¿La gran estafa?
Al Grano
Parece un cuento chino de Daniel Ortega, pero hay algo sucediendo en Nicaragua y es recomendable mantener los ojos abiertos y los oídos despiertos.
La inquietante aprobación, por parte de los diputados nicaragüenses de una ley que entrega la concesión para el desarrollo de un canal interoceánico a un bisoño empresario chino llamado Wang Jing, tiene en alerta a opositores, ambientalistas y los países vecinos.
Jing, el gran asociado de Ortega, es un aparecido mercader que comenzó a hacer negocios con el gobierno sandinista hace poco. En noviembre de 2012, fue favorecido en la adjudicación de un contrato de telefonía celular, de donde es inversionista nada menos y nada más que Laureano Ortega, el hijo del presidente. Todo fue entregado en una licitación amañada.
Las investigaciones que se han hecho de las compañías de Jing, llevan a sospechar que la imagen sobredimensionada es una fachada. No se sabe qué es lo que hacen realmente.
Para lo del Gran Canal, montaron una empresa de papel con un capital que no es preciso. Pero, lo más sospechoso es que, el día anterior a la firma del contrato, la Asamblea nicaragüense aprobó la ley en donde compromete al Banco Central renunciado a la inmunidad soberana de manera “irrevocable e incondicional” (cómo dice el contrato), dándole inmunidad a la empresa de Jing y sus asociados encubiertos y poniendo en riesgo las pobres reservas internacionales de Nicaragua, que no superan los 1,885 millones de dólares.
Ellos saben que ese canal tendrá un futuro incierto, pero mientras hacen la patraña de su construcción, explotarán todas las riquezas naturales y minerales sin que ningún nicaragüense pueda quejarse, porque, en el contrato, el mercader chino tiene “el derecho irrestricto de usar la tierra, aire y espacio marítimo donde se desarrollarán los trabajos de construcción”. Esto incluye el privilegio de extraer, almacenar y disponer del agua y todos los recursos naturales de la zona. Como regalo adicional no pagarán impuestos. Es decir, el país centroamericano cede gran parte de su territorio, incluyendo una importante reserva: el Lago de Nicaragua.
Si Ortega cuenta con el aval de sus aliados chavistas de Venezuela y los comunistas cubanos, está apostándole al mal. Si lo que hace es una tranza, típica de los gobernantes latinoamericanos, para garantizar el porvenir de su prole, es un codicioso insensato. La historia se lo cobrará caro en ambos casos.
Estos comunistas de pacotilla son descarados. Emplean trucos parecidos a los de los capitalistas, pero arrebatándole el futuro a su pueblo enarbolando las banderas de la revolución. Nicaragua vive una época en que muchos se están haciendo ricos desmesuradamente y por eso “amparan” o se hacen los de la vista gorda frente a las maquinaciones financieras que enriquecen al dictadorcito Ortega y su entorno.
Una de dos: Ortega cree que su pueblo es ignorante e ingenuo o él es el que se gana esos apelativos. Para mi entender, él y sus secuaces hallaron en el poder una mina de oro, olvidando que Nicaragua es uno de los pueblos más pobres de Centroamérica y su gente necesita salud, educación y trabajo.