¿Hasta dónde puede llegar la guerra de palabras entre Trump y Kim Jong-un?

Existen percepciones erróneas que podrían servir de lección para tratar de aminorar la tensión actual, dicen los analistas

A raíz de la escalada de la guerra de palabras entre Donald Trump y Kim Jong-un, y el despliegue sin precedentes de bombarderos B-1B y cazas F-15 estadounidenses cerca de la costa este de Corea del Norte, las relaciones entre los dos países parecen acercarse más al conflicto militar y las esperanzas de una resolución diplomática se ven cada vez más lejanas.

Pero ¿son estos temores exagerados? ¿Es la actuación de Estados Unidos y sus aliados regionales lo que está, de hecho, ayudando a proporcionar claridad y tranquilidad en un momento de máxima incertidumbre?

De manera superficial, el discurso de Donald Trump en la ONU apuntó a una continuidad con la política de presidentes anteriores , dejando claro que la acción militar (aunque a una escala catastrófica suficiente para “destruir totalmente Corea del Norte”) ocurriría solo si Estados Unidos se viera “obligado a defenderse sí mismo o a sus aliados”.

Del mismo modo, el envío de aviones estadounidenses al norte de la Línea Límite del Norte -la frontera de facto que separa a las dos Coreas- podría interpretarse como un refuerzo necesario de la disuasión con la intención de enviar una señal inequívoca al Norte para evitar nuevas provocaciones.

El peligro de esta interpretación es que es excesivamente optimista y unilateral. La historia de la Guerra Fría y el conflicto posterior en la península coreana, que data de la Guerra de Corea en adelante, está llena de percepciones erróneas de las intenciones de los adversarios.

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La guerra dialéctica entre Corea del Norte y Estados Unidos y sus aliados surcoreanos (en la imagen) está teniendo lugar durante un período de máxima incertidumbre.

Desde la inapropiada confianza de Kim Il-sung de que su ataque a Corea del Sur en junio de 1950 no provocaría una respuesta por parte del gobierno de Truman -apoyada por Naciones Unidas-, hasta el alarde del general Douglas MacArthur de que podría empujar el norte más allá de la Zona Desmilitarizada que divide las dos Coreas, reunificando la península sin atraer a China a la guerra.

Una y otra vez, los actores clave juzgaron demasiado a sus oponentes y ello tuvo graves consecuencias.

Informes de inteligencia de Corea del Sur sugieren que el Norte no respondió a la demostración de fuerza aérea de Estados Unidos bien porque no detectó la incursión aérea, porque sus instalaciones antiaéreas son demasiado anticuadas para hacer frente al desafío estadounidense o porque el régimen está tratando de minimizar el riesgo de una escalada mayor .

Sin embargo, esta valoración pasa por alto el papel de las emociones en cualquier escenario de potencial escalada de tensión.

El momento en que Trump describió a Kim -con clara intención de humillarle- como “pequeño hombre cohete”, habrá sido percibido en Corea del Norte como profundamente ofensivo para un líder norcoreano para quien el estatus y la dignidad son el fundamento de su legitimidad.

Kim puede sentirse obligado a responder con más provocaciones, más allá de los insultos inmediatos que él y el ministro de Exteriores, Ri Yong-ho, dedicaron al presidente de Estados Unidos.

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“Pequeño hombre cohete” o “viejo senil estadounidense” son solo algunos de los insultos que se dedicaron los líderes de Corea del Norte y Estados Unidos en las últimas semanas.

Respuestas militares

Una opción extrema para Corea del Norte sería seguir adelante con su amenaza de probar una bomba de hidrógeno en algún lugar del Pacífico o en las aguas que rodean la península. Esto tendría como resultado una grave y potencialmente mortal escalada de tensión que podría desembocar en un ataque preventivo militar de Estados Unidos en Corea del Norte.

Una respuesta menos obvia sería que Corea del Norte iniciara una serie de provocaciones convencionales de bajo nivel. Estas podrían incluir:

  • El bombardeo de territorio surcoreano (comparable al ataque a la isla de Yeonpyong en octubre de 2010).
  • El envío de fuerzas especiales de Corea del Norte para desactivar las baterías de misiles del Sur o amenazar al personal del gobierno por debajo de la Zona Desmilitarizada.
  • Ataques cibernéticos contra instalaciones comerciales o centros de mando y controles militares surcoreanos o estadounidenses en el sur.

Existe una especulación no confirmada de que antes de convertirse en el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un planificó y coordinó el ataque a Cheonan, el buque de Corea del Sur que se hundió en marzo de 2010 y en el que perdieron la vida 46 marineros surcoreanos.

Eso sugiere que las experiencias personales de Kim podrían impulsarlo a explorar estas opciones.

Estos escenarios plantean la importante pregunta de cómo respondería Estados Unidos y con qué nivel de coordinación con su principal aliado surcoreano.

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El general Douglas MacArthur alardeó de poder empujar el norte más allá de la Zona Desmilitarizada que divide las dos Coreas, reunificando la península sin atraer a China a la guerra.

Varias opciones

El consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, H.R. McMaster, dejó claro que Estados Unidos tiene cuatro o cinco opciones diferentes para enfrentar posibles provocaciones, incluyendo varias respuestas militares.

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, estuvo aparentemente de acuerdo con los recientes vuelos de bombarderos y cazas estadounidenses, pero críticos progresistas del Sur advirtieron que Seúl carece de medios adecuados para obligar a Washington a consultarle antes de decidir una respuesta militar apropiada.

Al actuar por su cuenta, como hicieron en este último despliegue, las fuerzas militares estadounidenses pueden avanzar en los objetivos estratégicos de la Casa Blanca sin tener que considerar los intereses de Corea del Sur: una situación proclive a aumentar los temores de una escisión de la alianza en Seúl que podría desestabilizar la cooperación de Estados Unidos y Corea del Sur.

El presidente Moon, tanto en forma como en contenido, está liderando un acercamiento hacia Corea del Norte que lo distingue de Trump.

Al mismo tiempo que ha defendido con fuerza la disuasión, ha seguido manteniendo la puerta abierta al diálogo con el Norte, aprobando asistencia humanitaria y, más recientemente en su discurso ante la ONU, reforzando el argumento a favor de una solución pacífica del conflicto.

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Actuando por su cuenta, como hicieron en el último despliegue, las fuerzas militares estadounidenses pueden avanzar en los objetivos estratégicos de la Casa Blanca sin tener que considerar los de Corea del Sur.

En este último punto es apoyado por los chinos y los rusos, quienes cada vez se muestran más ansiosos ante el riesgo de escalada de tensiones.

El ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, respaldó el llamamiento de Pekín sobre un acuerdo de suspensión que implica detener las maniobras conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur a cambio de una congelación de las pruebas nucleares y de misiles de Corea del Norte.

Sin embargo, el acuerdo de suspensión no es un comienzo, dada la oposición en el Congreso de Estados Unidos y dentro de la Casa Blanca.

Existe, por lo tanto, la necesidad urgente de encontrar una oportunidad para nuevas negociaciones con las que restablecer la diplomacia. Por ahora, parece que hay poca evidencia de que Estados Unidos o Corea del Norte estén haciendo grandes esfuerzos para hablar entre sí, ya sea mediante los canales convencionales a través de la ONU, o incluso en alguna reunión discreta como la negociada a mediados de septiembre por el gobierno suizo en Ginebra.

En este contexto, es responsabilidad de otros líderes internacionales actuar. La canciller alemana, Angela Merkel, sugirió de manera constructiva que una versión revisada de los “Cinco Permanentes” (P5) del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China) junto a otros dos países utilizada en las conversaciones de Irán podría aplicarse en Asia nororiental.

En Moscú, la administración de Putin mantiene conversaciones con Choe Son Hui, jefe de la división norteamericana del ministerio de Exteriores de Corea del Norte. Mirando hacia el congreso del Partido Comunista Chino del 18 y 19 de octubre , el presidente Moon planea enviar una delegación de alto nivel para discusiones potencialmente constructivas con el líder chino Xi Jinping.

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El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, persigue un acercamiento a Corea del Norte que lo distingue del presidente Trump.

Ninguna de estas iniciativas es probable que proporcione una solución mágica para la crisis actual, pero pueden ayudar a frenar la progresión aparentemente imparable hacia una guerra.

En este momento, la historia puede actuar como una guía útil.

En diciembre de 1950, fue en parte la intervención del primer ministro británico, Clement Attlee -quien anunció sus planes de viajar a Washington para instar al gobierno de Truman a que se abstuviera de usar armas nucleares en la península coreana- lo que ayudó a alertar al mundo de los riesgos de una escalada de tensión y de un conflicto potencialmente devastador.

Ahora quizás es el momento para que nuestros líderes nacionales lleven a cabo intervenciones similares, incluso si las perspectivas de éxito son frustrantemente limitadas.

El doctor John Nilsson-Wright es Profesor Titular de Política Japonesa y Relaciones Internacionales de la Universidad de Cambridge y Miembro de Investigación Sénior para el Noreste de Asia, Programa de Asia, en el Instituto Real de Asuntos Internacionales de Londres (Chatham House).

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