menores. Entre 197 restaurantes analizados, el promedio de ventas anuales fue de $4.51 millones, pero solo el 34% alcanzó ese nivel. El promedio fue de $3.39 millones.
Llegar a este punto es extremadamente difícil. Chick-fil-A recibe más de 40,000 solicitudes al año y aprueba solo entre 75 y 80 nuevos franquiciados, lo que equivale a una tasa de aceptación del 0.2%, 18 veces más difícil que ingresar a Harvard.
Esto se debe a que los operadores no compran el negocio, sino que lo administran bajo arrendamiento: el edificio, el equipo y el terreno son propiedad de la empresa.
Al retirarse, no pueden vender ni heredar la franquicia, sino que la compañía retoma el control total.
Además, ser operador es un trabajo de tiempo completo, limitado a un solo local y con prohibición de manejar otros negocios.
Se espera que el franquiciado esté presente diariamente, lo que descarta la posibilidad de inversión pasiva.
El proceso de selección es riguroso. Un operador de Atlanta contó que tuvo que escribir más de 10 ensayos y asistir a 10 entrevistas antes de ser aceptado.
Incluso después, la empresa mantiene el poder de terminar el contrato con 30 días de aviso y sin necesidad de dar explicaciones.
Las disputas legales deben resolverse en Georgia, siguiendo sus leyes, sin importar la ubicación del restaurante.
Los franquiciados deben aportar hasta 3.25% de las ventas mensuales al fondo publicitario nacional y pagar una renta de equipo que puede ir de $750 a $5,000 dólares al mes, con un interés adicional de 1.25% mensual en caso de retraso.
Al dejar el negocio, si no se entrega el local de inmediato, la renta se duplica por la cláusula de ‘ocupación excesiva’.
Los dueños de franquicias también asumen la responsabilidad por demandas relacionadas con el restaurante y deben completar unas 150 horas de capacitación antes de iniciar operaciones.
A pesar de las exigencias, los ingresos que se pueden generar hacen que muchos lo vean como una oportunidad única, siempre que estén dispuestos a cumplir con las estrictas reglas de la marca.
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