“Dama de hierro” mexicana batalla en las calles de Chicago

La inmigrante mexicana Erika López recorre Chicago en busca de metales, colchones y todo tipo de material reciclable que luego vende para mantener a su familia

Erika maneja su camioneta por una ruta de posibles proveedores, donde además de metales consigue donaciones de ropa en muy buen estado, bicicletas o juguetes.

Erika maneja su camioneta por una ruta de posibles proveedores, donde además de metales consigue donaciones de ropa en muy buen estado, bicicletas o juguetes. Crédito: EFE

CHICAGO – La inmigrante mexicana Erika López es conocida como “La dama de hierro”, porque desde hace dos años recorre los callejones de Chicago en busca de metales, colchones y todo tipo de material reciclable que luego vende para mantener a su familia compuesta por cuatro hijas y un esposo desempleado.

Todos los días, entre las 6 de la mañana y las 5 de la tarde, Erika maneja su camioneta por una ruta de posibles proveedores, donde además de metales consigue donaciones de ropa en muy buen estado, bicicletas o juguetes que luego vende por separado en el garaje de su casa.

“A las 6 de la mañana es cuando se encuentra más metal, antes que pasen mis competidores”, dijo esta madre a Efe.

“Todo lo que sea fierro se colecta. Refrigeradores, lavadoras, estufas, sillas y ventiladoras”, afirmó.

Los motores se venden por separado y hay momentos en que la suerte golpea a su puerta, porque esta semana precisamente un vecino la llamó para ofrecerle metal y varios motores que le permitirán recaudar 700 dólares.

Casi el triple de lo que ganaba semanalmente como empleada de una agencia de trabajo temporal, que la obligaba a presentarse a las 5-30 de la madrugada para estar lista a partir de las 7-30 en el lugar que fuera, generalmente fábricas que le pagaban por hora.

“Además de ser menos dinero, el trabajo temporal no me permitía estar con mis hijas o atender mejor las tareas de la casa. También tenía que pagar 25 dólares por día a una niñera”, dijo.

El día de Erika es agotador. Deja a sus niñas bajo el cuidado de su hermano a las 6 de la mañana y sale a recoger metales, regresa a 8-30 para llevarlas a la escuela y luego sigue el recorrido hasta las 2 de la tarde.

“Regreso a casa para los quehaceres, hago la comida y salgo otro rato, para pasar luego a recogerlas en la escuela y llevarlas al taekwondo hasta las 6-30. Recién después de esa hora estamos todos en casa”, relata.

El trabajo de recoger y vender metales es duro y muchas veces esta guerrerense procedente de Acapulco termina “molida y necesitada de masajes”, pero lo prefiere a cualquier otro porque “me da independencia”.

Con 37 años de edad, Erika López tiene un hijo varón de 20 que se regresó a México. El resto de la familia está compuesto por cuatro hijas de 6, 9, 11 y 13 años -todas nacidas en Estados Unidos- y su esposo, un obrero de la construcción desempleado.

Con 13 años de vida en Chicago, las cosas se complicaron cuando el jefe de familia perdió su trabajo en una empresa constructora y Erika asumió la responsabilidad de ser el sostén económico.

Cuando vio que el trabajo en agencias no le convenía apeló a los metales, de preferencia aluminio, cobre y bronce que vende en diferentes “fierros viejos” de la ciudad.

En cada viaje de su camioneta Toyota carga el equivalente a 200 o 230 dólares de materiales reciclables, que acumula en el jardín de su casa para separarlos por categoría antes de llevarlos a los compradores.

“En tres días puedo juntar una tonelada más o menos, dependiendo de la suerte que tenga. A veces no encuentra nada, otras veces (la camioneta) se llena en un rato”, dijo.

Los colchones abandonados también son una mercadería disputada, porque hay lugares en la ciudad que pagan entre 6 y 7 dólares por pieza que luego reacondicionan.

Muchas veces es ayudada por su esposo, sobre todo, cuando hay que cargar peso, pero igualmente “es mucho esfuerzo y por subir sola una estufa muchas veces me ha dolido la cadera o la cintura”, dijo.

Para esta esforzada inmigrante no hay muchas opciones porque reconoce que para conseguir un mejor trabajo “piden papeles buenos y yo hablo poco o nada de inglés”.

“Pero aunque vamos pasándola y no hay dinero que alcance, no voy a aflojar”, promete.

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