Condoleezza recuerda triunfos y frustraciones
Washington/EFE – Condoleezza Rice recuerda sus años en la Casa Blanca de George W. Bush como un “enorme honor” que, sin embargo, le trajo frustraciones en Irak y Oriente Medio, donde la oportunidad de crear un estado palestino estuvo más cerca que nunca.
La primera mujer afroamericana en llegar a secretaria de Estado de Estados Unidos y la que fue, probablemente, la asesora más fiel de Bush, resume su servicio en las 734 páginas de “No Higher Honor: A memoir of my years in Washington”, que llegará el martes a las librerías de todo el país.
Las memorias, que recogen también su papel como consejera de Seguridad Nacional hasta 2004, están escritas en un tono sobrio y comedido, que no esconde, sin embargo, sus frecuentes desencuentros con el vicepresidente Dick Cheney o el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
No faltan los recuerdos curiosos, como la ocasión en que el fallecido líder libio Muamar al Gadafi demostró su “espeluznante fascinación” con ella al invitarla a su tienda privada y enseñarle el vídeo de una canción que ordenó componer en su honor, titulada “La flor negra de la Casa Blanca”.
Pero el verdadero interés del volumen está en sus confidencias sobre la doctrina exterior de Bush, a la que Rice se adhirió siempre sin fisuras y que refleja una etapa convulsa, marcada por una guerra contra el terrorismo que sembró la Casa Blanca de tensiones.
La revelación más sorprendente se produjo en los últimos meses en el poder de Bush, cuando el Departamento de Estado intensificaba sus esfuerzos para revivir el proceso de paz en Oriente Medio.
El primer ministro israelí, Ehud Olmert, aprovechó un encuentro con ella en mayo de 2008 para presentarle un acuerdo sin precedentes para crear un estado palestino, que incluía el respeto a las fronteras de 1967, una fórmula para dividir Jerusalén y el “derecho de retorno” limitado a 5.000 palestinos.
“¿De verdad estoy escuchando esto?”, escribe Rice en cursiva, recreando sus pensamientos. “Concéntrate. Toma nota. No, no tomes nota. ¿Y si se filtra? No puede filtrarse, sólo estamos nosotros dos”.
Olmert presentó en secreto ese plan a Mahmud Abás poco después, y le pidió firmarlo al instante. Pero el presidente palestino pidió tiempo para consultarlo con sus asesores, y la reunión en la que debían volver a debatirlo quedó en el aire, asegura la diplomática.
Bush trató de resucitar el acuerdo más adelante, pero el momento idóneo había pasado: Olmert era investigado por cargos de corrupción y Abás confiaba en obtener un acuerdo más favorable con la mediación de un demócrata en la Casa Blanca.
Consciente de que las condiciones para un acuerdo estaban “casi maduras”, Rice asegura que ofreció una copia del mapa de Palestina que le había entregado Olmert al nuevo Gobierno de Barack Obama, pero el presidente decidió comenzar de cero.
Rice, conocida por su sintonía con Bush, se sintió en ocasiones menospreciada por el mandatario ante la cúpula militar del Gobierno en los debates más tempranos sobre la reconstrucción de Irak.
Esa “debilidad” que ella misma percibía empeoró su relación con Rumsfeld, pero también con Cheney, cuyas maniobras en la sombra la indignaron a tal punot que amenazó con dimitir.
Rice, que enseña política internacional y negocios en la Universidad de Stanford, recuerda que, mientras el huracán “Katrina” arrasaba Nueva Orleans en 2005, ella compraba zapatos de diseño y disfrutaba de un musical en Nueva York.
“Yo no sólo era la secretaria de Estado responsable de los asuntos exteriores, también era la negra con más rango en el Gobierno y una consejera clave del presidente. ¿En qué estaba pensando?”, se lamenta.