‘Battleship’ ridículo
Battleship, con Taylor Kitsch y Liam Neeson, contiene diálogos ridículos y actores sin carisma
Si a los pacientes del hospital psiquiátrico de Shutter Island se les diera papel y lápiz y se les pidiera que escribieran un guión, estoy convencido que el resultado del mismo no sería tan horrible como los diálogos de Battleship.
Antes de proseguir con la autopsia de tal cadáver cinematográfico, les cuento un poco su argumento: está Alex Hopper, el joven rebelde (Taylor Kitsch), su hermano Stone, responsable y comandante naval (Alexander Skarsgård), la novia rubia de aquel, Sam (Brooklyn Decker), y el padre de esta (Liam Neeson), un almirante que no soporta a Alex por ser un irresponsable.
Lo que son las cosas: este termina enrolándose a la Marina justo cuando una invasión alienígena amenaza la paz mundial. Será su ocasión de demostrar su valía.
El intento de Universal Pictures de aprovechar un juego de mesa para crear su propia franquicia al estilo de Transformers es, en una frase sucinta, un desperdicio de dinero para sus productores y, lo que es peor aún, una auténtica pérdida de tiempo para el espectador.
Sí, el director Peter Berg -quien tiene en su haber cintas tan interesantes e ignoradas como The Rundown— trata de inyectar cierto estilo visual a un par de instantes (los ataques extraterrestres son ciertamente espectaculares, aunque nunca tan realistas como los de la saga Transformers), pero, desafortunadamente, nada puede hacer para solventar los dos principales problemas, muy graves, de la película: su libreto -uno puede contar las neuronas cerebrales que caen al vacío mientras escucha frases como: “tengo un mal presentimiento sobre esto”, después de que decenas de miles de personas hayan muerto tras la invasión alienígena- y sus intérpretes -la cara de absoluta indiferencia de Liam Neeson (quien está claro que aceptó su papel solo para cobrar el cheque que lo acompañaba), la falta de carisma de una Rihanna irrelevante en la historia (la única razón de su participación es atraer a un demográfico joven y urbano) o el protagonista, Taylor Kitsch, recién salido del fiasco de John Carter y metiéndose de lleno en otro en el que, de nuevo, luce sus abdominales con más efectividad que sus dotes como actor-.
He hablado de Transformers un par de veces. Michael Bay, el director de las tres entregas (las dos primeras, mediocres, por no decir malas, y la tercera más que recomendable), sabe cómo hacer del caos un ingrediente fascinante y espectacular, y, además, sabe que no hay que tomarse nada demasiado en serio.
Peter Berg y el resto de responsables de Battleship, clasificada PG-13, inyectan dosis de patriotismo, honor, familia, patria y heroísmo sin el menor atisbo de ironía.
A pesar de eso, las carcajadas en la platea son constantes, y no precisamente cuando aquellos lo piden.