Pagando nuestras deudas

Durante mi tiempo en el santuario, el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) dejó correr la voz que me iban a procesar y encarcelarme por 20 años. Me ofrecieron un arreglo de salir en silencio del país. Sin dudar, estaba yo dispuesta a pagar los años que fueran por todo este tiempo que había trabajado y criado a mi hijo en los Estados Unidos.

Salí del santuario e intenté hacer el viaje primero a California, para tratar de reunirme con la presidenta de la Cámara de Representantes, y luego a Washington D.C. Sabía muy bien el riesgo que corría, y mi responsabilidad con las miles de personas que me habían estado apoyando. Lo vi como una deuda muy grande a pagar.

Cuando me detuvieron en California, y agentes armados de la inmigración me arrancaron de los brazos de mi hijo, un ciudadano estadounidense, no sabía lo que me iba a pasar. En cuestión de horas, me trasladaron al otro lado de la frontera, a México, libre para vivir, luchar y pagar mi deuda a todas las personas que me habían apoyado.

Mi comadre, la madrina de Saulito y copresidente de la Familia Latina Unida, Emma Lozano, ha sobrevivido cáncer del seno dos veces, y como líder comunal se ha vuelto legendaria. Las dos nos hemos preguntado una a la otra ¿por qué fuimos salvadas? Es cierto que hemos rezado, es verdad que hemos luchado. Pero salimos adelante de los problemas porque algo mayor que nosotras nos ayuda y nos guía.

Todos los que han tenido tal experiencia, inclusive los que ya califican para una protección de deportación a la discreción del gobierno, deben preguntarse lo mismo. ¿Por qué me salvé?

La Familia Latina Unida ha emitido un llamado, para que se organicen comités de base Morena. Estos comités deben formarse con 5 ó 10 familias y cada uno debe asignar personas para capacitarse y defender a nuestra gente contra la deportación. Cada comité necesita asignar personas para proteger a nuestra gente con el cuidado de salud, preparación escolar, y cooperación económica.

Me ha quedado claro que las organizaciones que formaron nuestro movimiento a favor de la legalización no pudieron con los retos que deben haber superado para traernos la victoria en los últimos años. Demasiadas de ellas se preocupaban demasiado de sus propias finanzas, y esto impidió que tomaran los pasos que necesitaban tomar.

Necesitamos una revolución cultural en nuestro movimiento y en nuestra comunidad. Debemos recordar que la vida y la familia son dones, a cambio de los cuales tenemos una deuda. No podemos dejar las tareas de organizar y defender nuestras comunidades a otras.

Lo único que pido con todo mi corazón es que la gente buena, la gente de fe, que se han salvado por la gracia de Dios y por la buena voluntad y la solidaridad de otros, empiecen a organizarse por la lucha que se nos viene encima. Pido que abandonemos cuestiones de egoísmo y que trabajemos juntos por la sobrevivencia y la dignidad de nuestro pueblo.

Saben quiénes son. Tienen la experiencia de haberse salvado de lo que parecía un desastre inevitable. Tienen una deuda con Dios y con el pueblo. Atrapados en esta economía multinacional, toda nuestra comunidad se ha convertido en una comunidad de migrantes, obligados a cambiarnos de casa vez tras vez para poder criar a nuestras familias. Y nuestra comunidad se encuentra bajo ataque.

¡Participa! Y si no encuentras ninguna organización adecuada, construye una nueva, en su iglesia, en el trabajo, en su manzana. Házlo con todo el corazón.

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