Puede ser tu última copa

Más que una resaca, beber alcohol puede dejar daños irreversibles en el cuerpo y causar la muerte.

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Crédito: thinkstock

Nueva York – El intenso dolor de cabeza, la sensibilidad visual a la luz, el zumbido en los oídos, los mareos, vómitos y el malestar general, son sólo la punta del iceberg de todos los trastornos físicos y mentales que puede dejar en nuestro cuerpo una borrachera.

Pero más allá de la típica y molesta resaca del día después, beber alcohol en exceso puede causarle daños graves a nuestro organismo que, en muchos casos, son irreparables.

Esto lo conoce muy bien Cristina, una hispana de 37 años residente en Jackson Heights, quien debido al alcohol tuvo que ser hospitalizada de emergencia varias veces el año pasado.

“En dos ocasiones me intoxiqué y tuve que ir al hospital y allí me dijeron que mi hígado estaba dañado por tanto alcohol y que no podía seguir bebiendo porque eso me iba a provocar cirrosis hepática”, cuenta la joven que ahora acude a un programa de Alcohólicos Anónimos en Queens.

Otro que decidió unirse a Alcohólicos Anónimos para alejarse de la bebida y los daños que ésta le estaba causando a su cuerpo fue Emilio, un inmigrante latino que reside en East Elmhurst.

“Yo no comía ni dormía porque estaba siempre borracho y fui a parar a la emergencia de un hospital a los 18 años. Allí me dijeron que si volvía a beber el páncreas me iba a reventar y me iba a morir”, recuerda el joven de 26 años.

Desafortunadamente, no todos corren con la misma suerte de Cristina y Emilio quienes están vivos de milagro para contar su historia. Según estadísticas del Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos (NIAAA, en inglés), cada año mueren cerca de 79,000 personas a causa del uso y abuso del alcohol.

Aunque muchos lo desconocen -o no lo quieren admitir-, el tomar alcohol en exceso contribuye a una serie de problemas de salud que afectan al cuerpo en su totalidad. De hecho, al alcoholismo se le conoce como una “enfermedad dual” porque causa daños tanto físicos como psicológicos.

Desde enfermedades y fallas cardíacas, hepáticas, renales y cáncer, hasta demencia, depresión y ansiedad, son muchas las secuelas irreparables que deja el abuso del alcohol (ver gráfico). A esto se le suman apoplejías, coma y muerte.

“La bebida crónica causa que el cerebro se encoja en tamaño, reduzca sus habilidades para realizar algunas funciones y afecta la memoria”, informa el doctor Sam Zakhari, director de la División de Metabolismo y Efectos de Salud del NIAAA.

“El segundo órgano más afectado por el alcohol es el hígado. Si la persona bebe mucho y por un período largo de 10 a 20 años, puede terminar sufriendo de fibrosis y cirrosis del hígado, que es una seria enfermedad cuyo único tratamiento es un trasplante de ese órgano”, agrega el doctor Zakhari.

“El corazón también se ve afectado. La bebida crónica debilita el músculo del corazón por lo que no puede bombear sangre normalmente, y se va agrandando en tamaño, causando una condición conocida como cardiomiopatía”, acota.

Zakhari indica que otros daños serios pueden ocurrir en el sistema inmunológico, el endocrino y el nervioso. También puede causar osteoporosis porque los huesos se hacen más frágiles y se pueden romper fácilmente. Además, el alcohol está relacionado a varios tipos de cáncer como el de hígado, páncreas, colon, esófago, estómago, laringe, boca y el trato digestivo.

Como si fueran pocos todos los riesgos de salud que causa el alcohol, se le agregan consecuencias sociales y de comportamiento como la violencia doméstica, agresión contra desconocidos, accidentes automovilísticos, caídas, relaciones sexuales sin protección, consumo de drogas, suicidios y homicidios.

A diferencia de lo que muchos creen, el alcoholismo o dependencia del alcohol no es únicamente un problema moral o de comportamiento. Se trata de una seria enfermedad de origen mental y hereditario.

El doctor Zakhari aclara que los daños causados por el alcohol dependen de la herencia genética de la persona, de la cantidad de veces al mes que bebe en exceso, y si tiene historia familiar de enfermedades como cáncer o problemas cardíacos.

“Si el padre o la madre son alcohólicos, los niños tienen mayor riesgo de ser alcohólicos. Mucha gente comienza con un trago y luego aumenta hasta siete y dice: ‘no puedo hacer nada porque eso está en mis genes’, pero eso no es excusa”, asevera el doctor Zakhari.

“El alcohol afecta a las personas de forma diferente, por lo que deben consultar con su médico sobre si pueden tomar y cuánto, pero hay gente que no debe tomar del todo: mujeres embarazadas o que están tratando de quedar embarazadas”, aconseja el experto.

“Las personas que están tomando medicinas también deben tener mucho cuidado. La mezcla de alcohol con anti-histaminas, antibióticos, tranquilizantes u otras drogas de prescripción, puede ser muy peligrosa”, exhorta.

Pedro.frisneda@eldiariony.com

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