Editorial: Leer en español no es una amenaza
Tiene que revisarse la censura de los textos en otros idiomas en las prisiones
Con una población de más de 60 millones de latinos en Estados Unidos es inverosímil que a estas alturas el idioma español sea visto como una amenaza.
Resulta que las cárceles estatales de Michigan han decidido unirse a toda esta marea de prohibición de ciertos libros bajo la excusa de tratar de prevenir materiales puedan incitar a la violencia.
Según un reporte de NPR (National Public Radio), durante el último año, el Departamento Correccional de Michigan prohibió los diccionarios en español y swahili bajo la afirmación de que el contenido de los libros es una amenaza para las penitenciarías del estado.
Para las autoridades carcelarias de ese estado si todos los presos decidieran aprender un idioma “oscuro”, eso les daría la libertad de hablar frente al personal, aprovechar para meter contrabando y hasta agredir a los oficiales o demás presos. Qué lógica más retorcida la que quieren aplicar para justificar lo injustificable.
Tal parece que en Michigan no saben que el segundo idioma más hablado en los hogares estadounidenses es el español.
En todo caso, las cárceles se supone que están para reformar, para ayudar a los reos que buscan una segunda oportunidad. Por qué quitar ese derecho a quienes -mientras cumplen una condena- buscan refugio en textos en su propia lengua que les ayuden a navegar por el sistema judicial o aprender un oficio o simplemente educarse en su propio idioma.
Quizá vaya siendo hora de revisar si las prisiones están abusando de un fallo del Tribunal Supremo de 1989 que permite que las prisiones prohíban cualquier libro, siempre que sea en aras de la seguridad. Claramente no parece ser el caso de Michigan.
De hecho, un reporte de 2020 de PEN America, una organización sin fines de lucro que aboga por la libertad de expresión, reveló que la censura de libros en las prisiones del país representa “la política de prohibición de libros más grande de los Estados Unidos”, y aunque las pautas de censura varían en los diferentes sistemas penitenciarios, las restricciones “a menudo son arbitrarias”.
Para los reos cuya primera lengua es el español negarles el acceso a diccionarios u otros textos solo hace que los mantengan en la oscuridad, estrechando aún más el cerco y coartando sus derechos a un tipo de lectura que les ayuden mentalmente a tener un motivo para querer volver a ser parte de la sociedad, para no perder las esperanzas.
Hemos sido testigos de muchos casos de redención. Presos que se han autoeducado tras las rejas y luego han salido a la sociedad a sumar no a causar daño. Los sistemas carcelarios no pueden medir a todos los reos con la misma vara. Censurar libros en español no es el camino.