Enlace: Abusos contra los niños

Los niños son sagrados. Son la parte más preciada de la humanidad, no sólo porque representan el futuro sino por su inocencia y vulnerabilidad. Basta ver su mirada transparente o la dulzura de su sonrisa para sentir inmediatamente el deseo de cuidarlos, de protegerlos. Y, sin embargo, hay quienes buscan hacerles daño, lastimarlos y aprovecharse de su posición de poder para abusar de ellos.

Me refiero al caso de los maestros de la escuela primaria Miramonte, ubicada en el sector Florence-Firestone, ubicada en el sur de Los Ángeles. Como lo han documentado ampliamente los medios de comunicación, Mark Berndt, de 61 años, y Martin Bernard Springer, de 49, fueron despedidos hace unos días bajo la acusación de cometer actos lascivos contra sus estudiantes.

Las denuncias contra Berndt son especialmente sórdidas. Se le acusa de amordazar y vendar los ojos de sus estudiantes, de darles a probar su semen y ponerles cucarachas en la cara, mientras los fotografiaba. Se ignora exactamente por cuánto tiempo este falso maestro se aprovechó así de sus pequeños alumnos, pero en 1994 y en 2008 se entablaron demandas contra él por comportamiento inapropiado. Ninguna de las denuncias prosperó porque no se encontraron suficientes evidencias para perseguirlo.

Y es aquí donde, naturalmente, uno se pregunta dónde estaban las autoridades.

¿Por qué no lo investigaron más a fondo?, ¿por qué no lo pusieron en la mira?, ¿por qué tuvieron que pasar tantos años para que finalmente cayera?

La situación despierta aún más ira porque no es el único caso en Miramonte. Luego del arresto de Berndt, se detuvo a Springer, quien supuestamente acarició de manera inapropiada a dos niñas de 7 años. Un tercer maestro, Vance Miller, quien enseñaba música en la preparatoria Hamilton también fue despedido, acusado de desarrollar relaciones sexuales con alumnas menores de edad.

Para tratar de contener el escándalo, el superintendente del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), John Deasy, tomó la medida de transferir a todo el personal, tanto docente como administrativo de la escuela Miramonte a otro plantel. A partir de esta jueves, un nuevo grupo reemplazará a todos los empleados, desde el rector hasta los que se encargan de la limpieza.

“No puedo tener más sorpresas en Miramonte, a pesar de que la policía hará todo lo que tenga que hacer”, dijo en relación a la medida.

Deasy, efectivamente, no puede darse el lujo de tomar más riesgos. Es mucho el daño causado ya a los alumnos y a sus familias. Para muchas de las víctimas será muy difícil volver a confiar en las escuelas y en sus maestros que, supuestamente, están ahí para guiarlos y protegerlos.

No deja de llamar la atención, por otro lado, que el caso haya ocurrido en una escuela cuyo alumnado es de escasos recursos y en su mayoría latino. Tal vez en un vecindario pudiente, las autoridades no hubieran tardado tanto en detectar una anomalía como la registrada en Miramonte.

En cualquier caso, el LAUSD, definitivamente, ha fallado en lo que debería ser su misión principal: ofrecer a los alumnos un ambiente de aprendizaje sano y seguro. Ahora sólo le queda responder por ello.

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