“Como una tortura”: Así describen pacientes de coronavirus su paso por cuidados intensivos
Aprender a caminar e incluso a respirar, lidiar con el estrés postraumático... superar las secuelas físicas y psicológicas puede tomar años
Mucha más gente de lo habitual necesita de los cuidados de terapia intensiva en hospitales alrededor del mundo por el coronavirus.
En una unidad de cuidados intensivos (UCI), los pacientes luchan por sobrevivir con la ayuda de sofisticadas máquinas que los ayudan a respirar y a que su cuerpo realice otras funciones básicas.
Los aparatos también se encargan de suministrarles fármacos.
Como aún no hay un tratamiento probado para el covid-19, la función clave de estas unidades es suministrar oxígeno suficiente a los pulmones del paciente mientras su sistema inmune combate al virus.
Sin embargo, como explican los expertos, este es solo el comienzo en la carrera por salir adelante.
La recuperación de un paciente que ha respondido de forma exitosa al tratamiento de terapia intensiva y que recibe el alta del hospital es compleja y puede, a veces, tomar años.
El daño psicológico provocado por el paso por esta unidad también puede ser profundo.
Aprender a respirar de nuevo
Después de una larga estadía en la UCI, es común que los pacientes necesiten fisioterapia para aprender a caminar nuevamente o incluso a respirar.
Puede que hayan experimentado psicosis y que sufran desórdenes de estrés postraumático.
Y cuanto más tiempo hayan estado en tratamiento, más tardarán en empezar a sentirse nuevamente ellos mismos.
“Si acabas en una UCI, la experiencia te cambia la vida. Conlleva un costo enorme, aunque mejores”, dice David Hepburn, médico de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Royal Gwent, en Reino Unido.
“Cuando los pacientes se despiertan, están tan débiles que no pueden sentarse sin ayuda. Muchos no pueden levantar los brazos de la cama por la profunda debilidad”.
Si el tratamiento requiere que sean intubados y alimentados a través de una sonda, puede que después también sufran problemas para hablar y tragar.
“Algunos tienen estrés postraumático, problemas cognitivos y de imagen corporal“, añade Hepburn en su cuenta de Twitter.
“Con el tiempo mejoran, pero esto puede tomar un año y es posible que requieran fisioterapia, entrenamiento y terapia del lenguaje y psicólogos y enfermeras que los ayuden en esto”.
El tiempo que pasan en la UCI es solo la punta del iceberg de todos los problemas de salud por los que requerirán atención en el largo plazo, afirma el experto.
“Que hayan pasado unas semanas conectados a un respirador es solo un detalle en todo el proceso”.
Psicosis de la UCI
La psicosis de la unidad de cuidados intensivos es algo común. Se estima que afecta a entre un cuarto y un tercio de todos los pacientes que hayan pasado por la UCI.
David Aaronovitch, periodista británico, habló con la BBC sobre cómo fue despertarse en terapia intensiva, después de haber estado sedado durante un tratamiento para la neumonía en 2011.
“Para ponerlo de una manera cruda, me fui volviendo loco, cada vez más y más loco. Sufría alucinaciones auditivas”.
“Escuchaba conversaciones que no estaban ocurriendo. Pensaba que me estaban pasando cosas que no estaban pasando”, dice.
“Gradualmente empecé a pensar que el personal (de la UCI) me estaba convirtiendo en un zombie. Y, finalmente concluí que habían decidido comerme“.
Y añade: “Así pasé tres o cuatro días experimentando el terror más espantoso de toda mi vida“.
Más tarde, Aaronovitch descubrió que un gran número de personas pasan por experiencias similares.
El fenómeno ha sido descrito desde los años 60 en pacientes en cuidados intensivos.
Investigadores tienen varias explicaciones para esta condición, incluida la enfermedad misma, la falta de oxígeno en el cerebro, las drogas que se utilizan para sedar al paciente, e incluso la falta de sueño después de que se le retiran los sedantes.
Pero Aaronovitch dice que la psicosis de la UCI sigue siendo un tema del que rara vez se habla, porque los pacientes temen que los consideren fantasiosos o locos.
De regreso a casa
Independientemente de cuán calmado y bien entrenado esté el personal médico, las unidades de cuidados intensivos son lugares estresantes.
“Si piensas en las cosas que se usan para torturar, experimentarás la mayoría de ellas en cuidados intensivos”, dice Hugh Montgomery, profesor de medicina de cuidados intensivos del University College de Londres (UCL) y el Hospital Whittington en Londres.
En conversación con el periódico The Guardian, Montgomery describió cómo los pacientes suelen estar desnudos y expuestos en la UCI.
Escuchan constantemente y en cualquier horario ruidos de alarmas, les interrumpen el sueño con procedimientos médicos, les administran medicamentos durante la noche, y experimentan incomodidad y desorientación.
Pueden también sentirse confundidos, con miedo y amenazados.
Por eso no sorprende que, al regresar a la casa después de haber estado en cuidados intensivos, los pacientes e incluso sus familias puedan sufrir desórdenes de estrés postraumático.
Puede que tengan problemas para dormir o que no se acuerden de haber pasado por la UCI.
El Servicio Nacional de Salud Británico recomienda a las familias llevar un diario de la estadía en la UCI para que los pacientes pueden lentamente entender su experiencia cuando comienzan a recuperarse.
El hecho de que funciones corporales básicas sean llevadas a cabo por máquinas tiene un impacto físico.
Los pacientes quedan con atrofia muscular y debilidad, y al cuerpo le toma tiempo volver a entrenarse para realizar estas tareas.
Un estudio de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos encontró que por cada día en la UCI, los pacientes pierden entre el 3% y el 11% de fuerza muscular por los próximos dos años.
Proceso largo
Para muchos pacientes con covid-19, ser conectados a un respirador que asume el rol de sus pulmones significa, automáticamente, que necesitarán un tiempo aún más largo para volver a la normalidad.
Un ventilador, también conocido respirador artificial, ayuda a llevar oxígeno a los pulmones y a sacar de ellos el dióxido de carbono cuando no pueden hacerlo por sí mismos.
Para ello, debe colocarse un tubo a los pacientes a través de la boca o la nariz mientras están sedados.
Algunos necesitarán cirugía para que se les inserte el tubo directamente en la tráquea, un procedimiento invasivo que puede complicar aún más la recuperación.
Una investigación llevada a cabo en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, mostró que los pacientes admitidos en la UCI pasan entre cuatro y cinco días allí, según el informe con fecha 4 de abril.
De los 2.249 pacientes para los que había datos disponibles, solo el 15% de quienes pasaron tiempo en la UCI fueron dados de alta.
Un porcentaje similar falleció, mientras que la mayoría -cerca de 1,600- continúa en estado crítico.
Pero estas estadísticas deben tomarse con pinzas, ya que los índices de supervivencia y altas médicas varían según el país.
Un estudio en Reino Unido mostró que el 67% de pacientes con covid-19 que había recibido “ayuda respiratoria de avanzada” falleció.
Un estudio en China destacó que sólo el 14% sobrevivió después de haber sido conectado a un respirador artificial.
“Paso a paso”
En el peor momento, Hylton Murray-Phillipson, de 61 años, fue conectado a un ventilador tras sufrir síntomas severos de covid-19.
También fue alimentado por una sonda y perdió el 15% de su peso.
Tras dejar el hospital, tuvo que aprender a caminar de nuevo. Murray-Phillipson describe su recuperación como un “proceso paso a paso”.
Murray-Phillipson describe su recuperación como un “proceso paso a paso”.
“Sentarme en una silla por tres horas y no estar tirado de espaldas, prácticamente pidiendo piedad, fue fantástico”, le dijo a la BBC.
Un video de su salida de la clínica Leicester muestra al personal médico alentándolo mientras abandona la guardia en silla de ruedas.
Dice que está “agradecido por haber recibido una segunda oportunidad” para vivir, y que ha aprendido a apreciar las cosas que antes daba por sentado.
“El canto de los pájaros, los narcisos, el cielo azul… Cuando estaba en el hospital, fantaseaba con tostadas con mermelada, cosas que normalmente das por sentadas”, dice.
“Finalmente, me empezaron a dar comida líquida y… ¡Oh Dios! Sopa de papas y puerro”.
“Pensé que podría seguir comiendo eso por el resto de mi vida”.
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