Un ambiguo legado
Benedicto XVI será recordado por la crisis de la Iglesia
MÉXICO, D.F. El pontificado de Benedicto XVI estuvo pleno de claroscuros. Él enfrentó la pederastia en la Iglesia Católica, aún contra la Curia Romana, pero se quedó sin empujar hasta los tribunales de justicia a los sacerdotes involucrados como lo exigieron miles de víctimas en Europa, Estados Unidos y México.
Su renuncia al papado por “razones de salud” le dio una imagen más humana y humilde por su desapego al poder, pero a unos días de dejar el trono publicación italiana destapó un escándalo por supuestas riñas, corruptelas y líos de homosexualidad en el Vaticano que pusieron en duda las razones de su dimisión.
Parte del legado de Benedicto XVI es su gran esfuerzo por frenar la deserción católica en Europa, donde la modernidad abrió paso al secularismo. Al mismo tiempo fue un duro opositor del matrimonio gay, al divorcio, al uso de preservativos y al sacerdocio femenino.
Por un lado fue fiel al legado de amistad que dejo su predecesor Juan Pablo II con otras religiones y en su libro de 2011, Jesús de Nazaret, exoneró a los judíos del holocausto, pero poco después enfureció a esta comunidad con su constante promoción para canonizar al papa Pío XII, acusado de promover políticas antisemitas.
“El actuar de BenedictoXVI es la de un hombre que quiere renovar, pero también conservar: su biografía está llena de contrastes”, observó el analista Bernardo Barranco, presidente del Centro de Estudios para las Religiones.
Las múltiples directrices que marcaron el pontificado de Ratzinger fueron principalmente cuestionadas en su proceder sobre los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos.
“Quiso castigar, pero también tenía una cuota de responsabilidad en los encubrimientos: él conocía de los casos cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe”, añadió Barranco.
José Barba, ex legionario y una de las víctimas más activas contra Maciel, documentó en su libro La Voluntad de no Saber que Joseph Ratzinger conoció sobre su caso desde el 17 de octubre 1998 cuando recibió las denuncias en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, donde era prefecto.
“Sabía hasta mínimos detalles”, dijo en entrevista con este diario. “Sin embargo prefirió que ‘unos cuentos afectados sufrieran’ a que se hiciera un escándalo mayor como el que finalmente explotó”.
En 2003, la arquidiócesis de Boston reconoció 542 casos de violaciones contra niños de entre tres y 14 años e indemnizó a los afectados con 85 millones de dólares para poner fin a las demandas iniciadas contra sacerdotes acusados de pedofilia.
A la par se reconocieron casos en Los Ángeles España, Alemania, Irlanda, Inglaterra y México.
Fue hasta el 19 de mayo de 2006 poco más de un año después de asumir el papado- cuando el pontífice castigó al clérigo mexicano Marcial Maciel, fundador de la poderosa orden Legionarios de Cristo por sus “gravísimos e inmorales” comportamientos y por la vida que llevó “sin escrúpulos y sin verdadero sentimiento religioso”.
En marzo de 2009 ordenó la inspección de los Legionarios de Cristo y a principios de 2011 reconocieron que Maciel abusó sexualmente de menores, consumió drogas y tuvo tres hijos con diversas mujeres.
Joseph Ratzinger nunca se reunió con las víctimas de los 67 curas pederastas que identificó en México la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP) como sí lo hizo en Irlanda en 2010, donde emitió una disculpa sin precedentes por los abusos crónicos.
Carlos García, del Centro de Estudios del Protestantismo en México, considera que lo que hizo Benedicto XVI ante la creciente bola de nieve del escándalo fue más bien “un control de daños más enfocado a salvaguardar las estructuras de la Iglesia católica y menos a impartir justicia a favor de las víctimas”.
El pasado miércoles, el diario italiano La Repubblica informó que el papa recibió un extenso informe sobre la existencia de un “lobby gay” “poderoso y amenazador” que contrataba servicios sexuales de jóvenes y mantenía encuentros en saunas, centros de belleza y clubes bien situados en Roma.
Según el rotativo estos actos “impuros” y los constantes desfalcos fueron las verdaderas razones de la renuncia del papa y no su mala salud y “cansancio” por la vejez.
“Si su salida es una jugada de ajedrez para destapar y sanear la vieja Curia que tanto daño ha hecho la iglesia, Ratzinger estaría haciendo un movimiento maestro digno de un papa intelectual y no el de un hombre enfermo como se dice”, observa Barranco.