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Autos estacionados: un factor oculto que intensifica el calor en las ciudades

Un estudio revela que los autos estacionados intensifican la isla de calor urbana y su impacto depende del color y los materiales

Autos estacionados

Hay autos que, por su color, absorben más calor, modificando la temperatura que hay a su alrededor. Crédito: Shutterstock

El fenómeno de la isla de calor urbana representa uno de los mayores desafíos ambientales en las ciudades del siglo XXI. En áreas densamente pobladas, las temperaturas pueden superar con facilidad a las de sus alrededores rurales debido a la transformación de suelos naturales en superficies impermeables, la falta de vegetación y la concentración de actividades humanas.

Sin embargo, un nuevo estudio científico ha puesto el foco en un actor inesperado: los autos estacionados.

De acuerdo con una investigación publicada en la revista City and Environment Interactions, los vehículos en reposo tienen un papel significativo en la intensificación del calentamiento urbano. El estudio, realizado en Lisboa, Portugal, encontró que la presencia de automóviles puede alterar las propiedades térmicas de las calles, modificando el balance de energía y contribuyendo a la generación de “puntos calientes” en el entorno inmediato.

El efecto térmico de los autos estacionados

El trabajo científico destaca que los autos influyen en la temperatura urbana de una manera diferente a otros elementos como el asfalto o los edificios. Los materiales que componen los vehículos, entre ellos el acero y el aluminio, presentan alta conductividad térmica y baja inercia térmica. Esto significa que los autos se calientan y enfrían con rapidez, absorbiendo y liberando calor en lapsos muy cortos.

Este comportamiento provoca variaciones bruscas de temperatura en su entorno inmediato. En otras palabras, un auto estacionado al sol no solo se calienta, sino que transmite ese calor al aire que lo rodea, alterando las condiciones del microclima de la calle.

El papel del color de los autos en el calentamiento urbano

Uno de los hallazgos más relevantes de la investigación es el impacto del color del vehículo. Para evaluar esta variable, los investigadores estacionaron 2 autos, uno negro y otro blanco, sobre asfalto en el campus de la Universidad de Lisboa durante un día de julio de 2024, con una temperatura ambiente de 96.8°F (36°C) y alta radiación solar.

Los investigadores utilizaron un termómetro portátil y una estación meteorológica móvil para medir temperatura, radiación y viento en diferentes puntos alrededor de los autos de ambos colores. Además, recopilaron datos municipales de tráfico y estacionamiento para calcular la superficie urbana cubierta por vehículos en distintos sectores de Lisboa.

Los estacionamientos al aire libre pueden ser un factor para generar altas temperaturas, sobretodo en las grandes ciudades. (Foto: Shutterstock)

Asumieron que cada auto ocupa un área de 8 m² y estimaron la proporción de superficie vial cubierta en función de la densidad urbana. Con este enfoque, identificaron que el mayor impacto térmico se concentra en las áreas de mayor densidad de población y vehículos.

Las mediciones revelaron diferencias notables: sobre el techo del auto negro, la temperatura del aire superó en hasta 38.8°F (3,8°C) la registrada sobre el asfalto cercano. En el caso del auto blanco, el incremento fue alrededor de 33.8°F (1°C) menor, e incluso en algunos puntos cercanos la temperatura resultó inferior a la del entorno.

Esto se explica por el albedo, la capacidad de una superficie para reflejar la radiación solar. Los autos blancos poseen un albedo alto, de entre 0,75 y 0,85, lo que significa que reflejan la mayor parte de la energía solar que reciben. En contraste, los autos negros tienen un albedo muy bajo, de apenas 0,05 a 0,10, lo que los convierte en auténticas esponjas de calor.

Un problema urbano a gran escala

Más allá de las mediciones puntuales, el estudio analiza el fenómeno a escala urbana. Lisboa cuenta con más de 700,000 vehículos circulando diariamente, de los cuales más de 342,500 pertenecen a residentes. La ciudad dispone de 91,000 plazas de estacionamiento y, en las zonas más densamente edificadas, los autos estacionados llegan a cubrir hasta el 10% de la superficie vial.

Esa ocupación del espacio público por autos estacionados implica que miles de metros cuadrados de metal se exponen cada día a la radiación solar, absorbiendo y redistribuyendo calor en el entorno urbano. En consecuencia, el color de los vehículos y su distribución espacial pueden modificar de manera significativa la cantidad de energía absorbida por la ciudad e intensificar el efecto de isla de calor.

Estrategias para mitigar el impacto

Los resultados del estudio sugieren que los autos estacionados deben ser considerados en la planificación urbana y ambiental. Entre las recomendaciones propuestas destacan:

1) Fomentar autos de colores claros o con recubrimientos reflectantes, para reducir la absorción de radiación solar.

2) Construir estructuras de sombra en estacionamientos abiertos, lo que disminuye la exposición directa al sol.

3) Incorporar pavimentos fríos o de alta reflectancia en calles y aparcamientos.

4) Plantación de árboles y creación de corredores verdes, que aporten sombra y mejor ventilación.

5) Regular el estacionamiento en zonas críticas de calor, limitando la concentración de autos expuestos al sol.

6) Estandarizar materiales de alto albedo en autos eléctricos, de modo que su diseño también contribuya a mitigar el calentamiento.

Los expertos señalan que, aunque los autos eléctricos emiten menos calor residual que los de combustión, sus superficies metálicas siguen influyendo en el balance térmico urbano. Esto convierte a la transición hacia la movilidad eléctrica en una oportunidad no solo para reducir emisiones, sino también para incorporar criterios de diseño que mitiguen el calor urbano.

En definitiva, los autos estacionados, presentes en todas las ciudades modernas, se revelan como un factor inadvertido, pero clave en el aumento de las temperaturas urbanas. Considerar su impacto en las políticas públicas y en la gestión del espacio público será fundamental para avanzar hacia ciudades más sostenibles, habitables y resistentes a los efectos del cambio climático.

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