Pensaban que joven en NJ se había suicidado hasta que apareció una terrible grabación
“Sarah, ¿dónde estás?”,“Sarah, ¿qué está pasando?”
El último mensaje de esta joven de 19 años a su padre se lo envió desde el celular mientras visitaba el parque de atracciones de Walt Disney en Orlando (Florida). “Oh, el castillo está muy lindo con las luces”, escribió Sarah Stern a su padre, Michael, el 1 de diciembre de 2016. Luego añadió un dibujo de una estrella fugaz.
Dos días después, casi a medianoche, un chofer de Uber vio un carro plateado aparcado en un puente junto a la costa de Nueva Jersey y llamó a la policía. No había ningún signo de que el vehículo se hubiera averiado, y tenía las llaves aún puestas, así que los agentes comenzaron a buscar al conductor.
“Sarah, ¿dónde estás?”, escribía entre tanto Michael a su hija, que llevaba varias horas ya desparecida, “Sarah, ¿qué está pasando?”.
La joven había sido vista en su domicilio de Neptune City, un pequeño pueblo costero de NJ. Los investigadores pronto determinaron que el vehículo abandonado, un Oldsmobile Eighty-Eight de 1994, pertenecía a la abuela de Sarah, y se lanzaron a buscar a la joven, pidiendo colaboración a la ciudadanía. La muchacha medía 5 pies y 6 pulgadas, pesaba 130 libras, y tenía complexión media, pelo moreno oscuro y largo, y ojos de color avellana.
La policía también la buscó en el mar, manejando la hipótesis de que la joven se hubiera lanzado desde el puente para suicidarse. “Estaba intentando marcharse, me dijo que se mudaba a Canadá”, explicó uno de sus amigos, Liam McAtasney. Según relató a la policía, la joven había amenazado con quitarse la vida, y no se fiaba de su padre, que estaba “loco” y le había robado dinero en alguna ocasión.
Liam McAtasney, de 19 años, y su amigo Preston Taylor, de la misma edad, se unieron a los grupos de búsqueda para rastrear la costa de NJ en busca de la joven desaparecida. Taylor había llevado a Sarah Stern a una fiesta de graduación, los tres formaban un grupo de amigos “feliz” en su escuela secundaria, según contó el padre de la joven, hasta que la tragedia les golpeó.
“No sé qué pasó”, añadió el padre, “supongo que la gente cambia, a veces a mejor, a veces a peor”.
Liam McAtasney y Preston Taylor cambiaron a peor. Dos meses después de la desaparición de la joven, la policía detuvo al primero por asesinato y al segundo por ayudar a encubrir el crimen y hacerlo parecer un suicidio.
Lo que pasó, según los investigadores, es que McAtasney descubrió que la joven tenía una caja de zapatos llena de dinero que su madre había dejado tras morir de cáncer cuatro años antes, unos 25.000 dólares que guardaba en una casa en la playa sin que su padre supiera de su existencia.
La chica había usado ese dinero para viajar a Florida y a Canadá, para pagar tratamientos médicos a su perro, o para comprarle una televisión a su abuela, según relata el diario The Washington Post.
McAtasney supo de la existencia de esa caja de dinero, en la que creía que podía haber hasta 100.000 dólares. En la cena de Acción de Gracias de 2016, pareció confesarle a un amigo, Anthony Curry, un director de cine de terror de 21 años, cómo llevaba meses planeando cómo matar a la joven para que pareciera un suicidio.
“Me dijo que iba a reunirse con Sarah, que ella había encontrado el dinero”, testificó Curry ante la corte el pasado jueves. “Iban a contarlo juntos, él iba a estrangularla, a matarla. La llevaría al puente, la lanzaría, y luego huiría en el vehículo de Preston. Iban a enterrar el dinero y dejar las llaves puestas para que pareciera que se había quitado la vida”.
Cuando Curry le contó a la policía esta conversación, los agentes decidieron tenderle un trampa al presunto asesino: enviaron a Curry a hablar de nuevo con McAtasney, pero en esta ocasión le pusieron un micrófono para grabarle.
El joven picó el anzuelo, y describió como había estrangulado a la joven hasta que perdió la conciencia, y luego la ahogó con una camiseta en la boca mientras la tapaba la nariz. “Tardé 30 minutos en matarla”, explicó, “su perro estaba ahí tumbado, mirando cómo la mataba,. no hizo nada”. Luego metió el cuerpo en el carro de la abuela y lo llevó hasta el puente. En la caja sólo encontró 10.000 dólares. “No me siento diferente”, añadió en la cinta, “no pienso en ello”.
Su abogado defensor aseguró que se trataba de un diálogo que habían estado ensayando para una película de terror. Pero Taylor, su cómplice, aceptó testificar en su contra a cambio de una reducción de condena, y aceptó sus culpas.
El cuerpo de Sarah Stern probablemente nunca aparezca, según un experto en mareas que testificó durante el juicio. El mar se lo habrá llevado para siempre.
El juicio espera ahora su veredicto.
(Editado por: Bruno G. Gallo)