Cómo proteger a las comunidades de inmigrantes ante el actual brote de sarampión
Ahora mismo, una enfermedad que había sido erradicada desde hace dos décadas, encontró la forma de regresar a la Ciudad de Nueva York, y está causando estragos en algunas de sus comunidades más vulnerables.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) reportó que en Estados Unidos se detectó un aumento del 20 por ciento en nuevos casos de sarampión a nivel nacional, y que tan solo en la Ciudad de Nueva York ya se han confirmado más de 350 casos, sobre todo en Brooklyn y en los distritos circunvecinos.
Al mismo tiempo que en las noticias se ubica a la comunidad judía jasídica como el epicentro de esta crisis sanitaria, los líderes de una comunidad de atención a la salud administrada exclusivamente por médicos —cuyos 2,500 médicos atienden a más de 700,000 pacientes en los barrios neoyorquinos con mayor presencia de inmigrantes— estamos preocupados por la posibilidad latente de que muchas comunidades más, sobre todo las de origen latino y asiático, corran un riesgo aún mayor. Es crucial que el debate sobre la prevención se haga más extensivo e inclusivo. Debemos asegurarnos de que los médicos comunitarios, quienes están siempre en el frente de batalla de cualquier crisis sanitaria, colaboren con las autoridades políticas para garantizar que la enfermedad no rebase las fronteras meramente culturales.
He aquí la razón: las comunidades que se aíslan voluntariamente por cuestiones culturales, idiomáticas, educativas, y que, por lo tanto, carecen de acceso a los medios de información, a la literatura sanitaria y a los servicios de salud, son automáticamente más susceptibles de padecer una crisis sanitaria. En años recientes, lo vimos con la enfermedad del legionario y con el virus del Nilo Occidental. Aún más importante: debido a la pobreza sistemática, impera un sistema ineficiente de atención preventiva en lugares donde sólo recientemente los médicos vecinales han podido contar con las herramientas necesarias para cambiar la situación. Esto también significa que el miedo, la desconfianza y la desinformación pueden propagarse tan rápido como un virus.
Como inmigrantes de China y de la República Dominicana, los pacientes que atendemos son de nuestras propias comunidades; nos enfrentamos a determinantes sociales de la salud en nuestra labor diaria. Éste es un dato incuestionable: las vacunas funcionan y salvan vidas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las vacunas contra el sarampión dieron como resultado una caída del 80 por ciento en el número de muertes por sarampión entre 2000 y 2017 en todo el mundo. En 2017, alrededor del 85 por ciento de los niños de todo el mundo recibieron una dosis de vacuna contra el sarampión desde su primer año de nacimiento y a lo largo de los servicios rutinarios de atención médica que recibieron, cifra superior al 72 por ciento que se registró en 2000; de 2000 a 2017, las vacunas contra el sarampión evitaron alrededor de 21.1 millones de muertes, gracias a lo cual estas vacunas se convirtieron en una de las mejores adquisiciones de los sistemas públicos de salud. En Estados Unidos, el sarampión se declaró oficialmente erradicado en 2000.
La creciente desinformación y la falta de recursos para la educación en materia de salud están propiciando que muchos padres decidan no vacunar a sus hijos. Tememos que este patrón pueda propagarse en nuestras comunidades, asunto al que nuestras autoridades democráticamente electas debieran prestar toda su atención. El estado de emergencia recientemente declarado por el alcalde De Blasio, así como la multa de $1,000 dólares impuesta por su gobierno a quien no cumpla con la normatividad vigente en materia de salud, son decisiones iniciales muy atinadas para garantizar la protección sanitaria de los neoyorquinos; asimismo, nuestro alcalde merece todo nuestro reconocimiento por haber asumido una posición tan audaz para asegurar que la gente se esté vacunando efectivamente.
Pero aún falta mucho por hacer.
Además de darle prioridad a una educación culturalmente competente en materia de salud que logre arraigarse en nuestros barrios y en nuestros propios idiomas, y mediante la cual se enfatice la importancia y seguridad de las vacunas preventivas —incluyendo la del sarampión—, es necesario que las autoridades competentes liberen más recursos para atender y prevenir la propagación de la crisis sanitaria en curso. Ahora mismo, muchos médicos de Brooklyn, Queens, el Bronx y Manhattan no cuentan con los recursos necesarios para ofrecer clínicas de vacunación gratuitas, mismas que creemos son absolutamente necesarias. Las vacunas son difíciles de conseguir en un momento dado. Para los médicos comunitarios, debe ser más fácil conseguirlas durante una crisis sanitaria.
Necesitamos políticas públicas que responsabilicen a los padres, maestros, tutores y también a los grupos antivacunación que se han aprovechado de los grupos más vulnerables y aislados, por exponerlos a enfermedades que ponen en riesgo sus vidas, y por dañar permanentemente a los niños, sus familias y a los ancianos.
Cualquier comunidad, al margen de su grado de aislamiento cultural, ya debió haber logrado contar con una generación libre de sarampión: sólo la erradicación completa es aceptable en nuestros días. Las autoridades competentes deben trabajar codo a codo con los médicos comunitarios para garantizar que todos los barrios estén protegidos y enterados de la actual crisis sanitaria y de cualquier otra que pudiera brotar en el futuro.
-El Dr. Ramon Tallaj es presidente de la Junta Directiva de SOMOS, uno de los 25 proveedores autorizados dentro del programa de la Reforma del Sistema de Entrega de Pagos e Incentivos (DSRIP), y una red de médicos dedicada a atender a pacientes del Medicaid y a familias de bajos ingresos en la Ciudad de Nueva York. El Dr. Henry Chen es presidente de SOMOS. También ha sido médico primario de manera particular por más de 20 años en la Ciudad de Nueva York, donde atiende la salud de pacientes de las comunidades asiáticas de Brooklyn y Manhattan.